El cambio es imprescindible. ¡Si el tránsito de las grandes ciudades dominicanas sigue como está, dentro de 10 o 15 años serán de las más caóticas y desorganizadas del mundo. Es imposible continuar el caos que nos arropa y nos deshumaniza.
En el 2016, 3.9 millones de unidades vehiculares se desplazaban por calles, avenidas y carreteras de nuestro país. Varios años después, en 2021, subieron a 5.1 millones de unidades.
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Pero en las grandes avenidas mencionadas en las notas editoriales de ayer, entre ellas 27 de Febrero, Kennedy y Luperón, nos encontramos, al mismo tiempo, con motocicletas, carros y yipetas, guaguas, camiones de carga, medianos y grandes, y patanas. Todos desplazándose, al mismo tiempo, sin atender a reglas y sin agentes de tránsito verdaderamente interesados en establecer un ordenamiento. Para los transeúntes cruzar esas vías de un carril a otro es una verdadera osadía, porque ningún vehículo se detiene. Muchos aceleran. Es una civilidad al revés.
A todo este caos se añade la permisividad de las autoridades llamadas a regular el tránsito. Colegios y templos por doquiera, grandes tiendas y almacenes, funerarias en avenidas de rápido desplazamiento, vendedores ambulantes y carriles que son convertidos, de manera medalaganaria, en parqueos.
¿Dónde están las autoridades del área que no ven este caos, que no ven las violaciones a las normas de tránsito?
Todos los días los colegios siembran el caos en importantes zonas de la Capital y de otras ciudades, porque cada padre o tutor quiere recoger a sus hijos en las mismas puertas de los colegios y escuelas.
La pregunta obligada es, ¿No es posible regular este tránsito y darle por la cabeza al caos que nos arropa y deshumaniza?