George Kennan: EE. UU. AA., la Guerra Fría y la guerra política encubierta para dominar el mundo: resultados en América Latina

George Kennan: EE. UU. AA., la Guerra Fría y la guerra política encubierta para dominar el mundo: resultados en América Latina

§ 15. Si no fueron Wessin y Wessin y los militares quienes derrocaron el gobierno de Juan Bosch en 1963, ¿Quiénes fueron los autores del golpe de Estado?

§ 16. Según Bosch, la verdad histórica sobre el golpe de Estado que le derribó se encuentra en el hecho de que los Estados Unidos habían decidido derrocar al gobierno de Duvalier en Haití y para eso usaron al exgeneral Léon Cantave, estableció un campamento en Sierra Prieta, cerca de Villa Mella, en el más absoluto secreto y solo sabían eso los estadounidenses y algunos militares de San Isidro y ni el propio presidente de la República lo sabía, pues se lo ocultaron. Cuando la invasión a Haití fracasó, Bosch le solicitó al canciller Héctor García Godoy que informara del hecho a la Organización de Estados Americanos (OEA) para que enviara una misión al país y determinara la gravedad de los hechos, porque la agresión a Haití partió de suelo dominicano y según Bosch el gobierno suyo respetaba el acuerdo de no intervención de un país en los asuntos internos de otro. Cuando los estadounidenses se enteraron de la solicitud del gobierno de Bosch, ahí mismo se decretó el golpe de Estado porque los Estados Unidos no podían permitir que el presidente Kennedy quedara evidenciado internacionalmente por haber intervenido en Haití con la expedición del exgeneral Cantave. El expresidente argumenta con este razonamiento: «Los Estados Unidos tenían desde hacía 30 años el compromiso internacional, establecido en tratados aprobados por su gobierno y su Senado, de no intervenir en los asuntos políticos de otros países de América; pero desde 1954 habían hallado la manera de violar esos tratados organizando expediciones secretas, como fue la de Castillo Armas, que derrocó el gobierno de Jacobo Árbenz, en Guatemala, y la de Bahía de Cochinos, llamada a tumbar el de Fidel Castro, en Cuba, en abril de 1961.» (P. 630).

§ 17. Luego, Bosch remata su razonamiento con el caso de la expedición de Cantave a Haití, organizada por la CIA: «… en el caso de la de Cantave, no se podía contar con la ayuda del gobierno constitucional dominicano, porque ese gobierno respetaba sus compromisos y sus principios, y esos compromisos y esos principios estaban regulados precisamente por tratados internacionales iguales a los que habían firmado los norteamericanos, en virtud de los cuales nuestro país no podía intervenir en la vida política de otro. Los que decidían la política latinoamericana de los Estados Unidos comprendieron rápidamente que el gobierno que yo presidía no se prestaría a hacer el papel que habían hecho los de Honduras y Nicaragua en 1954, y los de Guatemala y Nicaragua en 1961; por eso organizaron ocultamente el campamento de Cantave, en Sierra Prieta, y volvieron a organizarlo, más ocultamente todavía, después que yo di órdenes, a mediados de julio, de que fuera disuelto; y por eso mantuvieron en secreto todas las actividades de Cantave y de sus hombres en territorio dominicano, desde julio hasta que el gobierno fue derrocado el 25 de septiembre.» (Pp. 630-631).

§ 18. Finalmente, Bosch examinó las causas que condujeron al gobierno estadounidense a derrocarle y autorizar a ello a la CIA, única responsable de llevar a cabo la guerra política encubierta a países cuyos gobiernos, considerados hostiles por el estadounidense, no obedecían los lineamientos de la lucha contra el comunismo internacional y la defensa de los intereses norteamericanos: «Mi impresión es que la organización de las fuerzas políticas opuesta al gobierno fue una consecuencia de los fracasos de la acción militar de Cantave, y que en ningún momento se pensó usarlas para derrocar al gobierno. A mi juicio, lo que se perseguía era colocar al gobierno en posición de debilidad, de tal modo que si yo descubría la verdad sobre Cantave y sus hombres no pudiera tomar ninguna medida contra los que estaban en ese juego sucio. Lo que el embajador John Bartlow Martin llamaba consejo de amigo era parte del plan para debilitar políticamente al gobierno. Ahora bien, los acontecimientos se presentaron de tal manera que al final hubo que derrocar al gobierno para evitar que el presidente Kennedy quedara descreditado ante todos los jefes de Estado del mundo, por lo que su gobierno estaba haciendo en la República Dominicana, pues hasta ese momento nunca se había hecho nada semejante a lo que estoy contando.» (P. 631).

