Soy el maestro,
ese alimento intelectual
de quienes en el aula
acuden a mi encuentro
en cada turno de clase,
para saciar su avidez de conocimientos.
Soy el maestro,
ese que con su porte y aspecto
enseña al buen vestir de sus discípulos,
ese que con su correcto hablar
no da caminos para que frases inciertas
aniden en boca de sus pupilos,
ese que cuando define sujeto, predicado y verbo en una oración
disfruta del brillo en los ojos de quienes te dicen
“gracias por enseñarme con tanto afecto”.
Soy el maestro,
ese que no escatima tiempo
para preparar una buena clase,
una buena clase que no deje huecos
en los que la duda se encierre
en el cerebro de sus alumnos
y mucho menos que no entiendan
el porqué de lo dicho.
Soy el maestro,
ese que en su mochila trae
sentido de pertenencia
buen trato,
la palabra precisa,
ese que más que nada es humano,
ese que ama vivir
de esa palabra mágica:
maestro. (Soy el Maestro, Albert Pou)
Me gustó la simplicidad de ese poema. Ya lo saben, he sido maestra siempre. Cuando era niña mi juego favorito era ser la maestra de mis hermanos pequeños. Y desde que tengo 15 años he estado metida en las aulas. He sido maestra en todos los niveles. Comencé alfabetizando y desde hace 30 años me he desarrollado en el nivel universitario.
Durante mis 30 años en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra he tenido la oportunidad de trabajar en formación docente; es decir programas creados para capacitar a profesores en servicio o a nuevos docentes. Una de las preguntas que siempre me he hecho es ¿por qué estos programas, estas grandes inversiones que ha hecho el Estado dominicano con fondos propios o de organismos internacionales no han impactado en la calidad de la educación? ¿Será porque hasta hace poco había mucha movilidad pues el sistema expulsaba a los profesores?
Hace unos meses fue publicado un pequeño libro sobre el tema de la formación docente. Su autora es una mujer que ha dedicado su vida entera a la educación. En esas 184 páginas se recogen décadas de experiencia, de entrega, de trabajo intenso con alumnos, pero sobre todo con maestros: Celeste Abréu Van Grieken y cuyo título es “Estrategias de Estudios de casos para la formación docente.” Su título lo indica. Ella propone una metodología muy concreta. El prólogo de la obra fue escrito por otra querida amiga: Lucero Arboleda de Roa:
La educación con su prometedor y polifacético carácter de ciencia esencialmente social, ha sido inagotable fuente de inspiración para filósofos, educadores y reformadores sociales, entre otros, quienes desde siempre han dejado sus huellas en una producción bibliográfica cuya magnitud se evidencia en prestigiosos servicios de información, con bases de datos especializados, de alcance regional o mundial, que nos ponen en contacto con una producción que supera en mucho nuestra capacidad para consultarla, leerla, analizarla e incorporarla creativamente.
(…)
En el marco de la gestión educativa, la formación docente es uno de los temas especializados que ha dado lugar a una rica literatura orientada a destacar el sustancial papel de la reflexión del maestro sobre su propia práctica, como vía para revisar críticamente, evaluar sus acciones y enriquecer o reformular las prácticas pedagógicas. ” (p. 19)
Lucero Arboleda finaliza su prólogo con el reconocimiento sincero y profundo a la labor de Celeste como educadora:
“Estamos ante la obra de una autora para quien las dimensiones teórica, metodológica, y empírica de la educación, demandan un culto diario al trabajo y el ejercicio de una responsabilidad social expresada en obras que, como esta, sistematizaron los resultados de pensar y actuar en educación, con mucha sencillez, con enorme coraje y con incuestionable lealtad a su condición de maestra comprometida con el enriquecimiento del repertorio actitudinal, cognoscitivo, intelectual y axiológico a través de su pedagogía de reflexión.” (P. 21)
Así pues, estamos ante la obra de una maestra, que decidió, después de muchos años de experiencia en las aulas, escribir, sistematizar y proponer una metodología para la formación de los docentes. Formar maestros no es solo ofrecer contenido, sino y sobre todo, instrumentos para reflexionar y profundizar lo aprendido, a fin de que, puedan llegar mejor a los jóvenes que educan.
El libro está dividido en dos grandes partes. La primera es acerca de los procesos de gestión en el aula, para la cual presenta 12 casos. Y la segunda sobre casos para el acompañamiento docente, cuyo contenido es la presentación de nuevos casos. La autora explica muy bien en la introducción el objetivo del libro:
“Como toda obra que se publica, este libro tiene una historia que necesita contarse por dos razones fundamentales: la primera es la necesidad de insistir en la idea de que el espacio de trabajo en el aula puede convertirse en una fuente inagotable de aprendizaje docente en la medida en que se asuma como una oportunidad de crecimiento personal y profesional. La segunda, como una manera de motivar a otros docentes a que sistematicen sus experiencias y aporten a la construcción de conocimiento pedagógico, que, hasta el momento, parece haber sido privilegio de unos pocos, quizás por esa cultura poco congruente en los profesionales de la educación de no escribir, ni reflexionar en su justa dimensión sobre su práctica profesional.” ((p.23)
Explica que, durante sus años de experiencia en el acompañamiento docente, comprobó que el Estudio de Casos es la estrategia más efectiva para reflexionar y evaluar la acción educativa de los docentes, generando interesantes debates sobre diversas situaciones en el aula, planteando soluciones colectivas a las problemáticas presentadas. Afirma con convicción que el Estudio de Casos permitió una mejor aproximación a la realidad estudiada al describir situaciones reales y vividas.
El espacio se agotó. En la próxima entrega seguiremos con el tema. Nos vemos