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§ 5. A la influencia externa de las tres grandes potencias sobre la República Dominicana (Inglaterra, Francia y los Estados Unidos) el Dr. Leonardo Conde, en su Historia de la nación dominicana, agrega “un elemento adicional”: la existencia de Haití como nación [que nunca lo ha sido, DC] y su afán por dominar toda la isla y esto sirve de excusa a los caudillos para la búsqueda de protectorado en el siglo XIX.
§ 6. El Dr. Conde excluye a Juan Pablo Duarte de ese afán proteccionista, a quien considera fundador de la “nación dominicana”, sin ver que ese mismo fundador de la patria, todavía el 1 de junio de 1844 firma el documento que reitera la solicitud a Francia de protectorado y reconocimiento de la independencia dominicana, enviado por la JUNTA CENTRAL GUBERNATIVA A MONSIEUR E. DE JUCHEREAU DE ST. DENYS, CÓNSUL DE S. M. EL REY DE LOS FRANCESES EN SANTO DOMINGO.
El historiador Ramón Lugo Lovatón, en su biografía de Sánchez, califica de absurda esta solicitud de protectorado firmada por Duarte, Sánchez y los demás miembros de la Junta Central Gubernativa. Se formula varias preguntas al respecto. Conjetura múltiples respuestas entre las que parece más plausible la siguiente: El 26 de mayo de 1844 Bobadilla convoca una reunión de personalidades (comerciantes, funcionarios públicos y eclesiásticos) y conchabado con el vicario general y delegado apostólico Tomás de Portes e Infante, este lanza un discurso en el que solicita que se acepte el Plan Levasseur original. Duarte y su grupo, presentes, se oponen radicalmente a esas pretensiones. Bobadilla había enviado antes a sus secuaces a sondear a las autoridades de las regiones del interior para que se pronunciaran por el protectorado, pero la misión fracasó y la Junta Central Gubernativa desestimó la idea del protectorado francés.
A pesar de este rechazo, Bobadilla presionado por Santana, jefe del Ejército del Sur acampado en San Cristóbal, decidió llevar su plan adelante. Al contravenir los postulados de la Manifestación del 16 de enero de 1844 de separación de Haití y convertirnos en una “nación” independiente y soberana, los trinitarios se reunieron en la Fortaleza. Con el apoyo de los militares decidieron ponerle coto a esa traición de Bobadilla y Santana y eliminaron de su cargo a todos los afrancesados de la Junta Central Gubernativa y eligieron a Sánchez el 9 de junio de 1844 para presidir la nueva Junta. Se ha hablado de golpe de Estado, pero no hubo tal, sino una lucha de clases a muerte en el seno de la Junta y los que tenían más fuerza triunfaron, aunque no previeron las consecuencias o creyeron que podían convencer a Bobadilla, Santana y su grupo de traidores.
Pero Bobadilla se reunió con el cónsul Saint-Denys y pactó el protectorado. Santana amenazó con ocupar la Capital, eliminar la nueva Junta y tomar el poder. Sánchez fue a San Cristóbal a tratar de convencerle de lo contrario. La presión del cónsul y su amenaza de retirarse del país junto a los barcos franceses surtos en el puerto formó parte del teatro montado, manipulación que vino como anillo al dedo, porque ya Sánchez tenía conocimiento de que Charles Hérard-Riviere se aprestaba a desencadenar una segunda invasión para reconquistar la parte Este que se había separado de Haití.
Ante ese doble peligro, se consuma la estrategia de los afrancesados y Santana entra en la Capital, depone la Junta y toma el poder para sí. El resto es historia. Constitución de San Cristóbal, artículo 210 y elección de Santana como primer presidente de la naciente República Dominicana. A las puertas del país, la dictadura que llevará a la Anexión a España el 18 de marzo de 1861, el fusilamiento de Sánchez en San Juan de la Maguana, tras su enjuiciamiento en El Cercado; el fusilamiento de su tía María Trinidad y de José Joaquín Puello en 1845, quien corrió esa suerte por desobedecer la orden de Sánchez de enfrentar con las armas a Santana. Se dejó seducir por Bobadilla y Santana y pagó cara su traición, sin saber que ya el cónsul Saint-Denys le había advertido a Bobadilla que Puello, por su casta, no era hombre de confiar y que debía ser eliminado.
§ 7. A Duarte, Sánchez y Mella solo les redime de esta ideología proteccionista la Guerra de la Restauración.
§ 8. En el prólogo a su Historia de la nación dominicana, Leonardo Conde emplea, si no yerro, diez veces el término “nación”, para referirse a la dominicana y una vez para aludir a la haitiana. Pero como mostré en la entrega anterior, los analistas más lúcidos, de derechas, de izquierdas y del centro concuerdan en la inexistencia de la nación dominicana.
§ 9. Los politólogos y sociólogos dominicanos de finales del siglo XX, al estudiar las características del surgimiento de los Estados nacionales en Europa y los Estados Unidos en el siglo XIX, volcaron su mirada a la especificidad de nuestro Estado surgido en 1844 y, sin desdeñar el proceso de saqueo colonial que impidió la acumulación originaria en las repúblicas oligárquicas latinoamericanas, determinaron que la constitución del Estado en nuestro país fue clientelista y patrimonialista, es decir, “privatización del Estado y politización de lo privado como problema fundamental de la constitución del Estado capitalista”. (Ramonina Brea. Ensayo sobre la formación del Estado capitalista en la República Dominicana y Haití. SD: Taller, 1983, p.203). Es lo mismo que lo dicho por el Dr. Conde: “… la mayoría de los gobernantes que ha tenido la nación desde que Pedro Santana se apropió del poder por primera vez en 1844 han mostrado una actitud contraria a la anterior”, (I, 18). ¿Cuál fue esa actitud anterior? La del estadista “… que llega al poder para gobernar en provecho de la nación” opuesta a la del “… gobernante que solo alcanza el poder para satisfacer apetencias personales o enriquecerse a base de contemporizar con un determinado status quo sin pretender cambiarlo”. (I, ibíd.).
§ 10. Brea y Conde llegan a la misma conclusión, pero a resultados diferentes. Las últimas dos citas de Conde son las que han impedido la formación de lo que él cree que existe: la nación. Brea repasó a Lugo, José Ramón López y a todos los que han analizado el problema y llega a este resultado: “… el no reconocimiento y la negación del pueblo como principio de poder, la reducida individualización, la persistencia de la violencia directa sobre el cuerpo, y, finalmente, el no establecimiento de las bases para una modificación de aquella en disciplina social condicionaron y limitaron la constitución del intercambio libre y, por la otra, acentuaron el movimiento de privatización del Estado y politización de lo privado como problema fundamental de la constitución del Estado capitalista (…) Así, el Estado capitalista [dominicano, DC] surge sin una unicidad del poder que posibilite una unificación de la sociedad en torno al pueblo-nación”. (obra citada, 203). Es esa unicidad la que estuvo ausente en el siglo XIX y sigue ausente en el siglo XXI, Dr. Conde, y por eso no tenemos Estado nacional, ni en América Latina tampoco.
Estamos, Dr. Conde, como nos describió Lázaro Bejarano en el siglo XVII, a quien parodio de la siguiente manera:
También vide a Danilo Medina
Licenciado y presidente
Folgar al lado de una fuente
Y a la sombra de Odebrecht
Descuidado del cuidado
Que la Ley le dio de su gente.