La subvención de la revolución

La subvención de la revolución

Eduardo Jorge Prats

14 01 2022 HOY VIERNES 140122 Opinion24

Las grandes revoluciones comunistas del siglo XX fueron, según Gramsci, “revoluciones contra [el libro] El Capital” de Marx, que emergieron en países de bajo nivel de desarrollo capitalista e industrial y con preeminencia de relaciones sociales precapitalistas o semifeudales (Rusia y China).

La economía política de las revoluciones en América Latina es diferente: nuestras revoluciones acontecen en países prósperos. Por ejemplo, el PIB per cápita de España y Cuba estaba a mediados de los 1950 en los 2,000 dólares, siendo en 1958 el 3º más alto de América Latina, apenas superado por Venezuela y Uruguay.

En 1953 el nivel de alfabetización en Cuba era de 76,4%, el 4º más alto de América Latina. La esperanza de vida al nacer en Cuba en 1958 era 64 años, solo por debajo de Argentina (65) y Uruguay (68). En 1958 Cuba tenía la menor mortalidad infantil de la región: 4/1000.

Entre 1958 y 2007, en cuanto a número de teléfonos, periódicos y autos por cada 1000 habitantes, Cuba pasaría del puesto 3º, 3º y 5º, respectivamente entre 20 países latinoamericanos, al 18º, 20º y 16º.

Venezuela es otro ejemplo. Como afirma David Mayorga, “alguna vez hubo en la esquina superior de Suramérica un país diferente: con carreteras e infraestructuras de lujo, una clase media que se daba el lujo de adquirir productos de las mejores marcas e ir fines de semana completos a Estados Unidos, y una clase alta que se preciaba de comprar apartamentos de lujo en Miami.

En aquel país, bendecido con unas reservas petroleras enormes y con precios internacionales altos para sus exportaciones, el desempleo se mantenía en niveles considerables frente a los de sus vecinos, el nivel de consumo estaba por encima de la media regional y, pensando en un futuro mejor, se invertían grandes presupuestos en educación universitaria y servicios sociales. Solían llamarlo la ‘Venezuela Saudita’”.

Hoy los niveles de desigualdad en Venezuela, según el Coeficiente de Gini, son comparables con los de Nigeria y otros estados africanos.

Cuba y Venezuela, al momento de la entronización de Fidel Castro y Chávez, eran economías rentistas y monoexportadoras (azúcar y petróleo). Al igual que el Chile de Allende: una economía fundamentada en el cobre, el denominado “sueldo de Chile».

En el hasta ahora todavía “milagrosoChile de Gabriel Boric, en 2020 el cobre representa el 11.2% del PIB, produciendo Chile a octubre de 2021 casi un tercio del cobre a nivel global (28%) y poseyendo el 23% de las reservas mundiales del mineral.

Parecido también es el caso de Argentina, el “granero del mundo”, una superpotencia agroexportadora a principios del siglo XX, que tenía una renta per cápita equivalente al 92% del promedio de las 16 economías más avanzadas del mundo, y que se vería arruinada por el proteccionismo y el eterno peronismo.

La renta de la monoexportación ha financiado revoluciones, estatismo y populismo en nuestra América. Democracia y prosperidad económica solo podrán verdaderamente consolidarse “sembrando petróleo, cobre, soja y cereales”, es decir, diversificando economías y exportaciones.

¿Hasta cuándo una economía diversificada como la dominicana, la 9na economía más grande de América Latina, será un seguro contra los terroríficos inventos estatistas, socialistas y populistas? Como diría Pedro Mir, “apenas surge la realidad y se apresura una pregunta, ya está la respuesta”.

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