La tercera dosis

La tercera dosis

Claudio Acosta

Debido a la costumbre criolla de dejarlo todo para última hora, se espera que en los días por venir veamos cómo se abarrotan de ciudadanos ansiosos y desesperados los centros de vacunación en la medida que se acerca el 31 de enero, fecha a partir de la cual será obligatorio que presenten sus tarjetas de vacunación con tres dosis para poder ingresar a lugares públicos como tiendas, restaurantes, centros de diversión y supermercados, entre otros.

Pero faltando 7.5 millones de personas mayores de dieciocho años que aún no cumplen con la resolución 00068 del Ministerio de Salud Pública, no parece probable, al ritmo que va el proceso, que toda esa gente pueda inmunizarse faltando tan poco tiempo para ese plazo fatal.

¿Habrá una prórroga? Esperemos que no, que el gobierno mantenga su decisión, pues “darle un chance” a los indiferentes, a los irresponsables, a los faltos de conciencia, equivale a reforzar su comportamiento y estimular a eventuales imitadores, y por ese camino no saldremos nunca de esta pandemia.

Pero se necesita también que exista rigor en la exigencia de la tarjeta de vacunación para ingresar a lugares públicos, pues esa falta de consistencia en su aplicación es causa de que muchos ciudadanos no se sientan compelidos a ponerse la dosis de refuerzo. ¿Para qué, si en dos semanas se cansarán de pedir la tarjeta?

Hay quien piensa que el gobierno ha sido flojo con el tema de la vacunación, sobre todo con los que todavía se resisten a completar el esquema de inmunización, tal vez para no incurrir en excesos y medidas coercitivas impropias de una democracia.

Aunque lo cierto es que no debería ser necesario obligar a nadie a que haga algo que solo busca proteger su salud y la de los suyos, lo que a estas alturas, cuando ya han muerto cientos de miles de personas en todo el mundo y se ha demostrado que las vacunas salvan vidas, no tendría porqué ser tan difícil.