Gabriel Villanueva no solo agredía física y verbalmente a la hoy occisa de origen rumano Andreea Celea, presuntamente lanzada por él desde un octavo piso del edificio de un hotel, sino que reproducía esta misma violencia con otras mujeres, siendo «tapado» a base de dinero por su familia para que los casos no llegaran a mayores consecuencias.
«El caso de la muerte de la joven Andreea Celea, destapa la realidad de una familia donde los padres se dedican a tapar con pagos los innumerables actos de violencia contra mujeres que ha cometido su hijo así como todas las consecuencias de sus andanzas bajo el consumo de drogas y otros múltiples desvaríos», reseña en su cuenta en Facebook Reymi Castellanos, quien dice es residente y ex administrador el condominio donde vive Villanueva.
En su escrito, precisa que cuando fue administrador del condominio, le tocó de frente la actitud irresponsable de los padres del acusado, quien guarda prisión preventiva por la muerte de Celea, al escuchar su opinión ante las denuncias que se pusieron en contra de su hijo como consecuencia de la violencia que ejercía en perjuicio de otra jovencita.
«La respuesta que me dio su madre define sus términos con claridad: «Mi hijo no va a durar ni una hora preso, yo para eso tengo dinero y tengo muchas conexiones, soy amiga del jefe de la policía y del presidente. Porque en este país así es que se manejan las cosas».
Agrega que el mismo día que su madre declaró su posición ante la administración, su padre fue a su casa para explicarle «eso eran solo peleas de noviecitos, ahí no ha habido violencia». «Es prudente destacar que este padre es un empresario bien conocido por sus vicios, su travestismo y sus escándalos con prostitutas en el residencial, escándalos en los que cada intervención policial terminaba casi de inmediato y en silencio».
A continuación el texto íntegro escrito por Reymi Castellanos en su cuenta en Facebook
¿Un caso de violencia de género que termina en un crimen? Si, eso salta a la vista desde el inicio.
Más allá de eso, la sociedad dominicana se enfrenta de nuevo a un tema propio de pueblos sumidos en el caos: Los atropellos por parte de gente con muchos recursos económicos y el aura de impunidad que rodea a sus actos.
El caso de la muerte de la joven Andreea Celea, destapa la realidad de una familia donde los padres se dedican a tapar con pagos los innumerables actos de violencia contra mujeres que ha cometido su hijo así como todas las consecuencias de sus andanzas bajo el consumo de drogas y otros múltiples desvaríos.
Cuando fui administrador del condominio donde vivo y reside el acusado, me tocó enfrentar la irresponsabilidad de sus padres en una de las denuncias que se pusieron en su contra por la violencia que ejercía contra otra jovencita. La respuesta que me dio su madre define sus términos con claridad: «Mi hijo no va a durar ni una hora preso, yo para eso tengo dinero y tengo muchas conexiones, soy amiga del jefe de la policía y del presidente. Porque en este país así es que se manejan las cosas.»
Cabe decir que nunca le he restado razón a tal cosa gracias a las muestras de impunidad que han seguido exhibiendo en los años posteriores, y esto se refleja hasta el día de hoy cuando algunos de sus vecinos más cercanos no se atreven a hacer pública la conducta usual del criminal por temor a represalias.
El mismo día que su madre declaró su posición ante la administración, su padre vino a mi casa para explicarme que «eso eran solo peleas de noviecitos, ahí no ha habido violencia». Es prudente destacar que este padre es un empresario bien conocido por sus vicios, su travestismo y sus escándalos con prostitutas en el residencial, escándalos en los que cada intervención policial terminaba casi de inmediato y en silencio.
La irresponsabilidad de estos padres se mezcla con facetas de tipo criminal, y dan como resultado un vástago deplorable que no teme a consecuencias (mientras estén papi y mami), el cual ya ha cobrado su primera victima mortal. Pero aquí sobornar, amenazar, extorsionar o pagar por silencio, son cosas de familia.
Veamos que decide al final la justicia, cuanto dura preso y en cuales condiciones.
De nuevo la sociedad se ve a sí misma, donde en lugar de la ley y el orden prevalece lo que el dinero puede comprar.
-Responsablemente yo.
(Que ni temo a vecinos corruptos ni uso sus servicios de depilación)