Por: Manuel Núñez
Cuando la investigación, en una novela policíaca naufraga surgen hipótesis probables basadas, por ejemplo, en operaciones de una banda para blanquear dinero empleando obras de arte como llegan a contemplar los investigadores del “crimen de La Julia”, como la prensa había bautizado el asesinato del arquitecto Freddy Rojas; al carecer de cabos que pudieren atarse, la hipótesis se desvaneció rápidamente.
La incertidumbre es que genera el placer de seguir leyendo hasta el final Con el Caribe al fondo (Santo Domingo, Memoria Viva editorial, 2022, 340 pp.) de Guillermo Piña-Contreras.
Es en el último capítulo de la novela que se desatan las lenguas. El portero reveló que la noche del 16 de julio había visto a una mujer que no identificó por la rapidez con que salió del elevador; pero que pudo reconocer en Ritmo Social, el suplemento del Listín Diario. Se trata de María Félix, la esposa del empresario Agustín Lora. Inmediatamente, el fiscal Perpiñán la llamó a interrogatorio y Emilio Vargas pudo examinar las declaraciones de lo acaecido la madrugada de la muerte de Freddy Rojas.
Cuando la sospechosa María Félix se presentó ante la fiscalía a declarar comenzó la revelación del enigma. A punto estuvo de ser ingresada en prisión, cuando su marido presentó el martillo, instrumento del crimen. Refirió, además, la confesión del presunto asesino. Las cosas quedaron zanjadas. De este modo, concluye la trama envolvente, digna de ser vertida en un filme policiaco.
Le invitamos a leer: ¿Cómo y dónde terminan los huracanes?
Las circunstancias de muchos nombres reales, muchas historias contadas que obran como trabazón de la historia central, nos producen la sensación de verosimilitud. Sin embargo, no hay que olvidar que la ficción tritura la historia. El tiempo de la historia novelesca comienza el 16 de julio, cuando se produce el asesinato y concluye el 9 de agosto al momento de ser interrogada y, en custodia, María Félix. En las digresiones, sin embargo, el narrador se mueve en un tiempo abierto que se remonta a los episodios de la Era de Trujillo y a circunstancias que abarcan más de medio siglo, y tienen como referencia límite el nacimiento de la prensa digital y la fundación de Diario Libre, en 2001. Esa es, digresiones aparte, la estructura de este relato policial.
Guillermo Piña-Contreras tomó distancia de la estructura clásica de la novela policiaca. Se dice que este género se halla lejos de las menudencias sociales, que permanece encerrado en sus propias leyes, y que los placeres de los lectores se hallan en las falsas pistas, en los secretos, en las incógnitas, en el despliegue de la inteligencia del investigador y en el dato escondido, en el suspense. Pero el escritor no quiere quedarse en las desconstrucciones de una historia. Es un género despolitizado. La novela policial nos lleva al ensimismamiento. Se desconecta de los problemas de la sociedad.
En contraste con todas sus novelas anteriores, el personaje de mayor relevancia en esta obra es el narrador omnisciente. El punto de vista adoptado por el narrador que conoce el presente, el pasado y acaso el porvenir y que habla directamente al lector. El narrador es testigo, opina, orienta, dirige. El narrador empalma, en resumidas cuentas, tres relatos:
· La indagación policial que se convierte en el relato central. En este punto, los personajes son presentados en sus biografías, en sus pensamientos.
· Las digresiones historiográficas que reconstruyen la sociedad en la que transcurre el texto central. Son el contexto mental en el que se desenvuelve la vida de los personajes.
· las digresiones relacionadas con las artes plásticas: el atelier del pintor Hernán de Soto, las narraciones relacionadas con las obras pictóricas.
· El texto se halla escrito en una prosa transparente. Descripciones puntillosas; oraciones cortas, elípticas. Dos procedimientos campan por sus respetos en el narrador: Las descripciones, reminiscencias del influjo del Nouveau Roman. Las digresiones convierten al narrador en un profesor; representan un buen porcentaje de todo el texto de la novela, y aparecen en casi todos los capítulos. De todas estas narraciones intercaladas, algunas son capítulos completos —véase la fundación de Diario Libre— el autor se explaya al estilo de Víctor Hugo en la reproducción de lo social; discurre sobre la influencia de Guillermo González y Henri Gazon Bona en la arquitectura, los cotilleos entre los artistas, las rivalidades empresariales entre Casa de Campo y Punta Cana, los enredos entre familias, los crímenes más sonados de los últimos cincuenta años. Algunas escenas nostálgicas, algunos embustes que han circulado de boca en boca como verdades, aparecen como estampas. Y luego están las digresiones artísticas, y aquí he hallado las de mayor relieve inventivo, hallar en la descripción del cuadro, la narración del pintor Mujer poniendo mariposas, El sueño de Clitemnestra de Hernán de Soto; hallar el sentido en los poemas De Gualey al cielo, y penetrar en los pormenores de la obra de Colson y de Giudicelli. Aprecio el poder evocador de un lienzo cuando se expone en la prosa del autor.
Le puede interesar: ¿Cómo evitar la humedad en casa? Aquí 7 recomendaciones
Creo que vivir en las estructuras de este relato, visitar sus expansiones digresivas, que exponen sus nostalgias y su visión del mundo, son una experiencia memorable. Tras haber leído esta novela, permanecerán, a buen seguro, entre los recuerdos de lector: las anécdotas de Fonsito, la Araña, el legendario salvador del comandante Norge Botello en la Guerra de abril de 1965; las peripecias del Osito, remoquete de Tony Abreu; los avatares de Marcio Veloz y los radioaficionados; la vida en el Golfito Tenis Club, el Hotel Gascue de doña Poupée Molinari. En resumidas cuentas, las imágenes de una ciudad desaparecida: “Después de la guerra civil de 1965, Santo Domingo comenzó a crecer hacia los cielos, a extenderse, exceptuado el sur, por los demás puntos cardinales”.
Al igual que acaece en el emblemático poemario El viento frío de René del Risco, la nostalgia se estructura en imágenes y en personajes que desaparecen. Piña-Contreras parece preguntarse dónde está Freddy Miller, desaparecido en los últimos años de la tiranía, y dónde fue a parar César Reyes, aquel 26 de noviembre de 1959, cuando se despidió de El Turco Prieto, en El Golfito Tenis Club. Mártires de la dictadura perdidos en la memoria del narrador. La novela policial es un paisaje con un merengue al fondo, la tumultuosa historia de medio siglo dominicano. Son estas las configuraciones con las que se encontrará el lector. Pero yo solo soy el lazarillo de esta invitación a la lectura. Describo cómo funciona; explico sus componentes. En cualquier caso, les toca a ustedes, lectores, pasar por esta agradable experiencia de placer estético de leer nuestra primera novela policial.