El Sistema Nacional de Emergencia es desde hace pocos años el mecanismo encargado de acercar a los ciudadanos con rapidez a los auxilios que reclaman por graves y súbitos problemas de salud, incendios, accidentes de todo tipo y violencia delictiva.
Establecerlo, y luego proponerse extenderlo a todo el país, han sido aciertos del poder en más de un mandato constitucional que sumaron obligaciones al Estado en cuanto a la permanencia en niveles de efectividad para responder a quienes procuran socorros a veces cruciales. A vida o muerte, incluso.
Las estructuras llamadas a reaccionar con urgencia para proteger continuamente a la sociedad tienen que ser mantenidas en condiciones óptimas mediante la renovación de las flotas de vehículos depreciados y a veces defectuosos por prolongados y exigentes usos y disponiendo de un personal suficiente en cantidad y en rigor de entrenamiento.
Le invitamos a leer: Supuestos delincuentes roban vehículo y luego tienen accidente
El 911 debe estar en alerta sobre sí mismo para superar cualquier debilidad que sea consecuencia de lo arduo de sus roles salvadores de cada día y cada noche y del desgaste de los medios con que opera para lo cual no deben faltarle los recursos y apoyo que en todos los órdenes corresponde al Gobierno proporcionar.
El ciudadano debe también apoyar con dignidad y sentido constructivo al Sistema Nacional de Emergencia acudiendo a él solo por situaciones que revistan gravedad y jamás para entorpecerlo ocupando su tiempo con falsedades.