La tarde cuando Bobby Fischer no bajó a jugar de Mayra Montero

La tarde cuando Bobby Fischer no bajó a jugar de Mayra Montero

Con La Habana de inicio de la revolución como fondo, Mayra Montero construye en La tarde en que Bobby no bajó a jugar (Tusquets, 2024) una interesante historia de una adolescente y su encuentro en un hotel habanero con el que luego sería una de las figuras icónicas del ajedrez, ambientada por la lucha este-oeste, posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Mayra Montero (La Habana, 1952), autora de una formidable lista de novelas como La última noche que pasé contigo (1991), Del rojo de tu sombra (1993), Tú, la oscuridad (1995), El capitán de los dormidos (2002), entre otras, muestra una vez más sus grandes dotes de narradora. Su escritura, que va de lo periodístico a lo literario, se destaca por ser la exposición de un argumento que progresa y, a veces, retorna al punto de origen, sin que se pierda el ritmo y el interés del lector en la cosa narrada.

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Los elementos sociales del contexto cubano se van filtrando en la vida de los personajes como debe ser en la novela. Los acontecimientos nimios, contextuales, los jóvenes, la vida de los padres, todo se adentra a conformar el mundo en que viven. Sin que el contexto sociopolítico le desvíe; solo al final se declaran muchas cosas. La autora teje y desteje las historias en las que nos presenta el amor de los cubanos por el ajedrez, su apertura ante la vida y las vicisitudes de una cotidianidad que ya son harto conocidas.

El ambiente del ajedrez domina toda la historia; pero no es visto desde la interioridad del juego mismo, sino desde un afuera que es el que presenta la voz femenina que se construye en torno a un evento: la petición de la firma de un tablero de ajedrez al joven jugador que ya había estado en La Habana y había vencido al campeón nacional cubano. Por estas páginas desfilan los jugadores cubanos, los estadounidenses que juegan en tierra de Capablanca, los rusos que se enfrentan con Fischer, como el Mago de Riga, Mikhail Tal, y Boris Spassky.

De momento las conexiones rusas de Fischer, la lucha entre la URSS y Estados Unidos en lo geopolítico, como la postura de Cuba en ese escenario, hacen que la obra cobre cierto aspecto de una intriga, pero la autora sabe poner en sordina estos espacios para colocar en primer plano el asunto famoso: la relación de la adolescente con Bobby, el papel de las amigas que le da a la obra un aspecto de bildung, de crecimiento, en unas circunstancias inéditas.

Cuando la niña se presenta en el hotel para conseguir el autógrafo del joven ajedrecista, todo parece indicar que el texto reenviará hacia la intriga entre rusos y americanos. Pero no, la novela tiene más que ver con el amor, con la salida y el reencuentro. Fischer hasta llegó a sospechar que la presencia de la adolescente en su habitación en el Hotel Habana Libre era una trampa. Si tomamos en cuenta el contexto, el lector podría buscar ese camino en una novela donde las acciones son distintas piezas que al final terminan en tablas.

El crecimiento de la adolescente corre paralelo al deseo de salida de Cuba, el afianzamiento de una política que tiende a la desazón; el cambio en la familia, los desencuentros políticos, que podemos ver al final y que conduce la obra al género testimonial que ha imperado en la literatura cubana desde hace varias décadas. Montero es un artífice del género, y no hace depender de los temas y contextos, el éxito de su escritura; aunque como periodista sabe la importancia que tiene la actualidad para el público lector. Por eso, creo que se concentra en realizar una novela que valga por sí misma. Como muchas de las que ha escrito.

La figura de Bobby Fischer, sus orígenes, su familia, sus manías y sus triunfos quedan aquí bien dibujados. Y más allá de él se encuentra su fama. La autora recupera el mito Fischer desde cierta perspectiva. Diremos que va trabajando el mito, y lo usa; pero no es simplemente una obra para los aficionados. De hecho, está la adolescente interesada en Fischer, pero no únicamente en su fama. Por lo que el ajedrez cruza toda la obra, algunos match, también. La cultura de los ajedrecistas aparece, pero no se percibe una realidad que pueda congregar a los fanáticos, sino más bien al admirador de un jugador y al sentido de una época.

Además de los logros formales de esta novela, la importancia de su narrar y lo tan bien escrita que está, como bien tejido su argumento, debemos agregar que La tarde en que Bobby no bajó a jugar es una novela que presenta una historia testimonial, o autobiográfica en la que la realidad se confunde con la fantasía de tal suerte que aquello que la autora se ha inventado parece ser cierto en un mundo donde ocurren pinceladas de elementos maravillosos, como el hipopótamo fugado del zoológico por las calles de La Habana… frente a la realidad cruda que puso en funcionamiento el embargo estadounidense a la economía cubana.

La realidad tiene una puerta de salida. Y eso se ve desde el principio. La idea, en fin de cuentas, es hurtarle el cuerpo a la isla. Fischer puede ser otro americano, un extranjero; los Beatles otro pretexto. Lo humano está ahí frente a las ideologías de una época que parece también alucinar. Como la historia de una adolescente que se cruza en la vida con todo lo que pasa y lo que ocurre. También el lector estará atento al desenlace y, en lugar de encontrar el final feliz de las historia románticas, se tropezará con un poco de la historia de lo que han sido estas islas sonantes.

Mayra Montero ha dado a la estampa otra novela que conforma su mirada al Caribe; desde Haití (Tú, la oscuridad), Puerto Rico (El capitán de los dormidos) y tantas otras de temas cubanos tal Como un mensajero tuyo (1998) y ha tejido historias de mujeres soñadoras, realistas y duras, locas o resignadas; celosas o enamoradas, como esta adolescente, o su madre… frente a hombres despistados, magos o genios del ajedrez o de la política que han llenado nuestro mundo de sueños o del terror que nos dejan la idea de fracaso o de ilusión perdida.

En síntesis, esta novela de Mayra Montero, con elementos autobiográficos, nos muestra un capítulo de su escritura caribeña, de la relación del periodismo y la literatura. Con una prosa tersa y rítmica, la autora nos narra el crecimiento de una adolescente en la Cuba de inicio de la Revolución sin dejar de presentarnos la relación entre la realidad y la fantasía. Se echa de ver, más allá de la afición al ajedrez y a la figura del genio de Fischer, las improntas de la lucha este-oeste de una Guerra Fría que se calentaba y donde Cuba, sumergida en sus aspiraciones revolucionarias y deseos de triunfo, era disputada. Mientras tanto, lo humano, preso de las ideologías, busca una salida. Igual que en el amor, la esperanza y la desazón, la espera y la desilusión parecen coronar otra historia caribeña, como la ha narrado Montero en su dilatada y fructífera carrera en el arte de novelar nuestra vida.