La vida se compone de momentos que inician con el nacimiento y terminan con la muerte. Dichos momentos son partículas de tiempo en los cuales transcurren episodios con días grises y momentos felices. El día 4 noviembre de 2022 será recordado como un día gris para los dominicanos que habitamos en el Distrito Nacional. No se recuerda que haya caído tal cantidad de agua en tan poco tiempo. Viernes 5 de la tarde, comenzó el “diluvio” y en tres horas, hizo y deshizo todo a su paso, mientras el hombre veía al cielo con las manos puestas en la cabeza. Parecería que estoy escribiendo algún versículo del libro de Génesis. Sin embargo, la historia no fue contada de oído en oído y tampoco fue leída en la Biblia. Lo que pasó, lo vivimos y de muy mala manera. Los religiosos asiduos lectores de los pasajes bíblicos, seguramente están elucubrando sobre lo ocurrido y comparándolo con el gran diluvio. El capítulo 6 versículos 5 al 8 del libro de Génesis (Biblia) dice: 5Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. 6Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón .7Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. 8Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. Termina la cita bíblica.
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En tal sentido, considerar que el impacto de un desastre natural sea la intención de Dios para castigar los malos actos del hombre, sería entrar en una discusión en la que los creyentes y no creyentes no se van a poner de acuerdo. Por mi parte me acojo a lo vivido: La fatalidad del hecho “agua por un tubo”, daños materiales, pérdidas humanas, colapso de la infraestructura pluvial. ¿Se trata de un castigo de Dios para los hombres? No lo sé pero, sí sé que vivimos en tiempos convulsos, llenos de violencia, delincuencia, desapariciones de personas. Por lo cual, la hipótesis de que sería un castigo divino sería una opción que hasta al menos creyente pondría a dudar. El hecho fue, que ese viernes negro (no el de las compras) será un día que recordaremos “los capitaleños” como las 3 horas más difíciles de la década. ¿Casualidad que haya ocurrido en plena hora pico cuando la mayoría de nosotros estábamos en la calle, saliendo de nuestros lugares de trabajo o de estudio? Quien sabe…
De modo que, culpar a las autoridades climáticas por no pronosticar el desastre, sería injusto, porque se dijo que iba a caer mucha agua, pero ni Nostradamus podía predecir tal desastre. ¿Culpar a las autoridades municipales porque la infraestructura pluvial es deficiente? Podría ser una opción si el fin es buscar un culpable. Sin embargo, ni Suiza está preparada para que caiga tal cantidad de agua en tan poco tiempo y salir ilesa. Otra cosa aun peor es politizar el tema…tremendo disparate. Nadie es el culpable de un desastre natural y reitero, ningún país está preparado para soportar lo ocurrido, y mucho menos la ciudad de Santo Domingo. Faride y Roberto Salcedo que se maten en twitter, pero la razón no les acompaña a ninguno. Lo que nos queda es remediar los daños, como las posibilidades nos lo permitan y llamar a la solidaridad entre los dominicanos. En mi caso personal, fue muy duro ver como uno de los que vela por la seguridad de nuestro residencial, murió aplastado por un muro.
Ese “viernes negro” nos hizo falta el arca de Noé…