Las razas y el uso de la palabra que discrimina y manipula

Las razas y el uso de la palabra que discrimina y manipula

(Parte 2 de 3)

Cuando hablamos de racismo estamos hablando de un tipo de discriminación, aquella que se produce cuando una persona o grupo de personas siente odio hacia otras por tener características o cualidades distintas, como el color de piel, idioma o lugar de nacimiento (Acnur, 2018).

Ese odio suele ser ancestral, transmitido a través de creencias y costumbres unidas al miedo a lo desconocido.

Y así existe un racismo oculto y a veces hasta inconsciente que se manifiesta como simple falta de empatía, tú y yo tenemos los mismos derechos, pero no me gustas y, por tanto, no deseo compartir contigo.

En el racismo etnocentrista, muchas veces proveniente de un nacionalismo excluyente, existe una tendencia a considerar la propia cultura como único criterio válido para considerar interpretar comportamientos.

En este caso mi cultura es superior y solo desde ella valoro e interpreto lo que acepto o no acepto. Y así se rechazan religiones, lenguas, creencias. Pero hay un racismo simbólico a veces difícil de entender, se trata de una segregación cultural entre distintos grupos. Puedes hacer lo que quieras, pero mantente alejado de mí, mantente en tu grupo, en tu espacio.

Somos iguales, pero solo para ciertas situaciones. Y luego está el peor de los racismos del que hablábamos en nuestra entrega pasada.

El de aquellos que no aceptan que biológicamente somos iguales e insisten en que hay razas superiores e inferiores. Estas personas racistas en extremo, discriminan, manipulan, separan, utilizan a otros seres humanos para sus fines y hasta llegan a la más baja escala: odiar y matar sin ningún remordimiento.

El racismo se manifiesta hasta en las palabras que utilizamos para nombrar los colores. El mal, la maldad y el diablo mismo se han asociado al color negro, primariamente. El sentido detrás de este uso es muy antiguo.

En la Edad Media el negro se usaba para representar la noche, la oscuridad, la muerte y el demonio. La profesora Mar Laura Monte Murro de la Universidad de Buenos Aires nos afirma en su interesante trabajo “Los múltiples colores del diablo” lo siguiente:

“Este es el color por excelencia que caracterizará al diablo y sus demonios durante el periodo medieval. Este color, en una manera que parece trascender tiempos y lugares, está asociado a la idea de noche y oscuridad y, por extensión, también con la muerte.

En la Biblia, por lo general, está considerado de manera negativa, pero son los Padres de la Iglesia quienes elaboran una asociación entre este color y el pecado. Orígenes, por ejemplo, en su homilía sobre el “Cantar de los Cantares” advierte que si no se hace penitencia por los pecados cometidos, el alma se tornará “negra y fea”.

En el mismo lugar se presenta la idea de que, así como la oscuridad representa la ausencia de luz en el mundo físico, en el reino espiritual la oscuridad representa la ausencia de luz espiritual. San Jerónimo y Ambrosio refuerzan la identificación del color negro con el pecado y el mal. A partir de estas elaboraciones, la elección del color negro para caracterizar al ser que encarna la maldad, es más que comprensible (Murro, 2019).”

Según expresa en la colección de milagros de Herbert de Clairvaux, de finales del siglo XI, da cuenta de la experiencia de un monje que vio un grupo de demonios.

Al describir su aspecto físico, los caracterizó con “la piel de los etíopes (Murro, 2019). Como podemos ver, es fácil que este tipo de discursos de asociación entre lo negro y lo demoniaco se impregne en la mente de los pueblos. Y así, a través de sucesos históricos, leyendas, creencias… se propicia una relación directa entre esas dos palabras: negro y maldad.

Queda impregnado en el inconsciente un temor a todo lo que nos parezca provenir de estas creencias arraigadas.

Hoy la discriminación persiste y se incrementa en todas sus variantes y tipos. En la situación actual de la pandemia nos quieren hacer creer que todo lo que padecemos se lo debemos a los chinos. Líderes de ciertas naciones del mundo lo catalogan como el virus chino.

Incrementando con dichas aseveraciones el miedo y provocando una discriminación que aunque parezca buscar protegernos solo busca crear pánico. China se ha convertido en una de las naciones más poderosas desde el punto de vista económico y tecnológico, se busca que las sociedades del mundo rechacen a la nación que podría convertirse en la primera potencia económica mundial, de esa manera protegen sus intereses políticos y económicos.

Somos racionalidad, espiritualidad e imaginario y los mitos constituyen un tipo específico de relatos que nos dan pautas y nos ayudan a encontrar sentido a lo que sucede. Pero hasta los mitos son manipulados.

