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Las razas se refieren a cada uno de los grandes grupos en que se divide la especie humana en función de determinados fenotipos. Características externas las han venido determinando como son el color de piel, la talla, los rasgos faciales, el cabello, la conformación física… Estudiosos del tema han realizado múltiples clasificaciones desde categorías sociales, antropológicas, biológicas, esotéricas… Otros, han negado su existencia y consideran que “las etnias” podrían ser un buen sustituto para nombrarlas, aunque bien sabemos que no significan lo mismo ni describen el mismo fenómeno.
En diferentes épocas elites del poder, político, económico y religioso han mantenido las categorías vigentes en cuanto resultan provechosas para sus intereses y el mando que ejercen. Desde hace muchos siglos se ha impuesto y desplegado una arrolladora fuerza conquistadora, colonizadora y militar. Utilizando el pretexto de que existen razas superiores e inferiores se ha desarrollado la extraña creencia de que la vida de los otros está a su disposición: maquiavélica idea que surge de la mente del que manda en relación al que obedece o del explotador frente al explotado.
El turbulento siglo XXI sigue siendo testigo presencial de los efectos a largo plazo de la monarquía que se expandió desde Castilla y de la conquista y colonización concomitante. Asimismo, ha sido espectador de acciones propias del florecimiento de otras naciones poderosas. Prácticas desplegadas para asegurar la supremacía y el poder económico. Notables hombres y mujeres han vivido y enfrentado estos efectos.
En 1937 el político y escritor senegalés Léopold Sédar Senghor y el poeta martiniqués Aimé Césaire nombraron como negritud al conjunto de los valores históricos y culturales del mundo negro. Frantz Fanon en su libro Los Condenados de la tierra (Fanon, 1963) nos describe los sufrimientos de los negros colonizados convertidos en negros grecolatinos, objetos de prácticas racistas por el color de su piel.
Insiste en la necesidad de desarrollar un nuevo pensamiento sobre un hombre nuevo. Ngugi wa Thiong’o en su obra Descolonizar la mente nos explica de qué manera se mantiene la idea de la inferioridad de unas razas sobre otras, catalogadas como superiores. Comenta acerca de cómo implantan en la mente de los niños imágenes difíciles de erradicar ya que se fuerzaalos mismos a mirarse desde una perspectiva ajena con imágenes de este mundo y su lugar en él. (Thiong’o, 2015).
Resulta interesante leer los trabajos de don Federico Henríquez Gratereaux,ensayista dominicano de primer orden, novelista y premio Nacional de Literatura. Ha reflexionado y escrito sobre estos temas a profundidad. Sus ensayos tienen un valor agregado, domina el tema de la identidad pues ha sido un estudioso de este tópico que tanto se relaciona con lo que aquí tratamos. En sus textos reflexiona sobre lo que pocos mencionan: el esclavo blanco y el esclavo negro. Nos expresa, además, que la mayor parte de las disputas son siempre de orden político y económico.
Al leer sus obras vemos que no es un problema de razas sino de condiciones sociales que determinan el dominio de unos hombres sobre otros. En la esclavitud, según refiere, participaron tribus negras a través de pequeños reyezuelos de África quienes hacían cacerías para atrapar gente de otras tribus, que vendían luego a los mercaderes blancos (Henríquez, 1997).
La esclavitud existe desde la antigüedad en Egipto, Roma, el Imperio Otomano; entre los árabes, los hindúes, las potencias británicas, en fin… Respecto a nuestra isla el destacado historiador dominicano Frank Moya Pons explica que los indios atrapados en el curso o después de las campañas militares eran puestos trabajar en las minas, y durante los años de Colón fueron tratados como si fueran un recurso natural inagotable.De igual forma,señala que en 1527 mientras la industria azucarera se desarrollaba:
Los padres Jerónimos habían aceptado las sugerencias de los colonos en el sentido de obtener de la corona permiso para importar negros sacados de África para ser pagados a medida que el negocio del azúcar se fuera desarrollando. Poco a poco, fue poblándose la región sur de la isla de negros esclavos, cuyo costo por cabeza oscilaba entre los 90 y los 150 pesos, lo cual obligaba a los dueños de los ingenios a dispensarles un tratamiento que no los matara como a los indios para no perder de esta manera su inversión (Moya, 2018, p.47).
