Por: Derik Báez Torres
La política dominicana no deja de sorprendernos… la pluralidad de actores que conforman nuestro sistema político nacional son la caracterización de la realidad social que se vive desde los más remotos parajes hasta las ciudades más desarrolladas de nuestra amada Quisqueya.
Esas diferencias socioeconómicas y culturales se reflejan en el manejo político de nuestros supuestos líderes sociales, donde el transfuguismo es el pan de cada día y la creación de partidos es el cáliz de aquellos cuyos intereses personales difieren de la organización política que dicen abandonar “por razones éticas y morales”.
El 2019 no fue la excepción a esa regla. Los vientos huracanados de un Danilismo encumbrado provocaron el desprendimiento inevitable de una relación supuestamente plagada de amor, pero con espinas profundas como cualquier rosa en primavera. El 20 de octubre del año 2019 fue la fecha exacta en la que el León decidió formar tienda aparte bajo la justificación de que la facción del otro mandatario se había convertido en una “cúpula de hierro” o aún peor, según la perspectiva analítica del ex-líder morado, en una especie de “OTAN”. Para sustentar más su discurso y exacerbar a sus seguidores, enarboló la separación conductual de sus compañeros de partido por más de 20 años hasta el proceso electoral donde supuestamente se orquestó un fraude en su contra, de los principios y lineamientos básicos planteados por el profesor Juan Bosch.
Ese mismo “líder” que hizo un silencio cómplice durante los años de gestión de quién tiene hoy hasta su familia en el banco de los acusados, es el que crea el partido purgatorio (Fuerza del Pueblo), aquel lugar fuera del espacio y el tiempo donde las almas de los políticos con señalamientos de actos no conformes con la Constitución y las leyes van a parar, para que así sus pecados sean perdonados por el Santo León y puedan reintegrarse a su actividad política. Necesitaremos nuevamente de un Martín Lutero, pero ahora para que ponga evidencia la verdad política de este nuevo purgatorio o ¡Que San León nos agarre confesados!