Con la proclamación de la Independencia un día como hoy del 1844, los forjadores de la dominicanidad encabezados desde la sociedad La Trinitaria por Juan Pablo Duarte quedó trazado un patriótico rumbo contra toda dominación e intervención foránea; como la de entonces venida desde el oeste de la isla y las que sobrevinieron después bajo signos imperiales ostensibles o enmascarados. Contundentes o sutiles, los proyectos antinacionales no doblegan la decisión de los dominicanos de conservarse libres; vencedores de opresiones incluyendo las de botas de tiranos de origen local; con la literalidad del Himno Nacional: Quisqueya será destruida pero sierva de nuevo, jamás.
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Consigna para el desvelo permanente de las generaciones contra daños a la sociedad que algunas debilidades institucionales hacen posibles y se manifiestan en insuficiencia de acceso a servicios esenciales como los de educación y salud; a fuentes de empleos que deben ser fomentadas por políticas y programas que intensifiquen la redistribución del ingreso y que ejerzan control sobre la criminalidad que hace sentir inseguros a quienes, además, habitan uno de los países de más elevados índices de accidentes de tránsito en el mundo. En el que no cesan de preocupar las mezquindades, sectarismos partidarios y quebrantamientos éticos que agudizan contradicciones en desmedro de la democracia. Hoy, día de la Independencia, es oportuno reflexionar sobre la forma de lograr emancipaciones adicionales también convocadas por el trabucazo.