Por Jon Subinas
En la actualidad, Panamá está sufriendo una de las mayores crisis migratorias de la historia del continente por el tránsito de miles de migrantes en el denominado Tapón del Darién. Se trata de una de las selvas más inhóspitas del mundo en el que se dan encuentro exguerrilleros, narcotraficantes y las mafias de tráfico de personas, y constituye un punto de unos 130 kilómetros en el que se corta la carretera interamericana que va de Chile a Alaska. Se calcula que en 2023 se ha llegado a la cifra récord de más de medio millón de personas que cruzaron la selva del Darién con rumbo a Estados Unidos. Esto supone más de un 12 % de la población panameña; ese porcentaje, extrapolado a otras crisis migratorias como la de la frontera sur de EE. UU. o al sur de Europa, supondría unos números desorbitantes para los países receptores. De estos migrantes en tránsito más de un 60 % provienen de Venezuela, lo que pone el foco en la profunda crisis social y política que está sufriendo el país bolivariano y en las consecuencias que eso tiene en la región.
En su discurso del 25 de septiembre de 2024 en la Asamblea de las Naciones Unidas, el presidente panameño, José Raúl Mulino, enfatizó estos datos y solicitó enérgicamente una mayor implicación de la comunidad internacional describiendo el drama humano y su impacto en el país canalero, que no solo conlleva un fuerte coste económico (según el ministerio de Seguridad panameño, más de 100 millones de dólares en el último quinquenio), sino que está teniendo un fuerte impacto ambiental. Según el estudio Impacto social, económico, ambiental y político en comunidades de la República de Panamá por la migración pasajera extrarregional que entra por el Tapón del Darién, de la Universidad Tecnológica de Panamá, se estima que cada migrante genera unos 9 kilogramos de desecho durante su viaje. Para una marcha de cinco días, esa cantidad equivale a 1,81 kg por día, lo que asciende a más de 900 toneladas de residuos considerando las más de medio millón de personas que han transitado por ahí en 2023. Hay que destacar que Darién contiene una Reserva de la Biosfera de 5,790 km², declarada en 1981 como Patrimonio de la Humanidad.
Entre 2010 y 2021 se registraron algo más de 3.000 venezolanos y venezolanas que cruzaron el Darién, pero solo en 2022 esta cifra superó los 150.000 y en 2023 este registro se duplicó. Una de las razones del precipitado aumento del paso de población venezolana por el Darién fue la decisión de México y de varios países centroamericanos de exigir visados a los migrantes que provenían de Venezuela. Eso impulsó a muchas personas, que no podían llegar legalmente a México, a cruzar por el Darién, lo que evidencia que se necesitan respuestas coordinadas y no acciones aisladas de los diferentes países.
En Panamá la cuestión migratoria por ahora no ocupa el centro del interés ciudadano. Según datos de LAPOP 2023, menos del 1 % de la población considera que la migración es el principal problema del país. En el caso de los migrantes en tránsito, hay que precisar que el Darién es una de las áreas menos pobladas del país, con un 1,3 % de la población nacional en la provincia más extensa del Istmo, por lo que el tránsito de los migrantes es presenciado por un pequeño segmento de la población. Aun así, es destacable que un 61 % de las personas encuestadas consideran que Panamá y la comunidad internacional deben asistir a estos migrantes en tránsito, y este dato se amplía en el caso de la población más joven (71 %). Es decir, la población panameña expresa empatía con esta situación.
Pero en relación con la acogida, las opiniones son más complejas. Hay que tomar en consideración que Panamá ha sido receptor de un importante contingente de “la diáspora venezolana”. Según La Agencia de la ONU para los Refugiados, 7,7 millones de personas han abandonado Venezuela, y más de 6,5 millones han sido acogidas en 17 países de América Latina y el Caribe. En cifras globales, esto supone que más del 25 % de venezolanos y venezolanas han abandonado su país. En el caso panameño, la llegada de personas venezolanas ha aumentado tanto que, según el censo de 2023, se ha convertido en la segunda población migrante más numerosa tras la colombiana, acercándose mucho a esta. Incluso si se mantuviera, este ritmo de llegadas podría generar que en algún momento la población venezolana superará a la población colombiana, lo que supondría un hito histórico.
En relación con las personas encuestadas en LAPOP 2023, un 73 % no tiene problema en que sus vecinos sean venezolanos, y siete de cada diez comprenden que, por la situación de extrema dificultad económica, política y de inseguridad de su país, las personas venezolanas tengan que desplazarse a Panamá. Pero estos datos contrastan con un 78 % que consideran que la población venezolana debilita la cultura nacional y un 66 % que considera que empeora la economía, siendo los segmentos con menor riqueza los que expresan una mayor predisposición a percibir estas amenazas.
Panamá se ha caracterizado por ser un país de acogida, “el crisol de razas y culturas”, pero una coyuntura heredera de sucesivas crisis causadas por la pandemia y por el impacto de la subida de los precios, agravada en un contexto internacional de volatilidad económica y política, hace que la migración pueda generar percepciones muy negativas en los países receptores, por lo que se necesita una especial atención a este fenómeno.
Según las autoridades migratorias panameñas, hasta septiembre de 2024 se ha dado un notable descenso en la llegada por el Darién, una rebaja del 35 % hasta el 25 de septiembre de 2024, lo que puede estar marcando un cambio de tendencia. Estos datos podrían indicar que las medidas de repatriación y de control del flujo migratorio están teniendo éxito en 2024, pero por otra parte hay que tomar en consideración que, de acuerdo con ACNUR, las peticiones de asilo de la población venezolana han aumentado un 25 % desde la celebración de los comicios, y que se están abriendo nuevas rutas marítimas de tránsito.
Aún no se conoce de manera certera cuáles podrían ser las consecuencias migratorias de un agravamiento de la crisis política en el país venezolano, pero sí es razonable proponer una mayor implicación de la comunidad internacional, con el seguimiento y las medidas oportunas para atender a este flujo migratorio. En especial, se necesita el compromiso de Estados Unidos, ya que es la estación de llegada de estos migrantes en tránsito.