Lejos de pensar en definiciones sobre la masculinidad, masculinidad igualitaria con sentido de libertad de semejanza entre y mujeres, cuidado, crianza saludable y en momentos como antídoto para enfrentar la violencia en todos los órdenes sociales, me permito observar el tema desde otra mirada un poco personal y casi obligatoria.
La verdadera masculinidad no logramos comprender del todo cómo luce. A pesar de que la agotamos en la mayor parte del camino de la vida, asumiendo tareas hogareñas de responsabilidades, trabajando, pagando facturas, proveyendo alimentos y colaborando con el llamado de compromiso asignado por la sociedad cuando nos referimos a la masculinidad como elemento de relación entre los seres humanos.
El papel de liderazgo que Dios, la vida, la sociedad ha dado a los hombres es una oportunidad para convertirnos en agentes de servicio, un papel que conduce al sacrificio en todo el sentido de la palabra y dar una milla extra. Este fue parte del ejemplo y la misión de Jesús en la tierra. Además para los que están a favor de que hombres y mujeres son biológicamente, psicológicamente y emocionalmente distintos.
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A mi juicio de abordar lo presentado, hay dos aspectos fundamentales para hablar de una verdadera masculinidad: entrega y sacrificio; es decir una conexión entre lo que se dice y lo que se hace. Un discurso que cobra vida cuando se práctica de manera sincera, transparente y personal.
No consiste simplemente en mantener nuestras cosas limpias y ordenadas, significa ir más allá de nosotros mismos para amar a nuestro prójimo, el cual es cualquiera que conozcamos que tenga alguna necesidad. A los verdaderos hombres se le ofrece la oportunidad de dar libremente su tiempo, sus recursos, su atención, su energía y su apoyo emocional a los que lo necesitan sin tener en cuenta lo que puedan recibir a cambio.
La verdadera masculinidad es una labor difícil e incómoda, independientemente del estado civil en que te encuentres. La tarea de liderazgo otorgado por el Creador no es una oportunidad para ser servido, sino encomienda a servir de forma sacrificial, a proteger, ser sensibles, centrado en otro; consiente de su responsabilidad; es saber cuando pelear y cuando nutrir. Cuando reaccionar a la manera de su Creador y tu conciencia. Aquel que actúa contrario a una sociedad marcada por apetencias económicas, emocionales y sexuales donde la práctica saludable de la masculinidad parecer poco atractiva e incluso sin sentido.
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Al final un ingrediente que puede ayudar bastante a la práctica de una saludable masculinidad es la educación temprana en el hogar- una educación capaz de llevarnos a la reflexión crítica de nuestras prácticas, a problematizarnos, incluso nos haga revisar aquello que damos por inamovible e inalterable por los mandatos socioculturales, donde tiene base el germen del machismo.
Es necesario el aporte y sacrificio de la familia, la escuela, la iglesia, las organizaciones sociales, el barrio y la comunidad en general. En la construcción de la masculinidad saludable e integradora desde nuestros espacios de influencia que pueda ser antídoto a hechos de violencia de género que actué con los agresores y las causas de la violencia como comportamiento aprendido, promovido desde la sociedad.
Un modelo de hombre con las características siguientes: un modelo de hombre que se puede resumir en los siguientes ejes: racional y objetivo, pero sensible, proveedor y protector. Analítico y prudente, responsable, tenaz y proactivo. Sensible y franco, responsable y líder, comprensivo y servicial. Líder y estable.