§ 19. La apreciación de Bosch acerca del descrédito en que hubiese caído internacionalmente Kennedy por haber propiciado una expedición secreta y sin conocimiento del gobierno dominicano en contra del gobierno de Duvalier no tenía asidero, porque George F. Kennan, el artífice de la Guerra Fría, la política de guerra encubierta o secreta y la política exterior estadounidense previó en su Manual que el presidente de los Estados Unidos quedaba exento de toda responsabilidad en los casos de guerra secreta contra países hostiles que no se alinearan con la política de lucha contra el comunismo internacional y en defensa de los intereses norteamericanos.

§ 20. Eso fue lo que les sucedió a los países donde la CIA desarrolló la guerra política encubierta cuyo resultados fueron los 35 golpes de Estado en contra algunos gobiernos que si bien no enfrentaron al de los Estados Unidos, fueron tibios a la hora de declarar el comunismo fuera de la ley y deportar a los castro-comunistas que desarrollaban sus actividades a la luz del día, porque la Constitución en los países donde operaban, prohibía tales desmanes, como fue el caso del gobierno de Bosch al cual le aplicaron las instrucciones previstas por la guerra política secreta y sus tres tipos de propaganda (gris, blanca y negra).

§ 21. De modo que la CIA y la embajada de Estados Unidos en nuestro país reclutaron intelectuales, periodistas y sindicalistas pagados, empresarios, comerciantes, gremios estudiantiles, periódicos, televisión, revistas, estaciones de radio, organizaciones profesionales, Iglesia católica y evangélicas y a la mayoría de los partidos de oposición y organizaciones de la sociedad civil para que denunciaran a Bosch como comunista y su gobierno infiltrado por los comunistas, a sabiendas de que el presidente Bosch no era comunista, tal como lo estableció la CIA en los veinte años que le siguió la pista en el exilio y a su llegada al país: «… Creo que los militares no quieren hace esto [le explica y ordena Martin a Bosch]. Son los civiles quienes los han empujado. Los cívicos los han convencido de que usted está entregando el país a los comunistas. Yo sé que no es verdad. Usted sabe que no es verdad, pero tiene que demostrar que no es verdad. Puede usted hacerlo ahora, esta tarde, y detener todo. Convoque una sesión especial del Congreso. Dígales, primero, que aprueban algo como nuestra Smith Act [Ley Smith contra el comunismo]. Dígales después que impida los viajes a Cuba. Apruebe una ley que considere delictivo el violar las condiciones del pasaporte. Tercero, dígales que apruebe una ley por la que se permitan las deportaciones.» (Jimenes Grullón, obra citada, p. 396).

§ 22. Ordenándole a Bosch lo que debe hacer, esta conducta del embajador Martin le convierte en un procónsul del imperio. Naturalmente, Bosch se negó a cumplir esas órdenes y fue derrocado. La Constitución de 1963 le impedía realizar lo que Martin le ordenaba. A sabiendas de que fueron el Departamento de Estado y la CIA los planificadores del golpe contra Bosch, el embajador Martin acusa a los cívicos de instigar a los militares a realizarlo. Pero Martin conocía las instrucciones de derrocar a Bosch y llevó hasta el final su escenario de manipulación. Aunque Bosch acatase la orden de Martin de prohibir el comunismo y deportar a los castro-comunistas, nada garantizaba que no le derrocaran, una vez logrado el objetivo del embajador y su gobierno. Ya Bosch no era confiable para los Estados Unidos, como no lo fue nunca Peña Gómez. Por esa razón, nunca volvió el expresidente al poder ni tampoco a la presidencia de la República el hombre que llamó al pueblo a levantarse en armas en contra del Triunvirato. No eran confiables.

