¿Historia para qué? 2

¿Historia para qué? 2

“Con la historia anticuaria se consiguen gozos que está lejos de deparar la historia crítica. Con ésta se promueven acciones destructivas muy distantes a las que fomentan la historia reverencial (…). Mientras las historias que se imparten en las escuelas proponen modelos de vida a seguir, la historia que se autonombra científica asume el papel de explicar el presente y predecir las posibilidades del suceder real.”

Luis González[i]
Con esta hermosa reflexión continuamos buscando respuestas a la simple pregunta “Historia ¿para qué?”. La semana pasada resumimos las ideas de Carlos Pereyra y Luis Villoro. El primero abogaba por una historia crítica en contra de la historia tradicional que resalta solo hechos y destaca a los héroes, muy pocas heroínas. El segundo afirma que la historia es la ciencia que nos permite entender el presente.

Luis González, uno de los historiadores que más han influenciado en mi formación, escribió un texto titulado “De la múltiple utilización de la historia”. Sobre este gran intelectual mexicano publiqué varios Encuentros, especialmente cuando me refería a su libro “El oficio de historiar”, decía en esa oportunidad: “Escrito en forma sencilla, amena y hasta simple, el historiador Luis González y González hace un balance sobre el oficio de construir la historia, una tarea titánica, cuyos libros solo reflejan un poco de la titánica tarea de llegar a conclusiones a través de la investigación de los hechos partiendo de fuentes primarias”.

Entonces opinaba que la pequeña obra constituía un verdadero estímulo para la reflexión teórica, sostén fundamental para el trabajo práctico.

En su texto dentro del marco del libro “Historia ¿para qué?” González arremete contra la historia tradicional y sus hacedores, a quienes denomina como “practicantes de la anticuaria, y por añadidura (…) coleccionadores de nimiedades, espíritus ingenuos, (…) cerebros pasivos, hormigas acarreadoras de basura y cuenteros.”[ii]

González tampoco es complaciente con los historiadores de la llamada “historia crítica”, al llamarla “con toda justicia conocimiento activo del pasado, saber que se traduce fácilmente en acción destructora.

”[iii] La historia tradicional es la historia de bronce, decía, y asumiendo las ideas de Paul Valery, es la que recoge solo las bondades del pasado, la que hace soñar y embriaga a los pueblos, haciéndoles engendrar una falsa memoria para conducirlos al delirio de grandeza, o al de la persecución, convirtiendo a las naciones en “soberbias, insoportables y vanas”.

[iv]
Aboga por la historia científica, pero critica algunas de sus tendencias. Por ejemplo, señala con fuertes palabras a los historiadores que se han enamorado irracionalmente de la llamada historia cuantitativa.

Esa hiper numeración lo que hace es reducir la construcción histórica. “Pero si la historia cuantitativa no nos cumple todo lo prometido no importa mucho. Solo a medias quedarán como inservibles libros tan voluminosos como los que suele expedir rebosantes de cuentas. Mantendrán su valor como recordatorios y como auxiliares en la predicción del futuro.

”[v]
Concluye su artículo diciendo: “La búsqueda de lo histórico ha sido repetidas veces un deporte irresponsable, no una actitud profesional y menos una misión apostólica. Con todo, cada vez pierde más su carácter deportivo.

Quizás ya lo perdió del todo en las naciones con gobiernos totalitarios. Quizás la tendencia general de los gobiernos de hoy en día es la de influir en la forma de presentar el pasado con estímulos para las historias que legitimen la autoridad establecida y con malas caras para los saberes históricos placenteros o desestabilizadores o sin segunda intención, sin otro propósito que el de saber y comunicar lo averiguado.”

[vi]
El otro intelectual que nos presenta sus ideas es José Joaquín Blanco, quien escribió el ensayo “El placer de la historia”

[vii]. Plantea que el historiador busca una explicación documental y racional, y al irla encontrando y tejiendo, rompe la supersticiosa naturalidad (…) con que se nos hace resignarnos a la vida impuesta; al ir comprendiendo qué intereses fueron conformando las fronteras geográficas del país, la jerarquización de las clases y grupos, la aparición o extinción de instituciones y sus modalidades, la conformación del poder y del capital (…).

Y toda creación significa cierto poder, una fuerza que no por pequeña deja de influir en la correlación general, tanto más cuanto en el caso de la historia, tiene que ver directamente con los textos sagrados del sistema…”[viii] El placer de la historia, dice Blanco, es la capacidad que tiene el historiador de elegir el tema y el período a investigar.

Pero es placer también saber que al construir la historia podremos interpretar mejor el mundo, cambiar la vida, conocer los procesos, defender verdades, condenar y denunciar los mecanismos de opresión y, sobre todo, defender las luchas libertarias.

Lamentablemente el espacio se ha agotado. Y, como no quiero abrumar a los lectores, no voy a continuar sobre este libro. Quedaron otros ensayos sin presentar. Por ejemplo, el de Enrique Florescano, otro de los grandes intelectuales mexicanos.

En su ensayo titulado “De la memoria del poder a la historia como explicación”, plantea que la historia es un mecanismo efectivo para sancionar al presente y al pasado.

También se nos queda el de Arnaldo Córdova “La historia maestra de la política”. Inicia sus reflexiones con una sentencia importante: “La historia es, ante todo, memoria del pasado en el presente.

Es una recreación colectiva, incluso cuando se convierte en ciencia.”[ix]
Quedaron en el camino de este encuentro los ensayos de Héctor Aguilar, Carlos Monsiváis, Adolfo Gilly y Guillermo Bonfil.

El tiempo, el inexorable tiempo, nos condenó una vez más. Estos dos artículos fue solo una invitación a leer este ensayo publicado por Siglo XXI hace unos años, pero que todavía tiene mucha actualidad. Lo pueden conseguir por internet. Hasta la próxima.

El otro intelectual que nos presenta sus ideas es José Joaquín Blanco, quien escribió el ensayo “El placer de la historia”. Plantea que el historiador busca una explicaciòndocumental”

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