El 16 de julio de 1786, en la iglesia parroquial de El Seibo, el sargento mayor Juan de León Benítez fue padrino de su sobrina nieta Manuela Díez, la futura madre del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte, entonces de veinte días de nacida, hija de Antonio Díez y Rufina Jiménez. Rufina era hija a su vez de su media hermana mayor Lorenza Benítez de Jiménez.
Su padre fue Juan Benito Rengel, teniente de gobernador de El Seibo en 1747 y alcalde ordinario de dicha villa en 1748, y su madre María de Herrera, hija de Gonzalo de Herrera y Juana de Albarado. Bautizado en El Seibo el 2 de mayo de 1739, las primeras referencias de su vida adulta datan de 1764; en ese año fue designado tutor de sus hermanos menores Julián y George (sic) -procreados por su madre ya viuda de su segundo marido- y en su calidad de albacea y heredero de su madre instituyó la capellanía que, por su alma y a favor del curato de El Seibo, ella estableció en su testamento, que dictó en 1763 y en el que le nombró único y universal heredero.
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Por capellanías que instituyó en 1764 y 1765 junto a Juan del Rosario, Juan Anteportalatín Sorrillas y Juan del Rosario Ruiz, como albacea y herederos del teniente de gobernador Juan del Rosario Ruiz, también en provecho del curato de El Seibo, sabemos que estaba casado para 1764 con la hija de este funcionario, Josefa del Rosario Ruiz. Con ella solo tuvo un hijo, Manuel Benítez Ruiz, quien murió “en edad pueril”.
Alcanzó el rango de capitán y fue alcalde ordinario de El Seibo en 1767, 1770, 1773, 1794 y 1806, oficial municipal en 1805 y miembro de su consejo de notables en 1806. Como otros miembros de la élite colonial seibana fue propietario de esclavos: consta que en 1794 compró, ante el alcalde ordinario Antonio Rivera, a Pablo Garrido, vecino de Higuey, un esclavo de nombre Luis, de casta congo, de aproximadamente 30 años; en 1806 compró a Eduardo Jimenes un esclavo de nombre Luis, de aproximadamente 40 años, ante el notario público Rafael González y Fernández, y en 1807 compró a Miguel Febles un esclavo llamado Ramón.
Devoto de la Virgen de la Altagracia, el 6 de abril de 1808, habiendo enviudado y estando gravemente enfermo, otorgó su testamento ante el notario público Domingo Pérez. Requirió ser sepultado en la iglesia parroquial de El Seibo, amortajado con una sábana blanca o como dispusiesen sus albaceas, con misa y vigilia cantada. Instituyó como único y universal heredero a su sobrino y ahijado Juan Ruiz, también nombrado albacea junto a Tomás [de] Mercedes. A Ruiz lo había adoptado y criado desde pequeño como su hijo y le legó los terrenos que había adquirido en El Hatillo, La Bija, Loma Tabaco y La Candelaria y los hatos de El Barrero y San Lorenzo, así como el ganado que habitaba en ellos. A fin de facilitar la libertad de sus esclavas, ordenó que fuesen vendidas en la mitad del precio en que fuesen tasadas; a la “negrita” Manuela, hija de su esclava María, por haberla criado como una hija, le dio la libertad por mandato testamentario.
Benítez murió pocos meses después de testar, pues el 6 de septiembre de 1808 Juan Ruiz otorgó poder ante el notario público Domingo Pérez a Santiago Pión, “habitante del Hatibonico” en Haití y residente en El Seibo, para que lo representara en las operaciones que promovía ante el tribunal de primera instancia de Santo Domingo para la homologación del testamento de su tío, por su “impericia en la idioma francesa (sic), y expensas competentes”. El 27 de septiembre siguiente, mediante acto otorgado ante el notario público Domingo Pérez, Petrona Benítez, viuda de Felipe Zorrilla e hija de Manuel Benítez y Nicolasa de las Mercedes, declaró haber recibido dos vacas paridas en ejecución de las disposiciones testamentarias de su difunto tío, al tiempo que otorgó acuse de recibo al albacea Juan Ruiz y se apartó de la litis que el albacea Tomás [de] Mercedes seguía en contra de la testamentaría de su tío. A ese proceso se sumaron como demandantes María Ortiz Benítez, Tomasina Benítez, Nicolasa Benítez y Tomás Herrera, por sí y sus hermanos, hijos de Julián Herrera, todos “parientes cercanos” de Juan León Benítez, quienes el 11 de octubre de 1808, mediante acto instrumentado por el notario Domingo Pérez, apoderaron al propio Tomás [de] Mercedes para que, en su nombre y representación, compareciera ante el tribunal de primera instancia de Santo Domingo para impugnar la homologación que de su testamento había sometido Juan Ruiz y reclamara los bienes que les correspondían.
Tomás [de] Mercedes, capitán de una de las compañías de caballería disciplinadas de El Seibo e hijo de Tomás de Mercedes y María Sorrillas, era esposo de María [de] Herrera, sobrina carnal de Benítez -hija de George de Herrera, esposo sucesivamente de Felipa Zorrillas y María Nicolasa Benítez-, quien junto a sus parientes, indigentes para entonces, vieron frustradas sus aspiraciones de mejora económica, cuando Juan Ruiz les negó la “mesquina cantidad de quareinta reses” que su tío les había legado. Su demanda buscaba la anulación del testamento de Benítez, pero por alguna razón no lo logró en un tiempo prudente: quince años después, el 8 de abril de 1823, María [de] Herrera, ya casada con Manuel López, ante el juez de paz suplente de El Seibo, Fermín de Mota, otorgó poder especial a Norberto Linares para que diera continuidad al litigio incoado por su primer esposo.
Acaso Juan Pablo Duarte, que nacería en Santo Domingo el 26 de enero de 1813, nunca supo de aquel tío bisabuelo esclavista, por cuya herencia se enfrentaron sus parientes colaterales seibanos, y quien además fue dueño del hato de Palo Hincado, del que Juan de León Benítez entró en plena propiedad a la muerte de su esposa, y donde, al filo del año de su muerte, el 7 de noviembre de 1808, Juan Sánchez Ramírez libró la batalla que reincorporó a España la colonia de Santo Domingo, que Duarte convertiría en república 36 años después.