Cuando las personas observan la conflagración que hay entre Rusia y Ucrania cualquiera pensaría que se trata de dos enemigos históricos. Empero, esa relación es la más parecida a un matrimonio coloquial con etapas de mucho amor, momentos de apatía y episodios execrables.
Sin embargo, desde la anexión de la península de Crimea no veíamos tanta tensión entre ambos países ni en la región. Por ello, la comunidad internacional se encuentra en vilo tratado de evitar una guerra de alcance global que pueda ser dañina para todos.
Situación Actual
El pasado 19 de abril de 2021 advertí que ese conflicto se convertiría en un tema global y permanente; toda vez que, la importancia geopolítica que tiene Ucrania para los intereses de Rusia y para los demás jugadores del ajedrez convierten a ese país en una amenaza perenne para la paz mundial.
Por tal razón, de manera inesperada Putin declaró el reconocimiento de independencia de las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk y casi al mismo tiempo una invasión criminal a Ucrania. Las ambiciones humanas y la razón no caben en el mismo recipiente.
Dentro de ese contexto, si analizamos el perfil que está exteriorizando Vladímir Putin podemos concluir en que ahí está el mayor peligro, estamos observando a un jugador de póker totalmente diferente al silencioso y gran estratega que conocíamos; éste es un individuo contrariado y altamente belicoso.
Además, sus acciones han generado un desafío para la paz global y para el orden mundial establecido. La 1ra interrogante que surgirá después que pase esta hecatombe es, si puede seguir siendo legítimo el derecho de veto cuando lo está ejerciendo el mismo pirómano.
¿Por qué está pasando esto?
Imagino que todas las personas en el mundo hoy se estarán preguntando, ¿cómo fue que llegamos a este desaguisado criminal? La respuesta tiene una multiplicidad de variables históricas, geopolíticas, económicas, etc. Sin embargo, la principal es la violación y ruptura de todos los acuerdos de paz.
Asimismo, la carencia de un liderazgo solido en occidente, la enajenación irrendentista de Putin, la debilidad estructural del derecho internacional, la recomposición del orden geopolítico global y el auge de la Escuela de la Jerarquía de los Espacios del Globo Terráqueo del estadounidense Samuel Cohen.
De igual forma, las apetencias desmedidas de EE.UU. en querer seguir gravitando fuera de su territorio y la axiomática perdida del know how estratégico de Putin en este caso. Ver su accionar nos recuerda los arranques y delirios de persecución que exteriorizaba en medio de sus partidos el legendario Bobby Fischer.
En conclusión, solo nos queda pedir a los actores que sigan construyendo puentes de entendimientos para el retorno de la vía diplomática. Y, conscientes de que la geopolítica no conoce de corazones ni de sentimientos también hay pedir a Dios que intervenga y mitigue las ambiciones para que podamos retornar a la paz.
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