Los indicadores de salud mental predicen sobre el bienestar y la felicidad del colectivo social, pero también, cuando hay deterioro de la salud mental colectiva, habla de lo mal que van los resultados económicos, sociales y estructurales de un país.
En Latinoamérica es poco lo que se invierte en salud mental del presupuesto en salud; aun en las mejores etapas de crecimiento económico no se invirtió en estructuras, servicios, acceso ni cobertura nacional en salud mental.
Pero tampoco se invirtió en programas de desintoxicación y rehabilitación en adicciones, siendo la tercera causa de demanda de camas hospitalarias, de abandono de proyecto de vida, de violencia social y carga social para el Estado; afectando a adolescentes y jóvenes en edades productivas.
El desarrollo sostenible de las ultimas décadas, no se pudo mejorar las condiciones de los enfermos mentales, ni la disponibilidad a los nuevos psicofármacos.
Así como tampoco, a los hogares de medio camino, hospitales de día o programas de rehabilitación psicosocial, ni a las unidades de intervención en crisis.
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Hoy en día se habla de un 20 o 30% de la población que en algún momento de su vida puede presentar un trastorno psiquiátrico o una demanda de la ayuda en salud mental.
Los problemas de la inequidad social, la pobreza, la marginidad, el desempleo, la exclusión, o la falta de acceso a los servicios básicos, hablan de mayores estresores psicosociales, y, por demás, mayor tendencia a desarrollar actitudes emocionales negativas: ira, rabia, remordimiento, resentimiento, odio, insensibilidad social, intolerancia, fanatismo, sectarismo o sed de venganza social.
Las dificultades sociales crónica y la privación a derechos con dignidad, reproducen desesperanza y desmoralización con desesperanza aprendida, indefensión, baja autoestima, pobre aceptación y validación social.
Problemas recurrentes como: la disfunción familiar, familias rotas, desafecto, crisis de identidad, influencias negativas, abuso de sustancia, acceso a armas de fuego, son las que han llevado a conductas violentas contra la sociedad, en escuelas, iglesias, vías públicas, comercios, transito, etc.
El aumento de depresión, trastorno de ansiedad, insomnio, nerviosismo, intento de suicidio, homicidios, alcoholismo, dependencia de drogas ilegales, trastorno de adaptación, hablan del deterioro de la salud mental colectiva.
Si hacemos una evaluación de la salud mental, nos encontramos que, la felicidad, la espiritualidad, el bienestar social, el optimismo, la esperanza, el ser mejor persona, habla de una salud mental social que se puede medir y visibilizar en el comportamiento de los ciudadanos.
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República Dominicana tiene que declarar la salud mental en S.O.S; invertir más, hacer más estructuras, mayor cobertura, eficiencia en salud mental comunitaria y en atención primaria; unidades modelo en intervención en crisis, de rehabilitación psicosocial y programas masivos de sensibilización e información en salud mental.
Necesitamos más psiquiatra, en área infantil, adicciones, en psiquiatría social, en intervención en crisis y manejo de riesgos; así como en neurociencia y psicofarmacología.
El proyecto de desarrollo, de bienestar y crecimiento social con políticas públicas, deben los políticos, economistas y técnicos pensar en la salud mental social. Para lograr revertir lo que se percibe y se olfatea de un deterioro de la salud mental de los jóvenes y adultos. De un país que sea mas tolerante, de convivencia de paz, de cultura de buenos tratos, menos desigual, de mejores oportunidades para los enfermos mentales. Repito, hay que invertir el 2 o el 3% del presupuesto de salud en salud mental.