Cultura
Al fomentar el ecosistema de los voluntariados, el presidente Luís Abinader, también enfatiza en que el apoyo a los museos, debería venir desde fuera de sus paredes. Y si clave se torna avivar la misión solidaria de los ciudadanos en favor de la cultura, más crucial aún sería la canalización de la generosidad y el altruismo para la gestión efectiva de las entidades culturales. Reconocer y encausar la vocación solidaria hacia las necesidades de los museos para maximizar su funcionamiento interior y exterior, podría ser el mayor retoque asuman en el presente y el devenir los gestores del patrimonio artístico y cultural de nuestro país…
En la cartografía geopolítica de la globalización, los principales centros dominio e influencia son las megápolis, desde donde operan las verdaderas instancias contemporáneas de poder: bancos, mercados de capitales, bolsas de valores, corporaciones transnacionales y partidos políticos.
En este complejo escenario, asistimos a la vertiginosa aceleración del proceso desvanecedor de los límites entre producción y servicios. La clientela (individual, colectiva y corporativa), reformula y modifica los rituales masivos del consumismo y las prácticas culturales habituales de lo cotidiano.
El proceso globalizador, desafiando los conceptos de tiempo y distancia, además de poner en cuestión los valores existenciales, implica igual una transformación de las opciones y alternativas vitales del sujeto y la colectividad. Desde luego, en los países menos desarrollados, la distribución de riquezas y tecnología se torna cada vez más asimétrica con lo que se agudizan las dificultades para el mantenimiento de unos niveles básicos de calidad de vida, alimentación, vivienda y educación.
Entonces, la relación entre producción cultural, poder político, democracia y sociedad, es decir, el pacto de apoyo a la cultura contraído por el Estado y la administración pública, exige hoy su redefinición y renovación. Y, precisamente, lo que reclama la cultura en este instante globalizador no es más que su entendimiento como organismo vivo e hiperplástico en perpetua mutación; como industria politemática, polifásica, aglutinadora y polisintetizante de dimensiones, transmigraciones, componentes, raíces y huellas cargadas de historia y memoria, donde las nociones de territorio, nación, identidad y bien cultural patrimonial, admiten nuevos significados y nuevas perspectivas.
En Santo Domingo, devienen urgentes los enfoques holísticos, transformadores e innovadores de las políticas públicas culturales y la gestión de las organizaciones socioculturales. Pero, la innovación creadora sería una aventura imposible sin repensar la importancia de las diversidades identitarias y patrimoniales en el escenario y el imaginario culturales de la sociedad dominicana contemporánea.
En nuestro tiempo, la innovación, constituye un factor clave en la gobernanza, las políticas públicas y la gestión empresarial. Innovar ya no es opcional. Más bien, resulta de rigor en la generación de iniciativas y proyectos impactantes. Y es que para innovar de forma genuina, creadora, positiva y efectiva, habría que partir de la atención precisa, sensible y reconocedora de las modalidades, sistemas y medios distintivos de producción y consumo de bienes culturales y artísticos de nuestro pueblo y nuestra sociedad.
Tal como ya he advertido, entre las recientes disposiciones del Poder Ejecutivo, me atraen especialmente los decretos 79-21; 308-21; 205-21 y 464-21. Y lo que me resulta sorpresivo, sorprendente y hasta alucinante es el énfasis en la cultura como factor clave de transformación social y el acento notablemente implicante que adquiere el concepto de innovación en la textualidad jurídica y la causalidad radical de estos decretos en los cuales el presidente de la República Luis Abinader, suscribe y remite un mensaje claro de fomento a la cultura del voluntariado y de apuesta vibrante a la promoción de la innovación y la creatividad artística.
Porque, precisamente en el contexto cultural de la posmodernidad, la principal función de la plataforma del voluntariado, consiste en sensibilizar a los sectores productivos y económicamente más influyentes de la sociedad, para que asuman su participación en la elaboración de políticas públicas y hasta como representantes de las instituciones culturales. Así, el voluntariado, podría adquirir gran relevancia en la agenda política y social nacional ya que se trata de una instancia integradora de un ecosistema solidario que prospera y repercute como paradigma pedagógico de participación y compromiso cívico.
El Comité Gestor de Voluntariados de Instituciones Públicas, está integradopor José Miguel Bonetti Du Breil, presidente; Nelly Carías Guizado, directora ejecutiva; Mariela Ramos; Vitelio Mejía; Ingrid Debes Dargam; Rodolfo Fuertes; Mirta Cabral y Pedro Martínez. Y se sabe que en el área de los museos, el Voluntariado ya incluye a los reconocidos coleccionistas Betty e Isaac Rudman; los empresarios y coleccionistas Maribel Bellapart y José Singer Weisinger; Marianne de Tolentino, directora de la Galería Nacional de Bellas Artes y la curadora Gía Caro Haché, entre otras personalidades distinguidas del ámbito empresarial y el medio cultural del país.
El decreto 205-21 que crea el Programa de Arte Público Dominicano y cuya materialización está bajo la responsabilidad del Ministerio Administrativo de la Presidencia, el Gabinete de Innovación y el Ministerio de Cultura, resulta todavía más provocador ya que se propone realizar intervenciones artísticas en todo el territorio nacional, incluyendo murales y proyectos escultóricos a escala cívica en espacios públicos; fachadas de viviendas deterioradas y paredes de edificaciones abandonadas, así como un plan de diagnóstico, registro y restauración de obras patrimoniales en espacios e instituciones públicas.
Abinader suscribe y remite un mensaje claro de fomento a la cultura del voluntariado
Particularidad proyecto
Una particularidad sumamente interesante de este proyecto es que tanto su visión programática como su proyección social, parecen contener una base filosófica recuperadora y un propósito recreador de las raíces, tradiciones y expresiones culturales propias de cada pueblo y/o comunidad de nuestro país, fundamento y tentativa plausibles que auspiciarían la reafirmación y promoción de los signos referentes y los valores espirituales trascendentales de sus identidades.
Este detalle se podría entender y justificar a plenitud, atendiendo a la formación multidisciplinaria, la apertura mental, la sensibilidad y la experiencia profesional de los miembros del equipo de trabajo responsable de su diseño y ejecución, pues todos poseen buena memoria y son conscientes de que el arraigo cultural del pueblo dominicano tiene fuertes conexiones con el medio ambiente; las tradiciones; las instituciones y las prácticas creativas cotidianas.