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Los valores son parte de la cultura, se transforman o se mantienen, no se pierden, componen un sistema de creencias y prácticas sociales. No se “enseñan” discursivamente, por el contrario, se aprenden en la convivencia cotidiana y en el modelaje social.

La presencia en el país de políticas migratorias basadas en la represión y persecución de personas de origen haitiano con el uso de la violencia física, sexual y verbal por los organismos responsables de ejecutar esas políticas fortalecen cotidianamente prácticas de relaciones interpersonales de maltrato, bullying y discriminación racial.

La población infantil y adolescente de origen haitiano es víctima de estas acciones en los centros educativos, comunidades y en la vida social, lo que se extiende igualmente hacia la niñez dominicana de piel negra y rasgos afrodescendientes.

Recientemente ocurrió un hecho dramático que refleja esa realidad. Una niña de origen haitiano muere ahogada en una piscina en una actividad recreativa de su centro educativo. El hecho (aún sin claras explicaciones de las autoridades correspondientes) ha dejado a nuestra sociedad consternada. La niña era víctima de bullying y discriminación en su centro educativo por una proporción del estudiantado que compartía ella en las aulas.

El hecho muestra el impacto que tiene en la población infantil y adolescente las prácticas de violaciones de derechos y de discriminación que se realizan desde las instancias de poder. El modelaje del rechazo hacia personas con nacionalidad haitiana es cotidiano, afecta la armonía y cohesión social en las relaciones de la niñez y adolescencia provocando acciones de violencia.

Resulta contraproducente y contradictorio que el sistema educativo esté promoviendo programas de cultura de paz y de enseñanza de valores mientras las instancias de poder, las redes sociales y forjadores de opinión promueven el odio hacia personas que son parte de la sociedad y vida cotidiana en comunidades y centros educativos.

La solidaridad es un valor en la sociedad dominicana sobre todo en los estratos pobres, no está escrito ni se enseña en discursos, se aprende en la convivencia cotidiana. A pesar de las prácticas de discriminación y violencia existentes en muchos ámbitos, existe también una convivencia cotidiana entre familias dominicanas y haitianas en barrios y comunidades rurales basada en el apoyo mutuo, la cooperación y la distribución de labores de cuidado.

La incoherencia entre discursos enfáticos sobre la importancia de los valores y la praxis hegemónica fortalece la construcción de una cultura ambivalente y de doble moral que impacta en muchos ámbitos de la vida social. 

Sobre el autor
TAHIRA VARGAS GARCÍA

TAHIRA VARGAS GARCÍA

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