Los hechos acontecidos durante la tiranía de Trujillo, que forman parte de la historia oscura de nuestro país, nos hablan de una era de miedo y terror, donde el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) colmó de miedo la vida y cercenó la libertad de todos.
El miedo fue una marca del siglo XX, fue el abono de las dictaduras en nuestra región y la base del horror sembrado por el nazismo en la vieja Europa. Se gobernaba en base al miedo: miedo del gobernante por no perder poder y la población aterrada era sometida a perderlo todo, incluyendo la vida.
El desenfreno de los gobernantes, el abuso del poder tuvo sus límites, porque no todo es perpetuo, por lo que conquistar librarse del miedo produjo derechos que hoy son inalienables, pese a los asomos de autoritarismos en el mundo.
La lucha contra la opresión nos dio a conocer y a valorar la libertad, que es un valor inherente a la condición humana sin la cual es imposible ejercer el principal de los derechos, el derecho a la vida.
La libertad es un derecho fundamental conquistado a sangre y fuego por la humanidad, es el insumo más valioso para el desarrollo humano y de los pueblos, sin ella, estaríamos atados como un animal sin posibilidades de movimiento.
Pensar en la libertad es también pensar en el miedo a perderla y el miedo bloquea nuestras tomas de decisiones y la forma de vivir.
Empero, la vida discurre entre la libertad y el miedo, es una especie de axioma, que debe conducirnos a eliminar el miedo para dar paso a la libertad entendida en todas sus formas.
El filósofo alemán Erich Fromm considera el autoritarismo como el mecanismo previo a la erosión de la libertad, el paralizante de todos los derechos y somete a la sociedad a un estrés de consecuencias impredecibles.
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Entre los daños que genera el miedo están la mentira, la censura y la autocensura, fenómenos que limitan el accionar de las personas por temor a expresarse libremente, que es una condición de la libertad.
La censura emana siempre desde el poder y la autocensura por el miedo al poder. Cuando las teclas del poder actúan, influyen para atrapar la voluntad de los medios y estos a su vez se pliegan porque temen a las consecuencias.
El principal atentado a la libertad viene del miedo, y de verdad no podemos vivir con miedo, hay que apostar a la libertad: la libertad de gobernar bien, generar la confianza necesaria entre los gobernados que deberán estar libres del miedo para que haya armonía.
La pérdida de la confianza lo corroe todo. Este valor, la confianza, tarda mucho en construirse y se desmorona fácil. Es como un edificio que para construirlo dura un gran tiempo, años, y una mandarria lo derriba en un día.
La peor vergüenza es la autocensura, que usted no pueda expresar lo que siente, ni ser solidario con alguna causa justa por temor a los hilos “invisibles” del miedo paralizante y bloqueador de la libertad.
Llega el momento en que, para vivir, hay que decidir entre la libertad y el miedo. La libertad es el camino, es un derecho y nacimos para ser libres. La verdad es la fuerza de la libertad y de ahí del pensamiento de Jesús: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.