El ciudadano que lee en el periódico que el presidente de la Cámara de Diputados, Alfredo Pacheco, se comprometió en una reunión con los miembros del Pleno de la JJCE a acelerar la aprobación de los proyectos de reforma de las leyes electorales puede llegar a la falsa conclusión de que la cosa es así de fácil, por lo que el órgano electoral podrá contar con esas herramientas para organizar un proceso electoral confiable y transparente y sin los traumas y trastornos que siempre los acompañan.
Pero más allá de las buenas intenciones y las reconocidas habilidades del presidente de la cámara baja para el amarre y la persuasión, como quedó evidenciado con la aprobación de la Ley de Extinción de Dominio, está un hecho innegable: en la práctica, es decir en la vida real, la de todos los días, los partidos han mostrado muy poco interés en que esas modificaciones se aprueben.
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Y la mejor prueba es la queja del presidente de la comisión del Senado que estudia los proyectos de Ley de Partidos y de Régimen Electoral, Ricardo de los Santos, de que los partidos, a excepción del PRSC y Dominicanos por el Cambio, no han hecho ninguna recomendación a pesar de que tienen en sus manos el proyecto de ley terminado. ¡Pero tampoco la JCE, que acaba de visitar el Congreso Nacional para solicitarle a los legisladores que se agilice su aprobación!
Son las incongruencias de nuestra vida política con las que nos hemos acostumbrado a convivir; como hemos terminado aceptando que los partidos en el Congreso solo aprueben las leyes que convienen a sus intereses. Y como quedó demostrado con la Ley de Partidos, a la que el Tribunal Constitucional ya le anuló más de diez artículos, no les interesa que los regulen. En ese saco hay que meter al PRM, que por ser mayoría en ambas cámaras y pertenecer a un gobierno que nos prometió cambiar la forma de hacer política, debió ser el primero en enviar sus propuestas y sugerencias a la comisión senatorial.