A veces las historias originales logran permanecer en el imaginario, pero en otras ocasiones se van perdiendo al ser sustituidas.

La mitología y las leyendas afectan la forma en que vemos el mundo. Los estratos del poder de todas las épocas utilizan su poder para reducir al silencio, mutar o destruir todo lo que no les conviene.

Veamos cómo murió el dios Pan, dios de rebaños y ovejas, del atardecer y el amanecer, el dios que perseguía a las ninfas y tocaba la flauta. Veamos esto y al tiempo que lo hacemos recordemos a Nietzsche y su magnífica “Gaya ciencia”: “¡Dios ha muerto! Y somos nosotros quienes les hemos dado muerte (Nietzsche, 1952)”.

La profesora María Cruz Cardete del Olmo, de la Universidad Complutense de Madrid, en su ensayo “Entre Pan y el Diablo: el proceso de demonización del dios Pan” afirma lo siguiente:

“En cuanto a los dioses paganos surge la discriminación y el giro de la historia cuando surge la lucha del cristianismo contra el paganismo. Pan pasa a representar un mundo que estaba muriendo y que acabará simbolizando la maldad pura para aquellos que estaban contribuyendo a destruirlo.

De ahí que no fuera extraño que todo lo asimilado al diablo cristiano, que la materia maleable y corrompida que incluía, junto a la cuasi perfección de las formas incorpóreas, se equiparará con la única realidad que los cristianos triunfantes estaban dispuestos a atribuirles a los paganos (dejando la bondad y la pureza para su propio dios) y que las características de Pan fueran malinterpretadas por un mundo que ya no se sentía cómodo con ellas y que las consideraba antagonistas de sus propios ideales y anhelos (Cardette del Olmo, 2015).”

Según Cardete del Olmo, en aquella época surgieron problemas serios que hubo que subsanar porque el signo del emperador Augusto era Capricornio (el signo de la cabra, el mismo de Pan), pero Plutarco y Tiberio encargaron estudios cuyos resultados convencieron a todos de que el dios que había muerto no era el Pan cabra signo de Augusto sino el Pan arcadio, hijo de Hermes y Penélope, aunque en el fondo eran rostros distintos de la misma personalidad divina.

Intereses políticos y económicos hicieron desaparecer al dios Pan, había que acabar con el paganismo y para ello se sustituyeron creencias y mitos. Y he ahí el asunto, los sistemas ideológicos culturales afectan todo el sustrato social, toda la historia.

El mito que permite articular un concepto de historia desde una mirada interior es manipulable, pervertirle por las élites del poder de todos los tiempos. Y así, “suceden enfrentamiento entre panteones con resabios entre dos civilizaciones la prehelénica (aborigen) y la helénica (invasora)” como bien expresa Hugo Francisco Bauza en su obra “Qué es un mito (2005).

Nuestro mundo está lleno de manipulaciones ocultas en nuestra historia, en nuestras creencias y hasta en la que pensamos.

¿Cómo podremos librarnos de toda esta manipulación que nos separa? ¿Será posible? Sería bueno que en soledad nos preguntemos. ¿Acaso yo discrimino? ¿Acaso en el fondo soy racista? El racismo público no es el mismo que el privado.

¿Cuántas veces hemos oído la frase: yo no soy racista solo que no me gusta juntarme con ese tipo de gente? Nuestra visión del mundo depende del lugar donde hayas nacido, de tus costumbres, de tus creencias. Y solo a cierta edad se tiene la madurez para ver la realidad bajo otros ojos.

Hoy la discriminación campea contra los negros, los indígenas, los chinos, japoneses, musulmanes, palestinos, judíos, homosexuales, mexicanos, extranjeros… La lista es interminable. Dime, querido lector, en qué lado del mundo naciste y te has criado y te diré cuáles son tus tendencias en este sentido.

De tu historia y tus creencias surgen tus miedos y de ellos los tipos de discriminación que te acompañan. En el mundo del racismo muchos consideran que los discriminados no solo son inferiores sino que vienen de la facción del mal. Y así se ha creado el detestable estereotipo del discriminado considerado inferior, delincuente y criminal.

Y aquí se ajusta la frase del déspota un poco modificada. ¡Aprénsenlo mientras se averigua el caso!

Encontremos ese lugar de alteridad, ese lugar que nos une desde el asombro del tú y el yo. Trascendamos nuestra propia y limitada visión del mundo y veámoslo desde la dignidad del otro. Vivamos una nueva experiencia desde nuestra humanidad, solidaridad y compasión.

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