Leí en las redes sociales, en uno de esos grupos de whatsApp donde abundan los analistas de la realidad nacional y un poco más allá, que el gobierno decidió poner fin a las restricciones por el covid 19 para “compensar” a la población por los impuestos con los que se propone gravar (un 18% de itebis) los servicios que se ofrecen a través de las distintas plataformas del internet, noticia que cayó muy mal entre los cibernautas y que las empresas que ofrecen el servicio dicen estar estudiando con mucha atención.
Y es probable que muchos compartan la opinión, pues se dieron cuenta, aunque este no sea el caso, de que nuestros gobiernos recurren con frecuencia a las distracciones para desviar la atención de lo que no les conviene que se debata y discuta en la opinión pública, y nada distrae mas que una noticia tan buena.
El anuncio del presidente Luis Abinader agarró a todo el mundo fuera de base, empezando por las autoridades de salud, que apenas horas antes de su anuncio se mostraron opuestas a eliminar el uso de mascarillas en espacios cerrados.
Y como era también de esperarse, provocó un montón de reacciones, en su mayoría favorables a la decisión, recibida como una bendición del cielo por la industria del entretenimiento y propietarios de bares y restaurantes, severamente golpeados por las restricciones que impuso durante dos largos años la pandemia.
Aunque tampoco han faltado los que la rechazan por considerarla precipitada, lo que puede volver a disparar los contagios y alejar definitivamente a la gente de los centros de vacunación, paquete en el que hay que meter a los partidos de oposición PLD y FP, que solo saben llevarle la contraria al gobierno.
Pero ya la decisión está tomada, por lo que el curso de la pandemia dependerá, de ahora en adelante, de la responsabilidad de cada quien, como señaló en su discurso el presidente Abinader.
O como lo diría un cura; de nuestro libre albedrío. Y es eso, precisamente, lo que da miedo.