El Globo, dice gente que escribe sabio, va pasando por un momento de extraviadas e incertidumbres muchas.
Quizás toda época anterior tuvo parecidos retos y desafíos, columbrados desde ángulos diferentes, lejanos y ajenos.
Apenas puedo ver yo, asomado a parte de los tiempos y espacios que me tocan aquilatar, muy estrechos enfoques desde esta pequeña atalaya insular.
Las secuelas de la pandemia aún ensombrecen y perturban las profundidades de las psiques de los individuos y alimentan ansiosos arrebatos en la conducta de los rebaños humanos, documentan especialistas.
Las guerras provenientes de reminiscencias imperiales, las competencias por asentamientos y las inútiles querellas religiosas son otros factores generadores de incertidumbre mundial.
Hoy desde diferentes coordenadas soplan fuertes vientos empujando con poco disimulo hacia un reacomodo geopolítico y económico.
En ese panorama ribeteado de inquietantes incertidumbres, los países pequeños como el nuestro tienen que dar lo mejor de ellos para salir bien parados, o lo menos mal parados posible.
Tenemos internamente que aunar propósitos, atenuar diferencias y administrar ambiciones propias, bajar el tono hostil, ser propositivos, que es de donde derivan la resiliencia y las fortalezas con que respondemos a las adversidades.
No tiene ningún sentido embarcarnos tan a destiempo, más de tres años antes de las próximas elecciones, en los crispados embates a que someten las competencias electorales, como insisten líderes y medios.
En el mundo de la comunicación y de las redes, que tanto pueden informar como desinformar, asistimos a un amarillismo que compite por likes y rating explotando el morbo que jalan las malas y más escandalosas nuevas.
Algunos medios y redes parecen competir por resaltar un deprimente ambiente de deterioro y disolución, de déficits estructurales de bienes y servicios de calidad, de lagunas educativas y culturales, de vicios que exhibimos con desnudez.
Parecemos refocilarnos con esas deficiencias como si todos no fuéramos responsables de fallas propias de la desigualdad social, por omisión, malas acciones y hasta por conveniencias ególatras que hemos amamantado desde que ensayamos nuestra endeble democracia.
Hoy es un tiempo justo para aunar propósitos comunes, sinérgicos, de elevarnos a la grandeza humana de gente como Juan Luis Guerra, Marileidy, Juan Soto, Zoé Saldaña, el propio presidente Luis Abinader que nos da cada día e históricamente un denodado empeño por legarnos una gestión trascendente; así como tantos otros criollos que dan brillo y esplendor a la identidad dominicana.
“Usted dirá que soy un soñador. Pero no soy el único”, vuelvo a repetir con Lennon.
Levantemos el vuelo.