El Partido Revolucionario Moderno (PRM) acaba de ganar de manera arrolladora las elecciones municipales y, al día de hoy, encabeza las encuestas para las elecciones presidenciales y legislativas. Si esa preferencia electoral se convierte en votos el próximo 19 de mayo, el oficialismo se colocaría con una posición dominante en tres de los cuatro poderes del Estado: Poder Municipal, Poder Legislativo y Poder Ejecutivo.
El triunfo ha sido contundente. Y tiene entre uno de sus principales autores al presidente Luis Abinader quien supo leer y entender el momentum político y que la lucha contra la corrupción es una demanda ciudadana relevante, dato confirmado por la reciente entrega del Barómetro de las Américas. Tanto es así que, como buque insignia de su campaña reeleccionista, el mandatario ha optado por ese tema.
En el sentido contrario se manejó la oposición que todavía no ha hecho la tarea de analizar por qué perdió el poder y ha venido cometiendo errores estratégicos tales como colocar todo un partido a respaldar acusados de corrupción cuando el discurso debió ser quien tenga que rendir cuentas que lo haga, evitando así que toda esa militancia se estigmatice y que por unos paguen todos. Por el contrario, insiste en culpar a la sociedad civil, a Marcha Verde, a los Estados Unidos y al periodismo crítico… mientras evita ver la viga que tiene en su propio ojo.
Ahora bien, el PRM debe mirarse en esos espejos y entender que, como diría un famoso súper héroe, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Hoy, el PRM tiene poder, pero ¿poder para qué?
Las lecciones sobre el poder indican que es pasajero. Puede tomar años perderlo, pero tarde o temprano se pierde y se corre el riesgo de cosechar lo que se ha sembrado.
Además, que el poder viene del pueblo. Que lo otorga a grandes rasgos y de manera total, pero que tiene sus límites, porque el poder que da este pueblo a un partido no es un cheque en blanco.
De ahí que sea importante que usen ese poder, no para enriquecerse, sino para resolver los problemas fundamentales y concretar una serie de reformas que aun están pendientes, tales como: salud y seguridad social, solución al tema del transporte, mejorar los salarios, la seguridad ciudadana y la calidad de la educación, alcance de la paridad de género en los estamentos políticos y disminución de las violencias hacia las mujeres, disminución de la desigualdad social y de la mora en la justicia, preservación del ambiente y acceso a agua potable, entre otros.
El PRM ha hablado de la profundización del cambio y de un solo Gobierno. Entonces ese cambio debería impactar también el Congreso, los municipios y lograr mejoras sustanciales en la justicia. El Congreso Nacional, por ejemplo, debe ser sometido a una serie de reformas que mejoren su operatividad, garanticen la calidad de su representación y eliminen una serie de privilegios irritantes como el de las dobles exoneraciones para compra de vehículos que el diputado por Opción Democrática, José Horacio Rodríguez, ha propuesto que se eliminen.
Y es que lo de un solo Gobierno no debe limitarse a obtener una mayoría cuantitativa, sino que tiene que implicar una coherencia política en el aspecto ético, de transparencia y rendición de cuentas, sin que amenace, por supuesto, la independencia de poderes, base fundacional de la democracia. En el aspecto político, un partido que prometa profundizar el cambio y hace un sólo gobierno debe cumplir sus promesas y ser ético en todos los estamentos, so pena de aprender por las malas las lecciones del poder.