La universidad del siglo XXI y el rol del docente universitario, 1

La universidad del  siglo XXI y el rol del docente universitario, 1

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.

¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana. Gabriela Mistral, La oración de la maestra. (frgmento)
Esta plegaria de la gran Gabriela Mistral refleja el drama que hemos vivido los maestros durante el día a día. Como los padres que buscan educar a sus hijos de la mejor manera posible, y por esta razón se preguntan cada día: ¿lo estoy haciendo bien? ¿Esta es la forma correcta de hacerlo? ¿Le transfiero a esos jóvenes mis ansiedades y frustraciones?
Esta crisis sanitaria ha puesto en evidencia nuestras falencias en el sistema educativo. Las escuelas públicas y los pequeños colegios privados que apenas sobreviven, no pueden impartir docencia por vía remota. ¿Con qué equipos? ¿Con qué profesores? Lo mismo ha ocurrido con las universidades. Las distancias en esta crisis se han agrandado. No todas estaban preparadas, ni tenían la capacidad de responder a una demanda tecnológica y pedagógica tan grande, tan inmediata y tan sorpresiva.

Ahora que he estado laborando desde la casa. Ahora que he tenido que emplearme a fondo para conocer mejor las herramientas tecnológicas para la docencia y para la difusión de actividades culturales y educativas, me pregunté: ¿Está el sistema universitario dominicano preparado para los desafíos del siglo XXI? ¿Tienen los profesores universitarios de nuestras universidades la capacidad y preparación para responder a las demandas de los nuevos tiempos? Me atormentó la pregunta.

Hace unos días mi querido amigo David Álvarez, por demás vicerrector académico de la PUCMM, me preguntó: ¿qué tu entiendes debe tener un profesor universitario en el siglo XXI? Me puso a pensar con esta pregunta tan directa y contundente. Después de detenerme a reflexionar le escribí lo siguiente: el profesor del siglo XXI debe, además de estar bien formado en su área de especialización, estar al día con las tecnologías de información. Debe tener una visión amplia e integral del conocimiento. Superar la especialización que desliga los saberes.”

Escribir esas pocas líneas me motivó a seguir indagando. Localicé un interesante trabajo de Carlos Tünnermann Bernheim titulado “EL ROL DEL DOCENTE EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR DEL SIGLO XXI” [1].

Carlos Tünnerman, político. abogado y profesor nicaragüense, fue Ministro de Educación durante el gobierno sandinista. Fue el responsable de la gran Cruzada Nacional de Alfabetización que se desarrolló en el 1980 y se considera una de las más exitosas de toda América Latina. Fue también embajador en los Estados Unidos, pero los conflictos entre Daniel Ortega y Donald Reagan lo obligaron a regresar a su país. A finales de los 90 se retiró de la vida política y se dedicó a su labor educativa. Ha escrito varios libros sobre el tema de la educación superior no solo en su país, sino de toda América Latina: Pensamiento universitario centroamericano (1980), Ensayos sobre la universidad latinoamericana (1981), El pensamiento pedagógico del Libertador Simón Bolívar (1983), Ensayos sobre la Teoría de la universidad (1990), Situación y perspectivas de la educación superior en América Latina (1996), y, Educación superior en el umbral del siglo XXI (1996), solo para citar unos cuantos.

El ensayo al que nos referiremos en esta oportunidad que como señalé en párrafos anteriores, se titula, “EL ROL DEL DOCENTE EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR DEL SIGLO XXI”, plantea como punto de partida el tema de la globalización. Afirma el profesor nicaragüense, que la globalización no es un fenómeno económico, sino pluridimensional. Pues abarca “aspectos vinculados a la economía, las finanzas, la ciencia y la tecnología, las comunicaciones, la educación, la cultura, la política, etc.…”[2]

Partiendo de esa premisa, y tomando en consideración los trabajos del Informe Delors, y los planteamientos de Federico Mayor, Tünnerman afirma convencido que la sociedad de hoy forma parte del fenómeno de la globalización y que por lo tanto, la educación del siglo XXI debe enseñarnos “a vivir juntos en la “aldea planetaria” y a desear esa convivencia. Ese es el sentido del “aprendera vivir juntos”, uno de los pilares de la Educación para el siglo XXI, de suerte de transformarnos en “ciudadanos del mundo”, pero sin perder nuestras raíces culturales, ni nuestra identidad como naciones.”[3]

En su ensayo plantea que la educación debe tener una brújula: “la educación, información, conocimiento, tanto a nivel individual como colectivo”[4]. Pero también un ancla: nuestras identidades, porque es necesario saber quiénes somos, de donde procedemos y hacia dónde vamos.

Tünnerman intenta responder a las preguntas: “¿Qué debe hacer una Universidad para evitar ser marginada por el proceso demundialización? ¿Qué modificaciones debe realizar para jugar un papel dinámico en el nuevo orden mundial? Las respuestas las encuentras en un trabajo del profesor Jean Paul Gravel se preguntas, quien responde con cinco pistas de acción:

1) “Desarrollar sectores específicos de excelencia en el campo de la enseñanza y de la investigación, favoreciendo programas y equipos de trabajo que puedan liderizar ciertas especialidades.

2) Desarrollar iniciativas de carácter multidisciplinario, tanto en la enseñanza como en la investigación y en la extensión.

3) Establecer y promover enlaces con el sector productivo, público, privado o de carácter social, como medio de facilitación de las actividades de investigación y desarrollo, y de la creación de redes con configuración internacional progresiva.

4) Estimular la formación a distancia, una manera flexible de enfrentar los rápidos cambios en la oferta y la demanda del subsistema.

5) Desarrollar la incorporación de las unidadesde enseñanza, investigación y extensión en las redes nacionales e internacionales” [5]

Un gran problema es la desigualdad en el sistema educativo en todos sus niveles (primario, medio y universitario). Pero sobre esto seguiremos en la próxima entrega.

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