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Es mucho lo que hoy se dice y se escribe sobre la institución universitaria. Diversas y encontradas opiniones indican hacia dónde debe dirigirse su accionar. Varias ideologías pretenden asignarle misiones. Se escribe sobre la universidad de la era del conocimiento, del milenio, del futuro. Se asegura cuál es su lugar en la historia de las naciones y, del mismo modo, cuál lugar debe ocupar en el desarrollo de los países. De sus campus se ha querido hacer surgir revoluciones, movimientos y gran variedad de inquietudes sociales. Se desea enfilar la universidad en el orden de los aconteceres nacionales hasta convertirla en “intérprete lúcido de la evolución de las ciencias, de las tecnologías y de las sociedades para brindarles a los actores sociales alternativas para un desarrollo inteligente y solidario”. Pero, suele olvidarse lo relativo a su origen y a su historia, y la coyuntura y circunstancias que marcaron su nacimiento.
En esta serie de tres entregas, nos referiremos a la historia de la institución universitaria en general, y a la de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en particular, recreando las circunstancias que rodearon sus apariciones. Analizaremos las tendencias de la matrícula de la UASD sin dejar de lado lo tocante a su misión y a lo que esperamos de ella.
El sentido y organización de la universidad, con cursos regulares, catedráticos y estudiantes, programas fijos y grados académicos de pretendida validez universal, es un producto típico de la Edad Media Occidental. Las instituciones más antiguas de educación superior como la Academia de Platón, el Liceo de Aristóteles, el Museo de Alejandría no eran comparables a la Universidad medieval. Tampoco, las escuelas orientales, como las Midraschot judías, las Madrazas persas o las Medersas islámicas. Los antecedentes de la Universidad habría que buscarlos en el desarrollo de las escuelas monacales y episcopales de los siglos X, XI, y XII, sobre todo en este último. La denominación de Universidad aparece por primera vez en un documento del Papa Inocencio III dirigido en el año 1208 al Studium Generale Parisiense, donde se habla de Universitas Magistrorum et Scholarium Parisius en el mismo sentido que tiene la expresión de Ayuntamiento de Maestros y Escolares del rey Alfonso X, el Sabio. Por lo que no queda más que concluir que la Universidad es un producto de la Edad Media Occidental. La misma comprende, o aspirar a comprender, la totalidad de las ramas del conocimiento, y de las formas de preparación científica para el ejercicio de las distintas profesiones. El término universidad también se refiere a la totalidad de las personas que se dedican a un determinado oficio; esto último, se debe a la influencia de los gremios de la Edad Media en el origen de la Universidad, de tal manera que la organización de muchas de ellas es calcada de esas organizaciones medievales.
Con la llegada a La Española de los religiosos de las órdenes de Franciscanos, Mercedarios, Jerónimos y Dominicos, a partir de la primera década del siglo XVI, se dio inicio en estas tierras a la empresa de predicación del Santo Evangelio. A decir del sacerdote jesuita José Luis Sáez “esa historia es amplia, múltiple, dispersa, y abigarrada por lo que no han sido fáciles las síntesis y las interpretaciones definitivas. En todo ese cuadro lleno de matices y contrastes, hay líneas trazadas cuyo seguimiento hizo posible reencontrar las trayectorias del objetivo fundamental del proceso evangelizador iniciado en Santo Domingo y continuado a ritmos variados a lo largo y ancho del Nuevo Mundo”. Como vemos, la universidad es una de las instituciones más antiguas de la humanidad.