§ 1. En varios artículos y libros he sostenido la idea radical de que el único y verdadero padre de la patria dominicana es Juan Pablo Duarte, ideólogo de la independencia en contra de Haití al fundar, por iniciativa propia, la sociedad secreta La Trinitaria el 16 de julio de 1838 y reclutar los primeros ocho miembros de la referida sociedad a quienes persuadió de jurar en nombre de Dios, del honor y de su conciencia, de «cooperar con su persona, vida y bienes a la separación definitiva del Gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana…» (Jorge Tena Reyes. Duarte en la historiografía dominicana. Santo Domingo: Colección del Sesquicentenario de la Independencia Nacional, ovol. III, 1994, p.22).
§ 2. Incluido Duarte, los otros ocho fundadores de La Trinitaria fueron Pedro Alejandrino Pina, Juan Isidro Pérez, Felipe Alfau, José María Serra, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz y Benito González. En esta lista no figuran Francisco del Rosario Sánchez ni Ramón Matías Mella Castillo, a quienes la conciliación de clases practicada por el dictador Ulises Heureaux le llevará a decretar que estos dos patriotas formaban parte de la trilogía, junto a Duarte, de los padres de la patria. Es una decisión puramente individual, apañada por un grupo de historiadores vinculados a las prácticas autoritarias y dictatoriales de los distintos Gobiernos dominicanos consagrado ese desaguisado de Lilís en libros históricos, quien buscó equilibrar la lucha que durante su Gobierno se libró entre los partidarios de Duarte como único padre de la patria, los partidarios de Sánchez, encabezados por el hijo de este, Juan Francisco Sánchez de Peña para que fuera su padre el verdadero y único padre de la patria y; por último, los partidarios de que fuera Mella el único y verdadero padre de la patria. Tremendo dilema que se le presentó al dictador y lo resolvió políticamente y todo el mundo quedó contento, menos los creadores del culto a Duarte como único y verdadero padre de la patria, a la cabeza de los cuales estaban en primer lugar José Gabriel García y Emiliano Tejera. Este conoció a Duarte en Caracas, luego de que lo hiciera primero el sacerdote y futuro arzobispo y presidente de la República Fernando Arturo de Meriño, introductor en el país del mito del Duarte paupérrimo y medio loco. ¿Cuál fue el interés de Meriño en difundir esta leyenda? Posiblemente encumbrar a Sánchez o a Mella. Su mentira tuvo el efecto del decreto de Lilís, ministro de Interior del Gobierno de Meriño, y luego heredero del poder del Partido Azul de 1887 a 1899. ¿Cuál hecho fundamental contribuyó hasta hoy al éxito de semejante leyenda? La guerra social y racial de la Restauración, como se verá más adelante.
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§ 3. Mientras tanto, apunto que ya para el 26 de enero de 1843, según la cronología duartiana de Tena Reyes, el fundador de La Trinitaria encomienda «una misión secreta» a Mella, quien visita la ciudad de Los Cayos con el objetivo de lograr «el acercamiento entre los nacionalistas dominicanos y los reformistas haitianos, en un empeño común de derrocar al régimen imperante», que no era otro que el de Jean-Pierre Boyer, quien unió en una sola república las dos partes de la isla. Esta misión implica, por lógica, que Duarte convenció a Sánchez y a Mella a que se unieran a la ya inexistente sociedad secreta La Trinitaria, reemplazada por La Filantrópica, como se verá más adelante. Cada miembro original tenía por misión reclutar a tres miembros más y asumir el juramento trinitario. La entrada de Sánchez y Mella se comprueba mediante la cronología de Tena, quien apunta que el 27 de enero de 1843 se inició en el pueblo de Praslin la revolución denominada de La Reforma contra el Gobierno de Boyer y que Mella va a Los Cayos porque «los reformistas, dirigidos en esta ciudad por Duarte, Sánchez, Mella, Pina, Pérez, Adolfo Nouel, Alcius y Artidor Pontieux, Francisco Montás, Domingo Benoit y Augusto Bernier, «rubrican con su sangre su desconocimiento de las autoridades haitianas.» La caída de Boyer ocurrió el 13 de marzo de 1843. Con la salida de Boyer a Jamaica, exiliado, se inicia la presidencia de Charles Hérard-Rivière), quien, de aliado de los trinitarios, será su más enconado perseguidor cuando se enteró de que los duartianos perseguían, como se vio en el juramento del 16 de julio de 1838, la independencia total de la parte Este, llamada Santo Domingo. Pero todos los que estudiamos medianamente la historia dominicana conocemos las razones (económicas y políticas) de esta persecución que terminará con la última invasión de Soulouque, guerra de Haití contra los duartianos iniciada luego de la proclamación de la independencia dominicana el 27 de febrero de 1844.
