Autismo. La sola palabra suena aterradora para cualquier mamá. En muchas familias, el diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista (TEA) significa: mucho impacto, dolor, tristeza, impotencia y la frustración de tener que enfrentarse a una sociedad que no está preparada para entender esa condición.
A la mayoría de las madres y padres les preocupa que sus hijos con la condición de autismo queden desamparados el día que ya no estén; por esa razón, sus principales batallas están encaminadas hacer de sus hijos personas socialmente funcionales, encontrar centros educativo en los que les sea respetado su derecho a la educación, y que al llegar a la vida adulta logren insertarse con éxito al mercado laboral.
Elián, Juan Eduardo, Diego, Kevin y Frederich, protagonizan ejemplos de cómo, gracias al amor infinito de sus familias y el apoyo de la Fundación Manos Unidas por el Autismo, han logrado saltar barreras e insertarse en el mercado laboral.
Pero, no fue fácil… Elián Guzmán, de 17 años, alumno de último año de secundaria y con la aspiración de ser un gran economista, reconoce que por su condición ha sufrido discriminación tanto dentro como fuera de la escuela.
Es por eso que, anhela que las políticas públicas llamadas a velar por las personas con alguna condición especial, física o intelectual, sean más efectivas. “El mundo sería un mejor lugar, si se tratara a todas las personas en igualdad de condiciones”.
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En ese mismo sentido, Juan Eduardo, de 22 años, y estudiante de ciencias geográficas, mención ecoturismo, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y empleado de la Dirección General de Aduanas (DGA), aboga por un sistema educativo sensibilizado y que el profesorado tenga las herramientas necesarias para manejar alumnos con la condición de TEA.
Juan Eduardo cuenta con un optimismo ‘olímpico’, pues, lo que realmente desea es ser meteorólogo, pero, al ser una carrera que no se imparte en el país, tuvo que enfrentar el reto de escoger otra disciplina.
“Me dije: no me puedo quedarme aquí, tengo que encontrar algo que se parezca, y después de explorar varias carreras, escogí Ciencias Geográficas y ya hice el primer año. Ahora estoy tomando el verano”, cuenta.
Además de sus ambiciones profesionales, tiene un sueño social muy noble: quiere ser un rayito de luz para que otros chicos en condiciones especiales tengan acceso a educación, y que dentro de su realidad, un mejor futuro.
“Me gustaría tener una fundación, para ayudar a niños con dificultades intelectuales, y que no tengan los problemas que tuve yo en mi infancia para entrar a la escuela”, dice.
Otro joven con grandes sueños es Diego García Villavizar, quien está formado como técnico de redes y se prepara para ingresar al Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep) para estudiar Diseño de Aplicaciones.
“Me gusta mucho la informática, hice algunos cursos. He trabajado en esa área y estoy esperando que me llamen de una empresa para trabajar”, resaltó.
Mientras que, Kevin Méndez, con 31 años y conocimientos técnicos de masaje, realiza una pasantía tres días a la semana.
“Mi sueño es que se me respeten mis derechos como a las demás personas, no me gusta que me vean diferente, me enoja eso”, asevera.
Grandes destrezas
Quienes nacen con la condición de autismo, además de que están en capacidad de aprender y asimilar diferentes disciplinas. Sin embargo aquellos oficios que requieran rigurosidad y concentración se les da mucho mejor, como el caso de las artes plásticas.
Es el caso de Frederich Abreu Urbáez, joven de 25 años, que justamente se destaca en el área de las artes visuales. Ha pintado varias obras, usando distintas técnicas en dibujo, pintura y grabado. Parte de esas creaciones integran su primera exposición individual que fue presentada en el Centro Cultural Perelló.
“Yo se que me ven diferente, pero no importa, porque puedo lograr todo lo que proponga y ellos también pueden”, dice, mientras señala sus acompañantes.