El “racismo” se originó cuando en las conquistas se trasladaba mano de obra sin salario y bajo condiciones de vida infrahumanas. Desde el inicio del concepto ”dueños de la tierra” el sistema de dominación se fue estableciendo poco a poco, pero de forma sostenida. Y así, surgen palabras para nombrar la división entre los seres humanos, realidad que se establecía en carne viva: castas, razas, dueños y esclavos, ricos, pobres, dominadores y dominados…
A menudo, queremos forzar los significados para que las palabras se acerquen más a lo que aceptamos como verdad. Perseguimos una connotación precisa que apoye nuestras creencias, pero no siempre es posible encontrarla. Las acepciones (significaciones) varían según las épocas, pero hay algunas que se fabrican y mantienen para beneficio de ciertas clases dominantes. De manera que pueden perdurar en el tiempo a través de discursos opresores difundidos en gran cantidad de medios de comunicación.
Hay una extraña y paradójica situación: lo que en la calle se dice concuerda con lo que acontece, pero lo que acontece se basa en una falacia; por tanto, también, lo es lo que se dice. Se busca, de manera soterrada, mantener la idea de un mundo dividido por razas superiores e inferiores aun tratándose de una falacia demostrada con las evidencias que ofrece la ciencia moderna a través de estudios arqueológicos, antropológicos y genéticos (códigos genéticos-ADN). Pero, resulta difícil para las personas negar lo que sus ojos ven.
Ellos observan diferentes colores de piel y formas y no pueden substraerse de lo que se les enseñó y han escuchado desde la infancia. Al mismo tiempo, al contrastar notan que a simple vista se observa una relación, directamente proporcional, entre los fenotipos y el estado de marginalidad y pobreza. Todo hace perdurar los estereotipos inculcados y con ello la discriminación. Lo que ellos observan es una correspondencia entre el lenguaje y la realidad. De ahí que les resulta fácil deducir que esa observación es una vía legítima de conocimiento.
Podríamos declarar con sustentada evidencia biológica que no existen las razas. Sin embargo, de poco valen las pruebas o las evidencias cuando el mundo ha creado un sistema de creencias, avalado por siglos de conveniencia política, económica y religiosa, amarrado con nudos que hasta ahora ha sido imposible desatar. La ciencia no ha podido cambiar la forma de pensar de la gente. El concepto de “razas” profundamente arraigado desvanece el rostro de la realidad y provoca la discriminación, injusticias, muertes, guerras sangrientas y los mayores sufrimientos. La carga de ignorancia pesa demasiado. La dualidad nos ciega: lo tuyo, lo mío, el blanco, el negro, el pobre, el rico, el débil, el fuerte, el oprimido, el opresor…
Entonces, las personas hacen suyo el discurso del poder.Ocurre en la mayoría de los casos por miedo a lo que pudiera ocurrir si se oponen al mismo; otras veces, por ser una salida sin obstáculos. Sin darse cuenta, terminan creyendo que el mundo está inexorablemente dividido. El asunto es complejo. Muchos de los que están en la cima del poder no aceptan que todos los seres son iguales porque están seguros de que ellos mismos son seres diferentes y superiores.
Los que son discriminados, tanto por su fenotipo como por su condición de pobreza, tampoco desean pensar en su realidad. Viven en un mundo insano arrinconados por una pobreza difícil de superar. El pobre piensa y siente que está predestinado a esa vida. Esa manera de pensar es un escape de la desoladora realidad. Una manera de soportar su situación para no volverse loco; una forma de controlar la ira que provoca su frustración.
Para muchos, los fenómenos tienen un carácter propio: nacieron en la pobreza y ese es su lugar en el mundo. Sin conocer la palabra determinismo, lo sienten, lo viven. Se les ha hecho creer que lo que viven es lo que les toca, sienten que se han ganado el estado de cosas en que se encuentran. El poder promueve esa idea porque lo libera de la responsabilidad y la culpa. De hecho, hacen todo lo necesario para convencer al discriminado que solo él es responsable de lo que le ocurre, y no los gobiernos del mundo y las elites del poder con su administración nociva a través de la manipulación dirigida a preservar sus propios intereses.