Por: Amaurys Pérez Vargas
La trata de esclavos forma parte de la historia africana desde la antigüedad. En ese sentido, desde el punto de vista histórico, los traficantes de esclavos europeos solo provocaron una reorganización en la ruta de dicho comercio, cuyo circuito se redireccionó hacia el oeste pues antes de la invasión y posterior conquista de América este se dirigía hacia el este y el norte. Ciertamente, la forma de “producir esclavos” se mantuvo intacta, ya que los Estados africanos conservaron su responsabilidad en la labor de capturar, transportar, mantener y nutrir a los cautivos hasta que se produjera el embarque al “Nuevo Mundo”.
Se sabe que las principales regiones de procedencia de los esclavos se encuentran en la cuenca del África occidental, específicamente en la zona comprendida entre la actual Senegal al norte y el Congo al sur; desde la costa atlántica al oeste hasta el lago Chad al este, delimitada tanto por el Sahara como por la gran selva ecuatorial. En este mundo tropical donde se desarrollaron poderes y sociedades complejas en relación con la acumulación de excedentes agrícolas, emergió un cierto tipo de esclavitud vinculada a la “producción” tal como se registró en los imperios de Ghana, Malí, Songhai, entre otros.
Al respecto, el Dr. Roberto Cassá nos dice que “lejos de ser títeres de los europeos, los gobernantes africanos mantenían celosamente sus prerrogativas como parte del engrandecimiento de su poderío. Dahomey fue un caso paradigmático, constituyéndose, desde el siglo XVII, en el reino más poderoso dedicado a la esclavización de prisioneros y su comercialización”. En efecto, el rey de Abomey se convirtió en el principal proveedor de esclavos durante la Trata atlántica, pues su reino, que pertenecía a la esfera cultural yoruba, ocupó una posición intermediaria, ya que controlaban el importante puerto de Ouidah.
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En virtud de su privilegiada ubicación geográfica, en las costas del golfo de Guinea, este reino vio su poder incrementarse sobre la base de poseer armamento moderno, lo que generó una especie de “círculo vicioso” ya que a través de las guerras contra diferentes tribus lograron una gran cantidad de cautivos, los cuales eran vendidos con el fin de comprar armas y, por ende, fortalecer su arsenal militar. No obstante, como bien señala el Dr. Cassá “a medida que se avanzaba en la cadena de la trata, las ganancias iban en ascenso. Se ha calculado que los comerciantes navieros podían ganar en un solo viaje que se prolongaba durante escasos meses hasta un 300% sobre el capital invertido. Desde luego, se trataba de un máximo, puesto que a menudo había factores de pérdida como la alta tasa de mortandad”.
En materia historiográfica, los estudios científicos asumen que la trata atlántica de esclavos involucró a más de doce millones de personas, en un período de tiempo que se extendió durante casi cuatro siglos. Si bien el comercio negrero no fue una novedad, la singularidad del comercio transatlántico radicó en su naturaleza y dimensiones, pues la compra, transporte y venta de esclavos se guio por los principios modernos del capitalismo en donde la demanda europea estuvo estrechamente vinculada a la oferta africana. En ese sentido, vale la pena subrayar las consecuencias demográficas de la trata negrera, ya que siguiendo lo expuesto por el Dr. Cassá “tuvo un impacto demoledor sobre la dinámica histórica de África”.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D.
Sociólogo e historiador – UASD/PUCMM