La cultura política dominicana en 2024

La cultura política dominicana en 2024

Para los estudiosos de la cultura política dominicana actual, reproduzco fragmentos de dos editoriales publicados en Cuadernos de Poética en julio de 2020 titulados “Américo Lugo, elecciones, nuevo gobierno el 16 de agosto de 2020 y pandemia”: «Cuadernos de Poética publica como documento para la historia de la República Dominicana la carta que Américo Lugo le dirigió a Horacio Vásquez el 20 de enero de 1916 aparecida en “La Bandera Libre”, dirigida por Fabio Fiallo, recogida luego por Julio Jaime Julia en la “Antología” con obras del historiador incorruptible, entre las que figura, ampliada, su tesis doctoral.

«Ahora que se inaugura el 16 de agosto de 2020 un nuevo gobierno bajo la conducción del presidente Luis Abinader, luego de haber vivido la sociedad dominicana 44 años de violentos gobiernos que llevaron al país a la hipérbole del clientelismo, el patrimonialismo y su corolario, la corrupción, se convierte en un deber cívico la lectura de las cartas de Américo Lugo con el objetivo expreso de reflexionar sobre cuándo iniciará el país la larga marcha hacia la construcción de las conciencias política y nacional sin las cuales no existe un verdadero Estado nacional.

«Si esos dos tipos de conciencia han estado ausentes en la sociedad dominicana desde la fundación de la república en 1844, es hora de que quienes poseen la misión de contribuir a crear esas conciencias política y nacional, echen manos a la obra. De lo contrario, zozobraremos de nuevo, como zozobramos en 1863 con la Restauración; en 1916-24 con la primera ocupación militar estadounidense que terminó apropiándose de la cosoberanía de nuestro país, concedida graciosamente en 1921 mediante el Plan Hughes-Peynado por los políticos clientelistas y patrimonialistas para ellos conservar el poder; como zozobramos luego de finalizada la guerra patria de abril de 1965 al ser incapaces de impedir el triunfo de Joaquín Balaguer, impuesto por las bayonetas de Lyndon B. Johnson y que originaron los 12 años de gobiernos violentos del Partido Reformista que ensombrecieron la libertad del pueblo dominicano, labor continuada luego con el traspaso del poder por parte de Balaguer al Partido de la Liberación Dominicana, ambos partidos guardianes de la corrupción y la impunidad.

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«Los retos del nuevo gobierno son inmensos y las expectativas del candidato del Partido Revolucionario Moderno al electorado que votó en más de un 53% por él, son exorbitantes, y los medios económicos al alcance de la nueva gestión, magros a causa de la pandemia del COVID-19, para la que los gobiernos del mundo no estuvieron preparados, toda vez que la generación que gobierna al mundo después de la caída del muro de Berlín se acogió, sin crítica, al liberalismo salvaje y a la cultura “light” que rige el planeta .

«Excluyo los gobiernos de Guzmán, Jorge Blanco y Mejía, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), porque los tres, liberales, tuvieron la virtud de respetar las libertades públicas, pero la respetaron tanto que al final les perjudicó: los adversarios abusaron de este derecho, lo que obligó a estos tres gobernantes a mostrar, al inicio del tercer año de mandato, el rostro de la tentación autoritaria o la figura aviesa del continuismo.

«Es una maldición que ronda a los gobiernos del antiguo PRD, hoy PRM, que ninguno de sus presidentes haya podido reelegirse y tan pronto han conquistado el poder, sus errores han llevado a los opositores a la primera magistratura del Estado.

Si Luis Abinader rompe el ciclo de esta repetición sicopolítica, no deberán asomársele al inicio de su tercer año de mandato las dos caras de Jano: la soberbia y el autoritarismo.

«En la sección ‘Documentos para la Historia de la República Dominicana reproducimos, con la misma estrategia planteada, la carta de Lugo a Horacio Vásquez, y dos importantísimas misivas de este paradigma de intelectual único en nuestra sociedad, dirigidas al generalísimo Trujillo. Las misivas figuran en el tomo III de la citada “Antología…”, de Julia.

