Volver a Madrid después de diez años, significa primero un viaje muy personal en una ciudad que aprendimos a conocer en los setenta , envuelta en los cuchicheos políticos de la clandestinidad de las luchas por la democracia y el empuje insoslayable de la modernidad , necesaria para una España vencida por las armas pero brillante y admirable en el espíritu libertario de su pueblo desde , y antes que Cervantes ofreciera al mundo el abrazo universal del sueño y de la realidad, de la sinrazón y del sentido común, en las andanzas del Quijote y de Sancho Panza.
Lavapiés hoy , está restaurado, remodelado y visible a la luz del día por el genio arquitectónico de los españoles y la destreza en hacer de lo viejo , lo nuevo.
Se siente en Lavapiés, todo el olor y el sabor de una ciudad pícara, con el tono literario de Quevedo y Gracián. Un modo de existir que el inmigrante sin papeles sabe improvisar a suelo raso ,con estatutarias africanas expuestas sobre una sábana blanca cuadrada con cuatro traviesas de soga,que les permite replegar todo y correr cuando se asoma la policía Municipal. Gracias a ellos , los turistas, las doñas castellanas de la Fuencarral y de Las carretas se llevan la ilusión de una cartera de marca cuya autenticidad es solamente la referencia al nombre.
Los moros de ayer, circulan por las calles ,corriendo hacia el trabajo, listos para arrancar el día ,en el encofrado de una construcción que le limpia la cara a un edificio del siglo diecinueve, saludando a una paisana con chador que lleva en coche a un niño camino al colegio.
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Por los callejones todavía lucen casas con celosías , esperando que se asome con aplomo la Celestina.
Lavapiés sigue con sus olores de calamares calientes y aceites de oliva saboreando una fritura de boquerones.
En los mesones y bodegas, el grito del dueño de la barra lleva la marcha del tapeo, el bodeguero ordena y manda y los camareros parecen muñequitos animados por una clientela apresurada y exigente con la letanía “Sírveme ya, Jesú que tengo curro…”
Desde esta atmósfera popular podemos viajar por toda la literatura picaresca española y ver como en un salto en el tiempo el alma y la esencia de esa España, de la tierra, de la sierra , de la meseta y de los horizontes abiertos en perspectivas de olivos y molinos de viento, se mantiene viva y auténtica ,esa España peleona y airosa que nunca se cansa de vivir…
Madrid, contiene en sus entrañas la llama viva de un pasado todavía visible en su gente, por encima del tiempo .
Si caminamos por el barrio de Atocha , la estación remozada se impone como un sello de identidad , frente al Museo del Reina Sofía , cuyas colecciones reposicionadas en una nueva curaduría y museografía hacen que el visitante tenga que construirse él mismo el camino de lo que busca ….Pero lo encontrará, y hasta se sorprenderá dando con tendencias y escuelas visuales olvidadas como el ´´ultraísmo´´que hemos disfrutado en nuestras visitas.
Un regalo, volver a ver el periodo cubista de Diego Rivera con unos colores encendidos en una composición geométrica impecable.
Las figuras femeninas de Picasso nos llevan a contemplar en la barra de un bar esos retratos picassianos de anchas mejillas y frentes abiertas como un capricho de la imagen ….
La ciudad ha puesto al servicio ciudadano unos autobuses de energía eléctrica que con el agrado de la cortesía del Ayuntamiento te lleva de Atocha a la Gran Vía donde de lado a lado la arquitectura moderna se yergue con torrecillas y terrazas, luciendo relojes y bóvedas que confunden la vista en un mareo de barroquismo posmoderno y quich anticipado ,anunciador de todos los atrevimientos arquitectónicos del siglo 20 y 21.
La gente pasea por la Gran Vía, ocupando las tiendas con unas ganas contenidas desde la pandemia.
La marcha, la energía colectiva, tomó una nota especial en el maratón de los Papas Noel que corrieron de Recoletos a la Castellana con un ritmo y una marea roja con movimiento y garbo de capa taurina.
Familias enteras, con niños en coche y mayores con bastón se integraron a la fiesta de maratón ,alegres en participar en el retorno a la vida y a la energía colectiva.
De Atocha a Alcalá, de Alcalá a la Plaza Mayor, recorremos toda la energía de una ciudad abierta , activa, que nos ha permitido en pocos días sentir los versos de Soledad Álvarez Premio Casa de América 2022,sonando por Cibeles , en una lectura que la poeta dominicana ofreció por encima de las inundaciones de las lluvias inesperadas.
Nos metimos urbe adentro buscando los libros inevitables del 2022, y claro en la Casa del libro todo Annie Ernaux para volverla a leer, en lengua española.
Nos pasamos un buen rato recorriendo los estantes y dar por encanto con la última edición de las obras completas de Pérez Galdós, pasión literaria que heredamos de nuestros maestros republicanos, profesores universitarios exiliados en Paris.
Todo está en todas las diferencias barriales y distritales, ciudad de diversidad abierta ,con la intensidad de su gente que se hace sentir y oír en todo y sin medida porque la voz y la palabra son manifiesto de ciudadanía.
Aquí la vida está en la calle, con su marcha y su movida y la fiesta se anuncia, se prepara y se conversa, las señoras con monedero apretado al pecho, ya van armando la Noche buena y la juventud la Noche Vieja extendiendo sus planes con el famoso “Qué plan tienes…”
Por encima de los ruidos de las Cortes, la juventud está en fiesta y vida y la ciudadanía se concentra en hacer de este fin de año una ventana abierta al futuro.
Madrid indiscutiblemente sorprende por su fuerza en las diferencias, por su capacidad de renovación, de intento y atrevimiento que en su desarrollo de capital global, no pierde el sabor de su cultura popular, porque sabe ponerle ganas a la vida.
Hoy he vuelto a esa España soñada y aprendida en la Universidad y puedo sentir que el pasado pudo construir un futuro, hoy presente en una ciudad repleta de cultura y vida.