Las consentidoras Una novela familiar de Tulio A. Matos Rodríguez

Las consentidoras Una novela familiar de Tulio A. Matos Rodríguez

Portada de la novela Las consentidoras


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§ 5.Después de Roland Barthes y su S/Z(Buenos Aires: Siglo XXI, 1980, pp. 84-85) en el que recoge sus reflexiones anteriores sobre la relación entre escritura y autobiografía, siempre desde el punto de vista estilístico, ha sido Philippe Lejeune en Le pacte autobiographique. (Paris: Seuil, Points Essai, 1996, pp. 7-10), quien más se ha especializado en la relación entre ficción y autobiografía sin lograr saldar totalmente su deuda con Sainte Beuve, fundador de la teoría de la lectura de un texto literario como biografía del autor.

Barthes al menos afirmó que los nombres de personajes de la vida real (e incluso los estrictamente ficticios) en un texto literario estaban sometidos a la lógica de la ficción y su funcionamiento en el texto era fingir que lo contado era la historia y verdad de los personajes. La poética meschonniciana acabó con estos mitos biográficos y autobiográficos al afirmar que en un texto de ficción lo biográfico es imposible de establecer; y, en caso de su existencia, la basura del signo lo arrastra a través de la corriente tumultuosa de la ideología de la obra, la enemiga de la obra de valor literario. Lo autobiográfico es oralidad como parte del ritmo de la obra. Imposible asirlo.

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§ 6. En Las consentidoras, los nombres propios de las cinco hermanas (Julieta, Mercedes, Mencía, Flérida y Genoveva, además de la madre Silveria y la tía Pepa Otero Nolasco) son generadores de vastos predicados llenos de acciones tan convincentemente contadas que, cuando se las examina con la lupa de la biografía de ese conjunto de mujeres, casi todas son inventos del narrador para “salvar” la vida chata de las protagonistas ajenas a la cotidianidad fastuosa en que se desarrolla paralelamente la implacable dictadura trujillista como telón de fondo y cuyos vapores benéficos llegaron al seno familiar por dos vías: el nombramiento del paterfamilias Salvador Otero Nolasco como juez de la Corte Suprema de Justicia (mediante recomendación posible del presidente títere Jacinto B, Peynado, ya que el favorecido pertenecía a la tertulia de las mecederas que en el parque Colón presidía el inventor de la frase Dios y Trujillo) o a través de otra mediación cualquiera (Pipí Troncoso, Rafael Damirón, etc.).

Pero la relación de los Otero-Nolasco con la dictadura aparece con un manto de opacidad, al igual que la otra conexión con la dictadura a través del general Fernando Sánchez, casado con la diva Julieta, quienes se esfuman en la novela como si su existencia se redujera a la total invisibilidad.

Y, sin embargo, es la personalidad de Julieta la que sobresale como si fuese la Sido de Colette, pues ella trae a la vida de la novela las últimas novedades de su viaje a Nueva York a semejanza de las reminiscencias de los productos y perfumes comprados por la madre de Colette cuando viaja desde su aldea a París. En ambos textos, el padre Otero Nolasco y el capitán Colette juegan el mismo papel evanescente de tranquilos proveedores que no desean que se les saque de su zona cómoda: la vida militar y la vida de juez y protectores del grupo femenino cada vez que se eche en falta.

§ 7. El grupo de hombres relacionados por matrimonio o relación sentimental con algunas de las integrantes del grupo de mujeres Otero-Damirón sufren en el texto la misma suerte evanescente del paterfamilias Otero Nolasco. El primero, maltratado por el narrador-personaje, es el funcionario bancario boricua Pedro Vásquez, quien se matrimonió en Santo Domingo con Mercedes Otero Damirón y se la llevó a vivir a Hato Rey, Puerto Rico, y con la que procreó cuatro hijos, quienes, al fallecer su madre a temprana edad, víctima de una cirrosis hepática, el padre envió a los cuatro hijos a casa de los abuelos en Santo Domingo y estos regresaron ya adolescentes a la Isla del Encanto a vivir con su padre y su nueva esposa.