«Es el único intelectual, después de Meriño para los casos de Santana y Báez, que le dijo en vida ¡NO! al poder dictatorial de Trujillo. No se marchó al exilio y prefirió sufrir los rigores del aislamiento social y la sofocación económica. Le dijo NO al poder de Trujillo y con la práctica teórica trazó con su vida y su pluma la lucha por la evacuación pura y simple de los invasores estadounidenses de nuestro país entre 1916-1924 y denunció públicamente a las camarillas políticas de caudillos y caciques personalistas que se tranzaron con el poder de los Estados Unidos cuando firmaron el Plan Hughes-Peynado y, para conservar el poder, esos políticos clientelistas y patrimonialistas cedieron en 1921 al coloso del Norte la cosoberanía de la república. Es nuestro primer teórico del antimperialismo norteamericano y del antillanismo.

«Es un ejemplo por seguir en materia de ideas y práctica vital por la juventud actual que desea enderezar y construir lo que no hemos hecho las generaciones surgidas luego de la caída de la dictadura de Trujillo: crear la conciencia política y la conciencia nacional del pueblo dominicano.

«Nunca ningún dominicano se atrevió a tanto en una confrontación con Trujillo. En la primera misiva al dictador le reitera que el pueblo que gobierna no constituye una nación: Por las mismas razones que le expresó a Horacio Vásquez, le aclara a Trujillo la definición de historia como estudio de los hechos sucedidos en el pasado y no los del presente, porque el dictador quería a toda costa que Lugo escribiera sobre su primer gobierno y le recordó que el juicio acerca de Trujillo no depende de lo que digan sus contemporáneos, sino de uno mismo; y, por último, le dice que ‘recibir dinero’ por escribir la historia inmediata de los sucesos de la ascensión de Trujillo al poder, ‘en las presentes condiciones, tendría el aire de vender mi pluma, y ésta no tiene precio’.

«En la segunda carta, Lugo le enmienda la plana a Trujillo, quien ya, dictador con partido único, se ha reelegido para un segundo mandato y cometió la torpeza de anunciar en Esperanza que Lugo había sido designado historiador oficial para escribir la historia de la isla desde 1492 hasta 1930. Esta segunda carta de Lugo al dictador es una cátedra sobre la diferencia entre historiador e historiógrafo y sus métodos. Pero, sobre todo, es una cátedra de cómo se debe gobernar un país y una reiteración de que el pueblo que Trujillo gobierna no es una nación a causa de la carencia de conciencias política y nacional de ese pueblo. Y, por encima de todo, es una lección de ética política al trazar la distinción entre educación intelectual y educación moral y que, para escribir la historia dominicana, precisa buscar a un historiador que se asemeje al griego Tucídides.

«El cierre de la carta al dictador Trujillo es un acto de desafío al hombre todopoderoso: “Mi convenio [con el Gobierno para escribir la historia de la isla de Santo Domingo] excluye por naturaleza toda idea de subordinación y debe ser cumplido exclusivamente bajo los dictados de mi conciencia. No recibo órdenes de nadie y escribo en un rincón de mi casa.

«Igualmente, es de una valentía extraordinaria la distinción que asume Lugo entre Trujillo y él. Trujillo es el vencedor, ambicioso; Lugo, el historiador humilde para quien cuentan solo los pobres y no la farándula política que se suma al carro triunfal del dictador a cambio de lisonjas y concluye este enfrentamiento con Trujillo con el juicio sumario del historiador acerca de la generación que ha subido al gobierno: “La actual generación dominicana es precisamente, en mi pobre concepto, la más desgraciada de cuantas han hollado con su planta el suelo de la isla sagrada de América. Débese esto a la Ocupación Americana, que fue escuela de cobardía y envilecimiento, de debilidad y corrupción, y cuya acción depresiva y deletérea destruyó la energía del carácter, la seriedad de la palabra, la vergüenza en el obrar, dejando a la hora de la Desocupación, un pueblo muelle, despreocupado y descreído sobre esta tierra de acción y de fe, que fue almáciga de héroes desde los primeros tiempos del descubrimiento del Nuevo Mundo y que dio a éste, en el siglo XIX, un príncipe de la libertad en Francisco del Rosario Sánchez. Hoy, 2020, tiene la juventud dominicana la oportunidad de no ser una generación como la de Trujillo, descrita por Lugo.»

Hasta aquí los fragmentos de los editoriales. Han pasado cuatro años desde su escritura. Nuestra cultura política sigue siendo clientelista y patrimonialista. Luis Abinader ha descrito, analizado y criticado este tipo de cultura, pero eso no es suficiente.

