Las palabras mutan, adquieren nuevas connotaciones y en ocasiones desaparecen. A medida que las sociedades se transforman las palabras pueden cambiar de significado de manera natural. En otros casos, los estratos de poder deciden conscientemente cambiar la connotación, reemplazar la palabra por otra o hacerla desaparecer utilizando los medios a su alcance como son la publicidad estratégica, invasiva, insistente y creativa. Estos cambios buscan reemplazar nuestra realidad y percepción del mundo para sus propios intereses. Una manera más de manipulación social soterrada. Muchos justifican la desaparición de una vocablo declarando que ha pasado d moda. Mencionaremos algunas palabras que han desaparecido y que han sido sustituidas por otras.
Veamos la palabra “revolución”. Debo aclarar que no nos referimos a la vuelta que da un astro alrededor de su órbita ni a la rotación de 360 grados de una figura en torno a su eje. Nos referimos al cambio violento en las instituciones políticas, sociales y económicas de un país, generalmente con participación de las masas populares.
En estos procesos, en la mayoría de los casos, los que tomaban las armas eran los marginados, los discriminados, los que sufrían de pobreza extrema, dirigidos o incitados, casi siempre, por intelectuales, líderes comunitarios u obreros.
El sistema productivo fue cambiando precisamente con las revoluciones industriales, con la caída de la URSS, con el fin de los regímenes totalitarios de extrema izquierda y derecha. Los movimientos sociales que intentaron alterar por la fuerza la estructura de la sociedad en la segunda mitad del siglo pasado no tuvieron el éxito esperado.
Entonces, se eliminó del imaginario popular la toma de armas a través de la revolución. La multiplicación de zonas francas alrededor del mundo hizo que poco a poco la chispa revolucionaria fuera desapareciendo y con ello se incrementaran los esfuerzos políticos y publicitarios del poder para sustituir la palabra “revolución” por “cambio”.
Ya no se habla de revolución, sino de “cambio”, hemos llegado a un estado de democracia donde la gente espera votar para lograr el “cambio” esperado. Muchas son las palabras que han desaparecido como método de ocultamiento de la realidad. Ya los empleados de fábricas no son obreros, son “colaboradores”; ya no existen huelgas sino movilizaciones. Se trata de que la verdad como posibilidad vaya perdiendo sentido.
Alex Grijelmo, doctor en periodismo y escritor, miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, refiere en su conferencia “El español del siglo siglo XXI: la evolución de las palabras en los medios” que el lenguaje en la prensa se ha ido suavizando con respecto a la política y endureciendo con relación al terrorismo.
Añade que esto es un reflejo de la evolución del lenguaje en la sociedad. Habla entre otros temas de la evolución del vocabulario del poder y así menciona que: los poderes fácticos pasan a denominarse agentes sociales; la lucha de clases pasó a ser igualdad social; patrón y patrona da paso a empresario y emprendedores; el capital da paso a los empresarios y las empresas…
El uso tradicional de la palabra “narración” se refiere al género literario narrativo, la ficción plasmada en novelas, cuentos y relatos cortos. Pero hoy, todo es una narración. En la época de la inteligencia artificial y las noticias falsas se ha aprovechado para disminuir la fuerza y el valor de la palabra “discurso” y se ha sustituido por “narración”.
Los “discursos de oposición” son vistos como peligrosos porque transmiten una ideología y porque han demostrado ser poderosos, pues han promovido movimientos a través de la historia. Por tanto, se hace necesario poner en evidencia los mecanismos estratégicos de los que se vale el exceso de poder para perpetuar injusticias.
Se intenta de transmutar el significado y su efecto en la mente. Nos quieren hacer creer falsedades y dudar de las realidades. Tienen apresadas nuestras mentes.Oportuno es preguntar: ¿Quiénes hablan o escriben utilizando la palabra“narración” en vez de “discurso”?; ¿a quiénes representan?; ¿qué posición sustentan?; ¿qué motivos tienen para hablar o escribir de esa manera? Esta sustitución que se quiere imponer está penetrando con rapidez.
Parece que no se han detenido a analizar el contexto en que esto sucede y las razones que hay detrás de ello.
Veamos lo que especifica sobre el asunto Teun A. Van Dijk, lingüista neerlandés, en su análisis titulado “discurso y poder:
“El poder de los grupos dominantes tiene una base específica, un material especial o recurso simbólico que un grupo tiene más que otro, como es el caso de la fuerza, el dinero, la tierra, el estado, la fama, la posición o conocimiento.
La característica principal del poder de las élites simbólicas es que tienen control o acceso preferencial a las manifestaciones más influyentes del discurso público. Y debido a que las mentes están controladas en gran medida mediante el discurso, las élites simbólicas también tienen más control –indirecto- de la mente del público.
De este modo descubrimos un vínculo crucial entre el discurso y el poder: la mayor parte de las formas de poder social legítimas no son ejercidas por fuerza directa, sino indirectamente mediante el texto y el habla.
Por tanto, aquellos grupos sociales que tienen el control o el acceso preferente al discurso dominante, por lo general, también tienen más poder, como es precisamente el caso de las élites simbólicas (Teun A. Van Dijk, 2015).”
Refiere, además, que es precisamente por el poder del discurso de oposición que se le ha querido desembarazar de su fuerza.
Ya que este discurso en contra de las élites ha venido cobrando fuerza e impulsando manifestaciones públicas en muchos países del mundo (Van Dijk, 2015). Se busca convencer al pueblo llano de que los discursos de oposición son pura narración, ficción sin base sólida ni verdad. Toda falsedad. Se busca eliminar la palabra “discurso” porque ella implica que hay un propósito, una ideología detrás del mismo que carga la eficacia simbólica del lenguaje.
Maquiavelo asegura que aquel que tiene el poder, puede infundir miedo a todo el que esté por debajo de él, y exterminar o eliminar a todos aquellos que se nieguen a obedecer lo que él designe como una orden; quitar del camino aquello que le estorba para lograr su meta (Maquiavelo, 1532).
Si los discursos de oposición estorban entonces, los grupos de poder mundial han convertido su contenido en narración, pura ficción para que pierdan su capacidad de persuadir. Creando siempre la duda sobre la veracidad de su contenido.
La doctora Barbara Johnstone, profesora emérita de Retórica y Lingüística de la Carnegie Mellon University explica que: “A medida que seguimos pensando en los usos de la narrativa en la vida humana, préstamos cada vez más atención a los efectos políticos de la narrativa, viendo la narración no sólo como una forma de crear comunidad, sino como un recurso para dominar a los demás, para expresar la solidaridad, para la resistencia y el conflicto; un recurso, es decir, en la negociación continua a través de la cual los seres humanos crean el lenguaje y la sociedad y el yo mientras hablan y actúan.
Vemos la narrativa cada vez más como una forma de construir «eventos» y darles significado, a medida que elegimos fragmentos de la corriente de la experiencia y les damos límites y significado (Johnstone, 2001).”
Cada problema, cada circunstancia invita a un cuesionamiento, a un verse a sí mismo con respecto a lo que sucede, a una reflexión que lo lleva a tomar partido. A ponerse de un lado o de otro; a actuar o a decidirse por mantenerse pasivo y observador. Sobre todo, cuando exponer lo que se piensa de manera pública puede llegar a afectar a los propios intereses como sería el caso de la pérdida de un trabajo o de ciertos privilegios.
Y es que en realidad nuestro comportamiento está matizado y predeterminado por nuestras propias circunstancias. Y desde ese preciso momento en que no puede actuar con autonomía queda privado de su ideal de libertad. Razas, palabras que discriminan y manipulan. Reflexionemos…