Las tres mujeres

Las tres mujeres

Carmen Imbert Brugal

La palabra tiene sonido, el concepto entusiasma. Marcela Lagarde, antropóloga, afirma que es más que solidaridad “confianza, fidelidad, apoyo, reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente.” “Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento” es la definición de la RAE.

En RD y antes de completar conquistas y ocupar espacios, con antiguas feministas separadas de movimientos cooptados, obedientes a mandatos coyunturales, la sororidad solo está en los discursos. Sirve para alardes y simulación de actitudes políticamente correctas, como el uso exasperante del lenguaje inclusivo que debería abarcar a los “hipócritos”.

Oportunidades para manifestarla sobran, sin embargo, está cada vez más lejos de la agenda que parece solo incluía la malhadada campaña por las tres causales, acallada con decretos, ofertas y decepciones. La difamación y la injuria contra mujeres públicas, la descalificación, instrumentalización y también el desprecio, conspiran contra la sororidad de agencia. Solas quedan en los banquillos y en las salas donde se conocen los procesos que incoan en defensa de su dignidad. Ninguna organización convoca para el respaldo y menos cuando la pertenencia a un partido es inocultable.

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La campaña electoral pasada con un diseño excelente, arrastró decenas de funcionarias. Ataron al carruaje del deshonor a cualquiera que no gritara “se van”. El guion exigía desprestigiar a todas las personas con alguna responsabilidad en la administración pública, fue la fórmula para preparar el advenimiento de la patria nueva. Apestados, contagiados todos los servidores por el letal virus morado, la individualidad se perdió. No servía como antídoto la carrera administrativa, la integridad, la participación en procesos cruciales de la vida nacional. En el mismo rincón apretujaron historias y para ser fieles a la tradición, las mujeres llevaron la peor parte. Prevaricadoras, incompetentes, corruptas, serviles. Los lenguaraces éticos, repetían las calumnias sin control, en el mejor de los casos avalaban los insultos con gestos delatores o invitaban a la renuncia. La infamia continua y oficial tiene efectos devastadores, difíciles de vencer, por eso lograron acallar voces autorizadas que podían y pueden opinar, desmontar falacias, orientar. Transcurrido el tiempo y con la amenaza de una eventual medida de coerción, cuando “la Operación Caracol” produzca la baba suficiente para andar, Margarita Melenciano Corporán, ciudadana con una hoja de servicio público encomiable, antigua miembro de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana-CCRD- escribió “EL Problema no es la ley”-HOY 17.05.2023-. Además de puntualizaciones pertinentes a propósito de las tribulaciones en el órgano constitucional, señala algo que debería avergonzar o motivar alguna reacción de la fementida sororidad. Fiel a sus convicciones, presentes desde su militancia en la emblemática Federación de Mujeres Dominicanas, lamenta la manera de invisibilizar las profesionales que integran la CCRD. Sus nombres y funciones son omitidos. Las reseñas mencionan: “las mujeres de la Cámara”. Eso es “agresión” y “sexismo”, “evidencia la violencia patológica contra la mujer”, subraya la Licenciada en Contabilidad y Derecho, con especialidad en Presupuesto Público y Contabilidad Gubernamental. Para acusarlas, defenderlas, condenarlas o destituirlas, su identidad es imprescindible, ellas son: Elsa Catano Rivera-vicepresidente-, Tomasina Tolentino Peralta-secretaria-,Elsa Peña Peña-miembro-.