Es de obediencia a la verdad decir que Abinader ha hecho, dentro de los escasos márgenes en que puede moverse, un gobierno decente y ha combatido la corrupción con el lema de “tolerancia cero” y que, en su gobierno, “tiene amigos, pero no cómplices”. Lo cual quedó evidenciado con el “affaire” Macarrulla, los casos de narcotráfico y otros de menos viso, en que ha apartado de su gobierno a miembros del PRM que han metido la mano en el erario. En cuanto a la impunidad, su ministerio de una justicia independiente ha hecho lo posible, dentro de las actuales circunstancias, por encausar ante los tribunales, pendientes de juicio de fondo, a personeros que crearon entramados de corrupción durante los gobiernos peledeístas, sin que tal persecución se haya extendido a gobiernos reformistas y perredeístas.

El haber enfrentado con éxito la pandemia de COVID y mantenido el crecimiento económico en niveles más altos que muchos países del área le valieron, según las encuestas, el apoyo de un porcentaje que llegó casi el 60 por ciento de los votos. El resultado de las elecciones municipales pasadas le confirmaron a Abinader su reelección con este elevado porcentaje y la oposición, representada por los sepultureros del antiguo PRD, se halló tan abajo en las encuestas (la intención de votos para ellos fue de un 30%), pero, al saberse derrotados, recurrieron a lo que saben hacer: desacreditar los procesos electorales.

Como lo analizaron Lugo, Moscoso Puello, Pérez Cabral, Sánchez Ravelo y Bosch, observo que amplios sectores de la clase media han sumado su apoyo casi masivo, como siempre lo han hecho desde 1844 hasta hoy, al carro del vencedor: Abinader. Estos estudiosos de la cultura política dominicana acertaron al decir que estas capas medias se deciden a apoyar a un candidato presidencial cuando ya ven seguro su triunfo. Son los eternos trepadores sin conciencia política y sin conciencia nacional.

Al romper el “maleficio” evocado supra, como no podrá ser candidato presidencial en este último período de gobierno, Abinader, con conciencia, deberá cuidarse con extrema cautela de las apetencias por sustituirle dentro del PRM, las cuales llevarán a esos aspirantes, principalmente a los que viven únicamente de empleos públicos, a querer acumular riquezas mediante el mecanismo de la corrupción como forma de reproducirse en el poder a costa del dinero de los contribuyentes.

Es imposible encontrar en mi país partidos con principios, como el Nacionalista de Lugo o el Liberal de Eugenio Deschamps en el pasado, “ergo”: hipótesis siguiente: De aquí a 2476 surgirá en el país un partido anticlientelista y antipatrimonialista que contribuirá a crear las conciencia política y conciencia nacional sin las que no existe un Estado nacional verdadero.

Desde 1966, guiado por esta convicción de principios de Lugo, voté por los candidatos que, sin poseer conciencia política y conciencia nacional, han contribuido al mantenimiento de las libertades públicas; por gobiernos decentes que permitieron las ideas de estos editoriales de “Cuadernos de Poética”. Sin esperar nada a cambio de ningún político, asumí conscientemente que, como profesor de la UASD, me aseguraba para siempre no depender de empleos públicos. Esta vez voté por Abinader, Guillermo Moreno y José Horacio Rodríguez, lo más decente en los comicios pasados. Con este principio de personalidad persistente “escribo en un rincón de mi casa y no recibo órdenes de qué y cómo escribir” y aspiro a que sea sepultado el liderazgo coyuntural de Leonel Fernández y Danilo Medina (nada personal, pues no les conozco); apostar a que surja una nueva generación de jóvenes que unifique las dos facciones en un solo PLD y que retomen la ética política de Juan Bosch, abandonada por quienes traicionaron su pensamiento antipatrimonialista y anticlientelista, aunque sea muy difícil, pero no imposible. Difícil, porque la ideología del clientelismo y el patrimonialismo como única forma de practicar la política, ya moldeó a nuestra juventud.

¿Legado de Abinader? Pasar de presidente a estadista: Reforma fiscal sin dañar a la clase media y los pobres; reforma de los códigos de Seguridad Social, Trabajo, Penal; constitucionalizar las tres causales o mediante ley; crecimiento macroeconómico, seguridad ciudadana y paz social.

Post Scriptum: Escribo cada quince días en Areíto. Me correspondía publicar el sábado 15 de mayo, pero enviada esta colaboración, la misma violaba la prohibición de la Ley Electoral de realizar “propaganda” 48 horas antes de los comicios del pasado 19 de mayo. Los verbos han sido contextualizados.