§ 1. La historia es lo que sucede, no lo que uno desea que suceda. Lo sucedido entre Ucrania y Rusia ha sido la guerra. Teoría y práctica del lenguaje y la historia como acción. Como el lenguaje y la historia tienen la misma teoría, el discurso de los contendientes es su misma teoría y acción.
La guerra entre potencias mundiales está motivada por la ambición y el deseo de hegemonía de los mercados y en esto les va la vida a los imperios.
Hasta principio de siglo XX la lucha entre imperios era por la conquista de territorios, pero pronto se abandonó esta estrategia estéril debido al desarrollo de la industrialización y el uso incesante de la mejora tecnológica que la extracción de la plusvalía no soportaba alimentar las bocas de millones de muertos de hambre conquistados.
Hay otras justificaciones conexas a la conquista y hegemonía de mercados: Según el magistrado Rafael Ciprián, entre estas justificaciones «existe el carácter imperialista, la ampliación de la hegemonía, dominar o conquistar nuevos territorios o controlar otros mercados o ampliar su influencia política. Y eso lo hacen para ganar más dinero e incrementar su respeto en el mundo». (El Nacional, 3 de abril de 2022).
§ 2. Ninguno de los participantes directos o indirectos en esta guerra entre Ucrania y Rusia tuvo el menor interés en que no sucediera. La razón posee una lógica histórica: todos los imperios son expansionistas o sucumben.
Luego del fin de la Guerra Fría con la disolución de la Unión Soviética, los envalentonados Estados Unidos de América empujaron a los pocos Estados que componían su Organización del Tratado del Atlántico Norte, creada luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, a construir un valladar a la irresistible expansión de la Unión Soviética bajo el todopoderoso Stalin, también responsable de la derrota de Hitler al llegar a Berlín con sus tropas antes que nadie: los rusos respondieron a la OTAN con el Pacto de Varsovia.
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Tanto la OTÁN como el Pacto de Varsovia eran uno espejo del otro: cualquier agresión a un miembro de esas dos organizaciones era considerada como una agresión al conjunto.
§ 3. Pero luego de la disolución de la Unión Soviética, los de la OTAN (léase los Estados Unidos) presionaron de tal manera a los miembros de la Unión Europea (UE) para que se expandieran hacia el Este y reclutaron a varias naciones pequeñas que habían formado parte de la Unión Soviética para que se adhirieran a la OTAN y así quedar cubiertas por el apoyo militar de la potencia-gendarme del mundo y evitar que la poderosa Federación Rusa las volviera a atraer a su seno.
Y se llegó a un acuerdo verbal con Gorbachov en Londres en uno de esos aquelarres de la OTAN donde se le prometió que de parte de ese organismo encargado de la defensa militar de Europa después del fin de la Segunda Guerra Mundial no habría ninguna presión de expansión hacia el Este.
Pero tal promesa fue un engaño y ante este engaño Vladimir Putin exigió un acuerdo escrito. Y se firmaron dos acuerdos, no uno solo, pero los Estados Unidos presionaron para que no se cumpliera ninguno de ellos y es en esa situación que se encuentra Rusia cuando su vecino Ucrania solicita ser miembro no solo de la UE, sino también de la OTAN.
Entonces Putin trabajó directamente con Ucrania para persuadirla de que cumpliera con los acuerdos de Minsk I y II, pero los Estados Unidos y la UE armaron hasta los dientes a Ucrania y la empujaron a la confrontación con Rusia. Era una forma de tantear hasta dónde era capaz de llegar Putin.
Los presidentes ucranianos que habían mantenido una actitud de respetar los acuerdos de Minsk fueron torpedeados y cayeron vencidos por la presión de la UE y la OTAN y el último, Vladimir Zelenski, no midió las consecuencias de sus actos.
Putin solamente le pedía dos cosas: que no entrara a la OTAN y a la UE y que se respetaran los acuerdos de la región de Donbas, enclave de los territorios autónomos de Donetsk y Lugansk, finalmente reconocidos como repúblicas independientes por Putin.
Y este fue el detonante de la guerra y cuando Putin apuntó sus misiles supersónicos hacia los países de la UE y dijo que cualquier país que apoyara a Ucrania en esta guerra sería considerado como parte beligerante. Cuando los países de la UE y el gendarme internacional Joe Biden vieron que los misiles supersónicos destruyeron las principales ciudades de Ucrania, abandonaron a su socio Zelenski y dijeron que, aunque ayudarían por lo bajo a ese Gobierno, quedaba excluida toda intervención militar de los miembros de la OTAN en el conflicto de Ucrania.
