El retiro del proyecto de Ley de Modernización Fiscal por parte del presidente Luis Abinader es una muestra tangible de cómo la democracia puede funcionar en su esencia más pura: escuchar a la ciudadanía y actuar en consecuencia.
En un entorno político donde muchas veces prevalecen los intereses partidistas o la obstinación ante las críticas, esta decisión demuestra la capacidad de un gobierno para rectificar y ajustar su rumbo en beneficio del bienestar común. Es un recordatorio de que la democracia no es un sistema rígido, sino una estructura viva que debe adaptarse y evolucionar con las necesidades y deseos de la sociedad.
Desde el principio, el proyecto de reforma fiscal fue presentado con buenas intenciones: mejorar las finanzas públicas y garantizar un desarrollo económico sostenible para el país. Sin embargo, las medidas propuestas, que incluyen aumentos en varios impuestos y la eliminación de incentivos, generan preocupación en amplios sectores de la población.
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Las manifestaciones pacíficas, los cacerolazos y las voces de diversos actores políticos y económicos dejaron claro que, aunque la modernización fiscal era necesaria, la forma en que se pretendía lograr no contaba con el consenso necesario.
Este es un punto clave de la democracia: la capacidad de retroalimentación entre gobernantes y gobernados. Abinader demostró con su decisión que, en un sistema verdaderamente democrático, el diálogo y el consenso son elementos fundamentales. La idea de que un gobierno democrático no teme corregir su curso cuando escucha a su pueblo es poderoso y debería ser aplaudida, ya que reconoce la importancia de la participación ciudadana y del pluralismo.
El presidente, al anunciar el retiro del proyecto, señaló que el gobierno “está conectado con la realidad de su gente”. Esta afirmación refleja un liderazgo que entiende que gobernar no significa imponer decisiones desde una torre de marfil, sino estar en sintonía con las preocupaciones, esperanzas y expectativas de la población. No es un signo de debilidad, sino de fortaleza democrática, el reconocer cuando una medida no tiene el apoyo popular necesario para ser implementada de manera justa y efectiva.
Además, este proceso ha demostrado que la participación ciudadana en la República Dominicana está viva y activa. Las protestas pacíficas, los debates en los medios y las opiniones expresadas desde diversos sectores no cayeron en saco roto, sino que fueron escuchadas por el gobierno, lo cual refuerza la confianza en las instituciones democráticas. La lección que deja esta experiencia es clara: cuando los ciudadanos alzan su voz de manera organizada y pacífica, pueden influir en las decisiones que afectan sus vidas y sus bienes.
Por supuesto, la retirada del proyecto no significa que los problemas fiscales del país hayan desaparecido. El gobierno deberá buscar nuevas alternativas para incrementar las recaudaciones sin afectar desproporcionadamente a la población, sobre todo a los sectores más vulnerables. No obstante, el hecho de que se haya retirado un proyecto controvertido para reconsiderarlo y buscar soluciones más consensuadas es un ejemplo de madurez.
Lo sucedido con la Ley de Modernización Fiscal es un triunfo para la democracia dominicana. Es una señal de que la voz del pueblo importa y de que un gobierno que está dispuesto a escuchar y corregir tiene mayores posibilidades de éxito. En lugar de aferrarse a un proyecto rechazado, el presidente Abinader optó por el camino del diálogo y la negociación, lo que refuerza la confianza en un sistema democrático que, cuando se pone en práctica de manera efectiva, puede conducir a un mejor futuro.