Manipulación mediática
La información falsa como estrategia de campaña
La desinformación no es nueva, pero sí lo es su velocidad y alcance. Hoy se fabrica una narrativa falsa.

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Crear una campaña farsa en una época sensible del año, con el objetivo de desestabilizar y sacar provecho político, es quizá el mayor error de la comunicación política moderna. Más aún en la República Dominicana, un país pequeño, híperconectado y donde como bien se dice en la calle “nos conocemos todos”.
Aquí, la mentira tiene patas cortas y las redes sociales se encargan de exhibirla con rapidez implacable.
La desinformación no es nueva, pero sí lo es su velocidad y alcance. Hoy se fabrica una narrativa falsa, se disfraza de denuncia y se lanza estratégicamente en momentos clave del calendario: cierre de año, época navideña, períodos de alta sensibilidad económica y emocional. El objetivo no es informar, sino provocar incertidumbre, erosionar la confianza y capitalizar políticamente el miedo.
Hablar de supuestos problemas financieros en un banco estatal, sin pruebas sólidas y en pleno período navideño, no solo es una desfachatez, sino una irresponsabilidad social. En diciembre, cuando la economía popular se mueve, cuando comerciantes, empleados y familias dependen del flujo normal del sistema financiero, sembrar dudas es jugar con fuego. No es audaz, no es estratégico, no es inteligente.
La politóloga y filósofa Hannah Arendt advertía que “el sujeto ideal del totalitarismo no es el nazi convencido ni el comunista convencido, sino aquel para quien la distinción entre hecho y ficción ya no existe”. La desinformación busca exactamente eso: confundir hasta que todo parezca posible, incluso lo falso.
Por su parte, Noam Chomsky ha señalado que la manipulación mediática consiste en “distraer al público de los problemas importantes mediante una avalancha de información insignificante o falsa”. En clave local, mientras se inventan crisis financieras inexistentes, se evade el debate serio.
Y el escritor Umberto Eco fue aún más directo al afirmar que las redes sociales “le dieron voz a una legión de idiotas”, no como insulto, sino como advertencia sobre el uso irresponsable de plataformas masivas sin filtros ni verificación. Hoy, cualquier falsedad puede viralizarse en minutos, pero también desmontarse con la misma rapidez.
En la era digital, las redes sociales son un motor de interacción, pero también de contraste. Todo el mundo busca información, compara fuentes, pregunta, comparte y refuta. Pensar que una mentira puede sostenerse como estrategia política es subestimar a la ciudadanía dominicana que ha madurado en su consumo informativo.
La comunicación política moderna exige inteligencia, ética y visión. La desinformación puede generar ruido momentáneo, pero a mediano plazo destruye credibilidad, debilita al emisor y fortalece al adversario. No hay peor campaña que aquella que nace del engaño y muere en el ridículo.
Es momento de cambiar las estrategias. Menos farsa y más propuestas. Menos rumores y más datos. Menos miedo y más verdad. Porque en política, como en la vida, la mentira puede correr, pero la verdad siempre llega primero a la meta.