En un laboratorio del centro de Medellín, Colombia, es la hora del almuerzo: una técnica con bata blanca lleva una bandeja repleta a un vivero de donde sale vapor. Camina entre las filas de cajas de malla, cada una del tamaño de un minibar, y desliza una charola delgada con sangre en cada una de ellas. En respuesta, su carga, los 100.000 elementos, empiezan a revolotear y a emitir un zumbido de emoción.
Se trata de una fábrica de mosquitos. Todas las semanas, produce más de 30 millones de mosquitos Aedes aegypti adultos, con sus característicos puntos blancos en las patas enjutas. A la camada de hembras se les alimenta con donaciones desechadas de bancos de sangre y sangre de caballo. Con el tiempo, parte de su progenie será liberada en Medellín, Cali y ciudades y pueblos de los verdes valles ribereños de Colombia. Otros insectos serán congelados para viajar hasta Honduras.
Este trabajo minucioso es parte de un experimento que está fomentando el progreso promisorio en una prolongada batalla en contra de este mosquito transmisor de enfermedades.
El Aedes aegypti propaga arbovirus, entre los que están el dengue y la fiebre amarilla, que pueden enfermar a las personas de gravedad; sin embargo, estos Aedes aegypti son especiales: llevan un tipo de bacteria que neutraliza esos virus mortales.
Hace cinco décadas, los entomólogos que analizaban los diversos tipos de sufrimiento que provocan los mosquitos en los humanos empezaron a considerar una idea nueva: ¿Qué pasaría si, en lugar de matarlos (una propuesta no muy popular), pudieras desarmarlos? Aunque no pudiéramos evitar que piquen a las personas, ¿qué pasaría si evitamos que contagien una enfermedad? ¿Qué pasaría si en realidad pudieras usar un microbio infeccioso para detener a otro?
Estos científicos empezaron a considerar una bacteria parasitaria llamada Wolbachia, que vive sigilosamente en todo tipo de especies de insectos. Un mosquito hembra con Wolbachia la transmite en sus huevos a toda su descendencia, que acaba transmitiéndola a la siguiente generación.
No obstante, la Wolbachia no se encuentra de manera natural en las especies de mosquitos que les causan más problemas a los humanos: el Aedes aegypti, portador del virus, y la subespecie Anopheles, que transmite el paludismo. Si estuviera, haría que estas especies fueran prácticamente inofensivas.
Entonces, ¿cómo infectamos a un mosquito con Wolbachia?
Tras un minucioso proceso de ensayo y error, los investigadores descubrieron que podían introducir la bacteria en los huevos de mosquito utilizando agujas diminutas. Los mosquitos que crecían de esos huevos quedaban infectados.
A los mosquitos Aedes aegypti que nacieron y vivieron con Wolbachia les fue bien y, como se esperaba, la Wolbachia bloqueó los virus en la mayoría de los casos: el mosquito que picó a alguien con dengue y contrajo el virus no contagió a la siguiente persona a la que picó.
Esto hizo pensar a los investigadores que, si pudieran infectar a todos los mosquitos de un poblado o una ciudad, podrían acabar con la enfermedad. A diferencia de los camiones cargados de insecticidas que se rocían por todas las calles y se vierten en los acueductos, este método no dañaría el ecosistema.
Pero, ¿cómo infectar con Wolbachia a todos los mosquitos de una ciudad del tamaño de Medellín?
Una vez seguros de que podían infectar a generaciones de mosquitos en el laboratorio, los científicos necesitaban saber si su teoría funcionaría en la naturaleza. El método se probó primero en ciudades pequeñas del norte de Australia, donde las hembras con Wolbachia liberadas en el campo se aparearon con machos silvestres y, efectivamente, propagaron la Wolbachia en la población de mosquitos.
Después, un equipo dirigido por un entomólogo australiano, Scott O’Neill, hizo la prueba en algunos poblados de Vietnam y luego en una pequeña ciudad de Indonesia. Al cabo de tres años, en las zonas donde se había liberado la Wolbachia se había registrado un 77 por ciento menos de casos de dengue y un 86 por ciento menos de hospitalizaciones.
Los resultados fueron asombrosos: una satisfacción para una población acostumbrada a temporadas terribles de dengue y un gran alivio para el sistema de salud pública. El dengue causa un sufrimiento intenso incluso en los casos «leves» (se le conoce comúnmente como «fiebre de los huesos rotos») y el 5 por ciento de los casos evoluciona al tipo hemorrágico de la enfermedad, con sangrado incontrolado. La mitad de las personas que desarrollan este padecimiento mueren si no tienen acceso a un tratamiento para controlar la pérdida de sangre. No existen medicamentos antivirales para matar el virus del dengue, y la búsqueda de una vacuna segura y eficaz ha sido larga y complicada.
Los mosquitos son cada vez más resistentes a los insecticidas, pero los resultados del ensayo con Wolbachia en Indonesia sugieren que, si los mosquitos portadores de Wolbachia suplantan a la población local, la bacteria podría establecerse definitivamente y no sería necesario controlar la población de mosquitos.
El grupo de O’Neill llevó sus pruebas de Indonesia a Brasil. Otro grupo, llamado WolBloc y dirigido por el entomólogo de la Universidad de Glasgow, Steven Sinkins, y sus colegas, inició un ensayo en un barrio de Kuala Lumpur, la capital de Malasia, utilizando una cepa distinta de Wolbachia.
Medellín, con una población de 3 millones de habitantes, es la mayor prueba hasta la fecha.
Por otro lado, está la cuestión de la batalla evolutiva que se libra en el interior de cada mosquito infectado: los arbovirus necesitan propagarse para sobrevivir, así que intentan encontrar la manera de superar la capacidad de Wolbachia para desactivarlos. Es muy probable que lo logren a la larga, aseveró O’Neill, pero predice que no será pronto.
«Podría ocurrir en una escala de tiempo evolutiva, quizá décadas, tal vez más bien en unos 10.000 años», dijo. «Pero yo me conformaría con unas décadas, para permitir que se desarrollen otras tecnologías».
Si los arbovirus se trasladan a otras especies de mosquitos, será un problema distinto, pero Wolbachia también podría pasar a otras especies: el equipo de WolBloc ha logrado avanzar preliminarmente en la prevención del contagio del paludismo por mosquitos infectados con Wolbachia. Esto es muy prometedor para países como los de África Occidental, que tienen una gran carga de arbovirus y paludismo.
En Medellín, los mosquitos han pasado de ser una amenaza a convertirse en una molestia. «En la actualidad no se oye hablar mucho del dengue», afirmó Victoria. «Si la gente pudiera olvidarse de él, sería algo tremendo».
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