Al pasar balance de todo proceso o experiencia la objetividad es básica, una obviedad de simple sentido común que, en sentido general, parece no serlo en el mundo de ciertos políticos y de cierta política. Terminado un proceso electoral, en general, se tiende a magnificar el desempeño de quienes se consideran ganadores y a minimizar el de quienes se consideran perdedores. Y es que, en la política, el peso de las emociones y de las pasiones es particularmente importante antes y después de los procesos electorales.
En lo que respecta al triunfo de PRM, fue arrollador el triunfo de Abinader; y si bien ese partido tiene un Congreso prácticamente monocolor, muchos se preguntan sobre la correspondencia entre cantidad-calidad de sus integrantes. El punto más controversial y, quizás de lamentar de parte de muchos, fue que perdieron la plaza política más importante en términos simbólicos y político: el Distrito Nacional. Los decepcionantes resultados de la escogencia de la candidatura de Guillermo Moreno indicarían que esta fue firmemente objetada dentro y fuera de ese partido. Haber perdido la apuesta de candidatura en el DN podría contribuir a que el FP tenga un más significativo proceso de recolocación en los sistemas político y de partido del país.
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En cuanto a FP, obtuvo un resultado global significativamente mejor de lo que las encuestas y observadores le dábamos, amén de que, como se consigna más arriba, se alzó con la simbólica plaza de la ciudad capital con votos potencialmente del caladero del PRM. Pero hay que consignar que el porcentaje obtenido a nivel nacional 29.34 ha sido posible por el 56% del DN. En el terreno de la política el menosprecio al adversario suele ser letal. No subestimar un partido que obtuvo 1,164,045 votos. Para el PLD, estos resultados no podían ser peores. La deserción en todos los niveles de esa colectividad “sigue su agitado curso” y la sangría hacía la FP.
En cuanto los partidos pequeños, su desempeño fue el previsto: decepcionante. Para los grupos progresistas y de izquierda, este ha sido el más lastimoso de cuanto proceso electorales han enfrentado. Si continúan haciendo análisis de este tiempo con las mismas ideas de tiempos irremediablemente pasados, de la irrelevancia política podrían pasar a la condición de desaparecidos. Pero, la desaparición de esos grupos no elimina la pertinencia de la exigencia de una sociedad sustentada en los valores fundamentales de la democracia. En el balance sobre el proceso recién finalizado, la posición que sobre estos valores asuman los partidos y las individualidades se juega el futuro de esta nación.