Novatadas: ¿Juego inocente o agresión sexual?

Novatadas: ¿Juego inocente o agresión sexual?

El distrito escolar de Georgia dijo que investigaba "la mala conducta" y "contactos sexuales inapropiados" de jugadores de béisbol/Foto: fuente externa.

El distrito escolar de Georgia dijo que investigaba «la mala conducta» y «contactos sexuales inapropiados» de jugadores de béisbol. Lo que no reveló es que un jugador denunció haber sido violado por otros compañeros mayores.

Por más que los jugadores fueron disciplinados por agresión sexual, el distrito apeló a la confidencialidad de los estudiantes para no dar detalles de lo sucedido y describió el incidente como un caso de «hazing», o «novatada», como se le dice a rituales de iniciación que tienden a ser violentos.

El deporte es probablemente el ámbito donde las agresiones sexuales entre estudiantes son más desestimadas o disfrazadas, según comprobó una investigación de la Associated Press.

Se las describe como bullying o hazing y son tan aceptadas que estudiantes que fueron víctimas de esos abusos con el correr de los años se convierten en abusadores.

La AP analizó la violencia sexual en el deporte en el marco de un estudio más grande sobre las agresiones sexuales en las escuelas.

Un estudio de archivos de los organismos educativos estatales y de información oficial sobre delitos reveló que hubo 17.000 denuncias de agresiones sexuales de parte de estudiantes de secundaria durante un período reciente de cuatro años.

Esa cifra, no obstante, seguramente no refleja el verdadero estado de cosas ya que este tipo de agresiones a menudo no son denunciadas y, en todo caso, no todos los estados llevan la cuenta.

Los incidentes en los que un jugador agrede sexualmente a otro ocurren en todo tipo de deportes y los expertos dicen que los más de 70 casos que la AP identificó para un lapso de cinco años son apenas la punta del iceberg.

Algunos de estos episodios tuvieron consecuencias graves. Un jugador de fútbol americano de Idaho fue hospitalizado en el 2015 con lesiones en el recto tras ser sodomizado con una percha.

Los padres de un muchacho de Vermont atribuyen su suicidio en el 2012 al estado en que quedó tras ser sodomizado por compañeros con una escoba.

Estos casos son caratulados como violación y agresión sexual por las leyes, pero las autoridades escolares usan un lenguaje que le resta gravedad a los episodios, haciendo incluso que no queden registrados en los archivos policiales. «Todo gira en torno al lenguaje usado», dijo B. Elliot Hopkins, experto en seguridad en el deporte de la Federación Nacional de Asociaciones Estatales de Escuelas Secundarias.

«Si alguien supiese que su hijo corre peligro de ser agredido sexualmente para ser parte de un equipo, no habría nadie jugando a ningún deporte».

En el caso de Georgia, entre cinco y ocho estudiantes de último año del equipo de béisbol de la Parkview High School irrumpieron en las habitaciones de hotel de compañeros menores que ellos. A uno le metieron los dedos en el recto, según archivos de la escuela, y otros dos resistieron esfuerzos similares.

Los agresores admitieron lo sucedido, pero dijeron que simplemente estaban «luchando y jugando».

Un informe inicial decía que la familia del estudiante agredido había dicho que el muchacho había sido «agredido sexualmente», según comprobó la AP. Pero el informe final de la escuela habla solo de «contacto físico inapropiado».

La AP encontró varios casos en los que el desinterés de los técnicos alimentó una cultura abusiva. Hubo casos en los que los técnicos se enteraron de los abusos y los trataron como un tema disciplinario del que se encargarían ellos y algunos no hicieron nada.

En Tennessee, un estudiante de primer año de secundaria de la Ooltewah High School, en las afueras de Chattanooga, le dijo a un técnico que estudiantes del último año lo habían agredido a él y a otros durante un torneo fuera de la ciudad en el 2015, según los archivos.

A pesar de esa denuncia, dos de los agresores maniataron a un muchacho en una cama mientras otro le hacía entrar un palo de billar en el recto, según la denuncia.

Los técnicos no estaban en el lugar en ese momento. Llevaron al chico a un hospital al verlo sangrar y el muchacho tuvo que ser operado de emergencia. Pero no contactaron a las autoridades. Fue una enfermera la que lo hizo. Los investigadores dicen que el jefe del cuerpo técnico instruyó a los jugadores que no hablasen.

Su esposa limpió el lugar de la agresión y se deshizo de la ropa del muchacho víctima del abuso, «básicamente eliminando la evidencia de un delito», indicaron los investigadores.

El técnico y otros funcionarios escolares dijeron que no se enteraron de la violencia ni tuvieron la intención de ocultar información. El técnico y su esposa, que no fueron acusados de nada, no respondieron a mensajes. «Si este chico no hubiese terminado en un hospital, no hubiese sangrado, nadie se hubiese enterado de esto», afirmó Eddie Schmidt, abogado que representa a la familia de la víctima.

Expertos dicen que a los jugadores se les enseñan culturas abusivas cuando son nuevos, a menudo no hacen nada cuando ven que alguien está siendo agredido y en determinado momento hasta llegan a ser ellos agresores, convencidos de que es su deber mantener una «tradición».

Algunos jugadores creen que sobreponerse a esos episodios los hace fuertes, mientras que otros piensan que si hacen la denuncia, pueden comprometer su lugar en el plantel y conspirar contra las posibilidades de su equipo al quedarse sin jugadores importantes, según los expertos.

El hijo de Amanda Jackson dejó pasar dos años antes de contarle una experiencia que tuvo en su primer año en la Capital High School de Olympia, Washington. Luego de ducharse tras un partido de básquet en el 2010, fue derribado por cuatro compañeros del último año que trataron de penetrarlo con sus dedos, según una demanda que todavía no se ha resuelto. «Pensé que si le decía a alguien, hubiera quedado afuera del equipo y no hubiera podido jugar a nivel universitario», dijo el muchacho en el juicio.

Una evaluación psicológica reveló síntomas de estrés postraumático.