En todo caso el tratamiento de pequeños héroes de los hijos de Pedro Vásquez por parte de la novela contrasta con la descripción despectiva del progenitor cada vez que el texto le evoca: desgarbado es uno de los epítetos favoritos. Incluso el gesto de enviarle desde Nueva York la primera nevera que vino al país en los años 40 es un invento del narrador.

Otro personaje incoloro es el hijo único del matrimonio Otero-Damirón, Salvador hijo, abogado como su padre y jefe de la oficina del Impuesto sobre la Renta. Solterón a punto de sucumbir, sin iniciativa, en la novela es su secretaria quien, en un gesto hábil, se le declara y salva al hombre de una miseria sexual segura, pero la novela descamina a los lectores y cambia los nombres de los padres de la secretaria del solterón y el de ella misma que de Conchita Jiminián pasa a ser en la realidad de la vida civil María Jiminán.

El matrimonio tuvo dos hijos, Salvador y Mercedes, pero no sobrevivió mucho tiempo, como todo en el seno de este grupo familiar, porque idéntico destino corrió el matrimonio de Mencía con Deogracias Martí Guerrero, quienes apenas tuvieron tiempo para engendrar a Salvador y José Martí Otero antes de que la relación se fuese a pique.

Y ya se sabe que, a Flérida, seducida por el hijo seductor Abelardo Rodríguez Urdaneta, Ángel Abelardo, el matrimonio impuesto por el juez y padre, duró un día, pero ya el fruto de semejante relación estaba en el vientre: Olga Rodríguez Otero, futura madre del autor de Las consentidoras, quien juega en la ficción el mismo rol de posición social que Ángel Abelardo Rodríguez Batista, el hijo de la otra víctima de Abelardo Rodríguez Urdaneta: Altagracia -Tatá- Batista Amiama. Solo Genoveva escapó al maleficio del abandono luego del matrimonio o la relación sentimental.

§ 8.Con Tulio A. Matos Rodríguez nace un narrador con garras luego de un dominio de más de treinta años de la cultura light y de la literatura del signo en nuestro país. Es su opera prima, está todavía en plena juventud y le queda una vida por aprender el arte de la escritura y las teorías que debe obviar.

Subyace a la obra total la creación de un mundo novelesco que simboliza la república pequeño burguesa de finales del siglo XIX y mitad del siglo XX hasta la caída de la dictadura, régimen que clausuró el proyecto liberal hostosiano con sus héroes duartianos, restauradores y luchadores antimperialistas cuyos valores están sintetizados por este grupo familiar que es el vivo retrato de la nostalgia de un mundo clausurado cuyos valores eran el cultivo de la ciencia, el arte y la literatura, el racionalismo positivista y el mantenimiento de la palabra empeñada.

La dictadura clausuró ese sueño y el grupo familiar, para sobrevivir, debió contaminarse a medias, vivir en bajo perfil hasta diluirse casi por completo en las últimas cuatro décadas del siglo XX para resurgir en esta novela que saca del anonimato a las consentidoras y sus secretos de familia y acuña la posibilidad de entregar de nuevo el uso de la palabra literaria y el dominio del arte a los sobrevivientes de los Otero-Damirón en el siglo XXI abrazando con severidad lo que la cultura light y el partido del signo han prostituido.

Conclusiones

§ 9. Como toda la literatura producida en idioma español, Las consentidoras –esa metáfora de la conciliación social y política– no escapa a los vicios de dicción más comunes a los grandes y pequeños escritores hispanoamericanos y su dificultad con el dominio del idioma.

Por esa razón, se encuentra en la obra de Matos Rodríguez, al igual que en las de García Márquez, Vargas Llosa, Neruda, Asturias, para citar pocos ejemplos emblemáticos, el uso masivo del gerundio con los tiempos pasado o futuro; el empleo de adjetivos posesivos en plural con un poseedor en singular; el uso masivo de verbos comodín; dificultad en el uso de las preposiciones que rigen los verbos; vacilación en la concordancia de los tiempos verbales o el uso arbitrario de los giros o expresiones adverbiales como verdaderos problemas que afectan la sintaxis del texto y, en consecuencia, el ritmo-sentido como valor de la obra literaria.

Las consentidoras Una novela familiar de Tulio A. Matos Rodríguez