§ 4. La prueba irrebatible de que Duarte es el único y verdadero padre de la patria y que los demás socios de él no eran más que sus subordinados como encabezados de la sociedad secreta La Trinitaria, es el nombramiento de Duarte como General en Jefe de los Ejércitos de la República y Director General de la Revolución, es decir, que Sánchez, Mella y los demás encabezados de la sociedad secreta La Trinitaria, obran en virtud de las instrucciones y liderazgo de Duarte, incluso cuando Santana le condena a él y a su familia a destierro perpetuo en Venezuela y a la pena de muerte si osaren regresar a territorio dominicano.
§ 5. Fue el predominio de Santana, líder de los hateros, y de Báez, líder de la pequeña burguesía y de los campesinos pobres y muy pobres durante 21 años lo que impidió que Duarte, por voluntad propia, se acogiera en 1849 al decreto de amnistía que firmó el presidente Manuel Jimenes en beneficio de todos los expulsados del país, léase trinitarios, por los Gobiernos de Santana y Báez. Sánchez y Mella y los demás expulsos se acogieron a la amnistía y pagaron su precio por ella. Sánchez, Mella y otros trinitarios y algunos enemigos de Santana o Báez, fueron voluntariamente, u obligados, a colaborar con las dictaduras de Santana y Báez. Mella con Santana y Sánchez con Báez. Pero como escribió Tulio Cestero, con la acción de Sánchez en El Cercado en 1861 y la de Mella durante la guerra social de la Restauración, ambos volaron, redimidos de sus pecados políticos, del cadalso a la gloria el primero y, el segundo, con su participación heroica y su contribución histórica extraordinaria al redactar y ejecutar en los campos de batalla el manual de guerra de guerrillas durante el tiempo que duró la guerra social, racial y de independencia de la Restauración, cuyos efectos prácticos se vieron en Cuba cuando Máximo Gómez, el libertador de aquella nación, las aplicó al pie de la letra contra el ejército profesional de España, destruido primero en Santo Domingo y luego en la Perla de las Antillas.
Pero Duarte, nuestro único y verdadero padre de la patria, no cometió nunca error político alguno ni mostró debilidad frente a los dictadores Santana y Báez, porque siempre se atuvo a su estrategia fundamental: mientras Santana y Báez estén en el poder no hay ninguna garantía para mi vida ni la de mi familia. Y así fue. Los insensatos y desaprensivos antiduartianos, que forman legiones con mucho poder político, económico e intelectual, vituperan a Duarte porque no regresó al país mientras Santana y Báez mantuvieron el dominio y control total del país. Estos desaprensivos antiduartianos se duelen de que el padre de la patria no viniera a morir a su país, víctima de Santana o de Báez. Para probarles a esos insensatos la tremenda lucidez política, ética y mental de Duarte, he aquí que cuando sonó el clarín de guerra contra la Anexión a España el Padre de la Patria no vaciló en volver a su República Dominicana a cumplir con el pacto de sangre firmado dos veces, al fundar La Trinitaria y al aliarse con los reformistas de Haití como única forma de conquistar la independencia de la República Dominicana. Traído al país por el poeta Manuel Rodríguez Objío, evadiendo la persecución de las autoridades españolas que les vigilaban desde Caracas y Puerto Rico, desembarcaron por Monte Cristi y llegaron el 4 de abril de 1864 a Santiago, cuna del Gobierno restaurador en 1864 a ponerse al servicio de la lucha contra los orcopolitas dominicanos.
