A mediados del siglo XIX surgió la industria petrolera, que convirtió este precioso líquido en el “oro negro” que mueve la economía mundial y llegó incluso a ser uno de los detonantes de algunas de las más importantes guerras de los últimos tiempos. Así mismo, hoy en día, en el apogeo de la revolución digital, nuestra información personal se ha convertido en el oro negro que mueve la economía y últimamente nos hemos enterado que puede influir incluso en las decisiones electorales.
La reciente crisis de Facebook y Cambridge Analityca puso en evidencia esta industria, dominada por una pequeña minoría que descubrió que la información es poder y decidido apropiarse de ella para hacer negocios y generar ganancias.
El negocio de las redes sociales gratuitas ha sido, desde el inicio, la venta de la información personal de los usuarios para fines publicitarios. Cuando nos damos de alta en una nueva red social, consciente o inconscientemente damos permiso para que nuestra información y la de nuestros amigos sea utilizada.
Facebook es solo uno de los grandes beneficiarios del pastel, pero no el único. Siempre hemos sabido que Google es verdaderamente “El gran hermano”, el que conoce todos nuestros movimientos, el que sabe quiénes somos y lo más importante, predice lo que queremos hacer y nos da sus opiniones para que terminemos haciéndolo según su sugerencia.
Para algunos esto es nuevo, quizás ahora se enteran, pero muchos ya lo sabíamos y sencillamente no nos importaba. ¿Por qué? Porque no nos deteníamos a pensar en cómo esto podía afectarnos. Sin embargo, hoy vemos que la venta de información de Facebook, a través de Cambridge Analityca, pudo, de alguna forma, incidir en las elecciones de los Estados Unidos y ahora nos da miedo, nosdeja ver que verdaderamente el futuro del mundo está en manos de quienes tienen acceso a nuestra información.
Pero la pregunta es, ¿por qué se ha dado esto? Y la respuesta es simple. Porque lo hemos permitido. Nos gusta ver en Facebook o Instagram lo que hacen nuestros amigos y también queremos compartir lo nuestro. Necesitamos que todos sepan, a través de LinkedIn, los avances que vamos teniendo en nuestra vida profesional y nos encanta que Netflix o Spotify nos recomiende exactamente el contenido que queremos consumir.
La revolución digital trajo consigo una experiencia mucho más personalizada cuando se trata de consumir contenidos online, los servicios en Internet nos facilitan la vida cada vez más y las relaciones sociales se han visto beneficiadas acercando a colegas y amigos en todas partes del mundo. Todo esto es bueno, pero, como nada es realmente gratis, si hay un precio que tenemos que pagar, damos acceso a nuestra información.
Como una forma de reducir el alto costo que representa poner en riesgo nuestra privacidad, algunos países intentan poner en marcha acciones regulatorias que protejan la información personal de los usuarios. El intento más avanzado es el Reglamento General de Protección de Datos, se trata de una reforma normativa realizada por la Unión Europea con el objetivo de garantizar unos estándares de protección de datos elevados y adaptados a la realidad digital del mundo actual. La autora el artículo es Consultora Senior en LLORENTE & CUENCA Dominicana.