§ 23. Esto mismo le sucedió a Carlos Prío Socarrás, presidente de Cuba, a quien derrocó Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, con el visto bueno del gobierno de los Estados Unidos y la CIA. Este fue el segundo golpe de Estado de los 35 que encabezan la lista de más arriba. Prío se negó cumplir lo que el embajador Willard Léon Beaulac le ordenó: 1) No aprobar una supuesta ley para controlar el comercio, porque el Estado cubano no debería intervenir en la creación de corporaciones estatales; 2) no aprobar la ley de seguridad social para proteger los derechos de los trabajadores, porque disminuía «… las enormes ganancias de las compañías norteamericanas presentes en el país» (Acosta Matos, p. 105); 3) Prío le replicó al embajador Beaulac «… que no se trataba de obligar a las empresas a emplear a los desempleados, sino que la idea era incentivar la producción, creando más empleos», a lo cual el embajador le contestó «que eso contradecía una nueva ley del Congreso que gravaba con impuestos a las reservas no distribuidas de las empresas, lo cual había provocado la venta de varios centrales azucareros.» El presidente Prío le replicó: «Hay muchas mentiras y engaños alrededor de este tema…» y «que, a pesar de los temores exagerados de los accionistas norteamericanos, la medida del Congreso no afecta tales inversiones», a lo que le respondió [Beaulac]: «Precisamente porque las afectan, yo estoy aquí.»; 4) A lo que «… un débil y vacilante Prío, consciente de lo que esa conversación significaba, pero humillado en su investidura por la actitud arrogante del procónsul norteamericano, aún sacó los últimos vestigios de dignidad para cerrar el encuentro con una vaga, pero precisa, alusión al daño que hacía al país la muy extendida práctica de la evasión fiscal, lo que, en aquel contexto, no podía ser interpretado sino como una indirecta contra las mismas empresas norteamericana que mandaban a Beaulac a quejarse y amenazar al gobierno.» (Acosta Matos, p. 106). Esta indirecta de Prío le puso la tapa al pomo y decretó su derrocamiento.

§ 24. Traigo a colación este vívido relato del autor del libro sobre el golpe de Estado a Juan Bosch, porque nuestro escritor y presidente lo vivió de cerca, porque estuvo muy ligado al presidente Prío. El golpe de Estado del general Batista, recadero de los Estados Unidos, fue mutatis mutandis, el mismo patrón que siguió el embajador Martin para que su gobierno y la CIA derrocaran a Bosch el 25 de septiembre de 1963. En suma, el mismo patrón seguido en todos los golpes de Estado organizados por el Departamento de Estado y la CIA en los países latinoamericanos en obediencia a la doctrina de la Guerra Fría y la guerra política secreta diseñada por Kennan como política exterior estadounidense.

§ 25. ¿Cómo operó ese patrón en el caso dominicano?: 1) Una campaña de prensa orquestada por periodistas de los Estados Unidos cuyos artículos eran reproducidos por los periódicos cooptados por la CIA para llevar a cabo su guerra política secreta contra el gobierno de Bosch, específicamente Prensa Libre, dirigido por el agitador y aventurero anticomunista Rafael Bonilla Aybar y El Caribe, dirigido por Germán Ornes Coiscou, enemigo acérrimo de Bosch, porque sospechaba que el primero quería confiscarle el periódico cuyas acciones Trujillo puso a nombre de Ornes y este se exilió y se llevó dichas acciones y cuando cayó la dictadura del hombre que le protegió, reclamó la propiedad del periódico y Balaguer se lo entregó para no crearse a un enemigo tan poderoso como la Sociedad Interamericana de Prensa dirigida por Jules Dubois, amigo de Ornes Coiscou, y editor del Herald Tribune, de Nueva York. (Continuará).