Antes de la aparición del coronavirus, parecía que las próximas elecciones en EE.UU. serían un mero ejercicio de formalidad y sin mayores novedades que las que ya eran previsibles. En ese sentido, el presidente Donald Trump venía acumulando una cadena de triunfos que proyectaban su posible reelección a una victoria sin mayores contratiempos. Entre ellos, salió airoso en la investigación del fiscal Robert Mueller, logró vender a China como un real enemigo de los intereses de EE.UU. salió vigoroso y con su partido cohesionado del impeachment y, tenía el crecimiento económico y la abundancia de empleos como discurso estratégico de su campaña.
Trump y el Coronavirus.
Otros de los elementos que beneficiaban a Trump era la falta de contrincantes internos por la nominación, eso le permitía no desgastar su imagen ni recursos ante posibles enfrentamientos intestinos. Y, además, tenía a Wall Street en sus manos por el crecimiento de sus inversiones. Sin embargo, como la política carece de valores absolutos y la dinámica misma de la vida hace que los seres humanos externen reacciones y emociones disimiles ante un mismo acontecimiento; después del COVID-19 la valoración del presidente Trump es totalmente diferente, inclusive, hasta con posibilidades de perder las elecciones algo que parecía muy difícil.
Dentro de ese nuevo contexto, Trump cometió dos errores graves 1ro, ignoró en un momento de crisis sanitaria la ley No. 9 del gran Robert Greene que sentencia que, “gane a través de sus acciones, nunca por medio de argumentos”. Empero, él lastimó su imagen y simpatía haciendo todo lo contrario. De igual forma, como es un político dinosaurio que apuesta por ser en campaña un candidato Bogs Bunny; desaprovechó con el COVID-19 una de las herramientas de marketing político más exitosa en EE.UU. patentizada públicamente en 2003 por Karl Rove otrora asesor de Bush quien dijo, “el miedo es el arma de persuasión política más efectiva, la gente hace lo que le dices”.
El Oponente Joe Biden.
No existe duda alguna, que el exvicepresidente Joe Biden es el prototipo político que representa la prefectura conservadora y genuina del establishment en EE.UU. Por eso, sus 36 años de experiencia como Senador en ese complejo cenáculo del capitolio lo convirtieron en la figura clave para acompañar a Obama en sus dos períodos. Además, su reconocida fama de hombre conciliador, resiliente y la gran capacidad de empatía persuasiva que genera como arma electoral la victimización retórica de las engorrosas situaciones que ha tenido que enfrentar; lo convierten en un candidato sumamente compactado.
Al margen de esas cualidades, como todo candidato Joe Biden también tiene sus debilidades; entre ellas, arrastra el lastre de dos aspiraciones antiguas desastrosas en la cual hasta fue acusado de plagiar sus discursos en una de ellas. Asimismo, tendrá que cargar en todo el resto de la campaña con las acusaciones inquisitivas de Trump y los republicanos por los negocios de su hijo en Ucrania cuando él era vicepresidente, ahora se adiciona la acusación de abuso sexual de Tara Reade su ex colaboradora y, su problema más difícil es su falta de destreza para dominar la retórica en público situación que le generó el seudónimo de “candidato de porcelana” por parte del consultor David Axelrod.
El Choque entre Ambos.
A pesar de que en los últimos 130 años solo 4 expresidentes no han podido conseguir la reelección, antes que iniciara la pandemia las encuestas presentaban a Trump con un 3% por debajo de Biden. Pero, su recalcitrante visión para aceptar y enfrentar la crisis hoy le colocan con un 11% de desventaja según los datos arrojados por Oxford Economics. Esas decenas de miles de fallecidos, el derrumbe de su discurso del gran salto económico junto a los millones de desempleados y, la exteriorización de las falencias del sistema de salud serán su talón de Aquiles en todo el resto de la campaña. Máxime, por las explosiones que protagoniza cuando un periodista lo cuestiona.
En el otro extremo, las propias debilidades del vicepresidente Joe Biden son al mismo tiempo las mayores fortalezas de Trump. Verbigracia, Trump es un genio en el manejo de la “sociedad teledirigida” a la que Biden no se puede exponer mucho. La vuelta a la normalidad dará al presidente la facilidad de recursos y la toma de medidas excepciones y, probablemente el mayor de sus problemas sea cuando lleguen los debates televisados que son la cancha de Trump. No obstante, conociendo la megalomanía del inquilino de la Casa Blanca es casi seguro que esas fortalezas le puedan llevar a subestimar a Biden y, ya dijo Daniel Kahneman que “nunca subestimemos el papel del azar en los acontecimientos”.