§ 6. Pero al llegar a Santiago a brindar, con las armas en las manos, sus servicios al Gobierno restaurador, ninguno de los jóvenes que dirigieron la guerra en los campos de batalla (Gaspar Polanco, Luperón, Santiago Rodríguez, Monción, los Salcedo, los Heureaux), tenía la menor idea de quién era Duarte. Solamente algunos de los mayores contemporáneos de la gesta del 27 de Febrero y las guerras de independencia contra Haití sabían quién era Duarte. Ahí estaban Mella y Pina para atestiguarlo. Pero la malicia y el recelo de hombres que ejercían el poder del Gobierno restaurador (Espaillat, Benigno Filomeno de Rojas y otros civiles) vieron el peligro que podía representar Duarte para sus planes y, sobre todo, conociendo lo que Mella hizo en el 44 al proclamar presidente al padre de la patria en Santiago. Y Mella tenía amigos militares y los generales y coroneles que peleaban en los campos de batalla, los llamados comandantes, recibían instrucciones de Mella y una de esas instrucciones fue la de cómo poner en práctica la guerra de guerrillas en contra del ejército peninsular. En este contexto es que hay que entender la rapidez con que el Gobierno restaurador quiso deshacerse de una presencia tan incómoda como la de Duarte y por esta razón le devuelven en el acto a Caracas para que gestionara fondos y armas ante el Gobierno venezolano, tarea ímproba toda vez que en la patria de Bolívar se libraba la segunda guerra social, llamada federal, y todos los recursos económicos y armamentistas iban destinados al presupuesto militar de aquella contienda que duró de 1859 a 1865, justamente abarcadora del período de nuestra primera guerra social, racial y de independencia contra España. En un primer momento, Duarte rechazó la oferta: «el mal estado en que se encuentra mi salud no me permite aceptar por ahora el alto honor que se pretende hacerme» (Carta a Alfredo Deetjen, ministro de Hacienda y encargado de las Relaciones Exteriores, fechada en Santiago el 15 de abril de 1864. (En Apuntes de Rosa Duarte y archivo y versos de Juan Pablo Duarte. Santo Domingo: Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, 1994, pp. 240.41). Pero seis días después, el 21 de abril de 1864, el Padre de la Patria acepta el encargo no solo para contrariar un artículo del Diario la Marina, de La Habana, que trató de sembrar la división entre Duarte y los restauradores, sino para demostrarle a Espaillat y los generales que dirigían la guerra contra España que él vino al país a servir con las armas en las manos su independencia, de la cual fue el ideólogo y ahora su defensor práctico. La misiva a Ulises Francisco Espaillat, ministro de Relaciones Exteriores dice que el artículo del referido periódico español ha «modificado completamente mis ideas y estoy dispuesto a recibir vuestras órdenes si aún me juzgareis aparente para la consabida comisión, pues si he vuelto a mi patria después de tantos años de ausencia ha sido para servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos y jamás piedra de escándalo, ni manzana de discordia, No tomo esta resolución porque tema que el falaz articulista logre el objeto de desunirnos, pues hartas pruebas de estimación y aprecio me han dado y me están dando el Gobierno y cuantos generales, jefes y oficiales he tenido la dicha de conocer, sino porque nos es necesario parar con tiempo los golpes que pueda dirigirnos el enemigo y neutralizar sus efectos.» (Op. cit., 242).
Grandeza y desprendimiento del Padre de la Patria, palpable demostración de que no le animó nunca ambición de mando ni amor al dinero y los fastos del poder, sino la creación de una patria libre e independiente de toda potencia extranjera. La grandeza del Padre de la Patria, su lucidez y su estilo literario los veremos cuando analice en la próxima entrega la carta que le dirigió el 18 de marzo de 1865, desde Caracas, al socio de La Filantrópica y La Dramática Félix María del Monte, exiliado residente en Puerto Rico. (Continuará).