§ 4. Biden y la UE le calentaron la oreja a Zelenski y a sabiendas de que no era miembro de la OTAN desafió a Rusia y ahora, con la mayoría de las ciudades destruidas y puertos estratégicos en manos rusas en esta guerra de desgaste, se sienta a la mesa de negociaciones y dice estar dispuesto a renunciar a ser miembro de la OTAN y a reconocer las repúblicas de la región de Donbas.
Este Zelenski se ha portado como un líder enano. De país próspero en vías de una gran industrialización y tecnologización, se encuentra ahora con casi seis millones de refugiados en los países de la UE que no han podido hacer otra cosa por vergüenza, sino acogerles, Ucrania es hoy un país devastado, sin fuerza de trabajo, sin agricultura y con ciudades grandes y pequeñas destruidas que quizá sean reparadas dentro de veinte años y a un costo muy alto.
Todo esto demuestra que Ucrania no era, al día de la operación militar rusa, un Estado nacional verdadero, sino un país en proceso de construir su unidad e identidad nacional, pero para lo cual le faltaba todavía un largo trecho que no avalaba una aparente riqueza agrícola, industrial y tecnológica.
Todo en Ucrania era, al parecer, prestado. Lo primero que aniquilaron e inutilizaron los misiles rusos fue la defensa área de Ucrania. Si Zelenski y sus ultranacionalistas hubieran reconocido el estado de situación de su país, hubieran trabajado para convertir en 20 años a Ucrania en una potencia mundial, con su armamento propio, no prestado y con un pueblo unificado dotado de conciencia política y conciencia nacional, dos verdaderas características de un Estado nacional que no huye al exilio en medio de una invasión extranjera.
§ 5. Pero Ucrania ha sido un pueblo ideologizado y conquistado muchas veces desde el siglo XIX. Su última vicisitud fue como una república más de la Unión Soviética a la que Nikita Jrushchov le concedió demagógicamente una autonomía relativa con respecto a las demás integrantes, pero aunque es cierto que después de la gran guerra Stalin se decidió a industrializar ese país gigante en territorio, no es menos cierto que con respecto a Occidente en materia de agricultura e infraestructura estaba en pañales, pese a que en la carrera armamentista llevó a Gagarín al espacio y en materia de cohetería y misiles lleva la delantera a los Estados Unidos.
Y las lecciones de esta guerra, que fue una especie de bella excusa de la UE y la OTAN a ver cómo estaba la correlación de fuerzas azuzándole un perro gordo, pero fofo, a un lobo hambriento que acababa de salir de su madriguera luego de un invierno letal.
Ahora solo nos queda, como inocentes televidentes, seguir el final de esta guerra mediática, la cual, una vez acabada, será olvidada, al igual que la Libia, Iraq y Afganistán llevadas a las pantallas de los televidentes desde aquellos lejanos países orientales cuya lógica nunca se adaptará a las concepciones e ideologías que la democracia representativa y los derechos humanos occidentales.
Conclusiones
§ 6. Falta por experimentar en carne viva los efectos económicos que a escala global acarreará esta guerra entre Ucrania y Rusia, sobre todo a los países que dependen del suministro de gas, petróleo y cereales cuya importación hizo la riqueza de ambos países.
Ya los efectos de la inflación, que venía añadida por la pandemia y la paralización de la cadena de suministros, comienzan a sentirse en Europa y de seguro de cantidad de refugiados ucranianos pesará como plomo sobre las naciones europeas que han acogido a esos refugiados.
Y aunque los Estados Unidos no han aportado ni un solo muerto en esta guerra, de seguro que el precio de los carburantes y la inflación seguirán su espiral de precios altos. Las naciones pequeñas que no tienen soberanía deben mirar el ejemplo de Ucrania, país con más de 600 mil kilómetros cuadrados y que, sin embargo, en este trance se ha comportado como un país latinoamericano del patio trasero de los Estados Unidos. Nuestros países pequeños, como recomienda Martí, deben firmar tratados comerciales y diplomáticos con los imperios que menos daño les hagan. Examinar cuál de los tres imperios a la moda (Estados Unidos, Rusia y China) nos propina menos patadas.