Hospitales reducidos en su capacidad de prestar servicios. Centros asistenciales del país -50 para ser exactos- fueron puestos a prueba sobre la calidad y extensión de sus coberturas hallándose carencias de equipos, de medicamentos y de personal médico general y especializado, y en una buena parte de ellos no existe la atención a dolencias cardíacas, principal causa de muerte a nivel nacional.
La firma que hizo el estudio (Alianza por el Derecho a la Salud) detectó crisis financieras y déficit de inversiones para el autoabastecimiento y las habilitaciones de emergencia que permiten salvar vidas.
Un estado de precariedad y de vacíos institucionales que se suma a la preocupación ordinaria por las enfermedades causadas en la población por patógenos que escapan a controles y prosperan por la ausencia de saneamientos y alto costo de tratamientos cruciales escasamente cubiertos por una Seguridad Social pasmada.
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Contra la posibilidad de rescatar a los hospitales de una postración que viene de viejo, la investigación in situ certificó la inicua injerencia de siempre: la de la política (o del politiqueo) que en ocasiones ha llevado a unidades del sistema hospitalario a tener más gente cobrando que trabajando.
Como se trata de establecimientos regidos por autoridades que llegaron mostrando ufanas y con fanfarria las credenciales que corresponden a las buenas intenciones, la única explicación posible a que varias cosas de primer orden sigan como antes es que continúa faltando la huidiza voluntad política.