Se me hace un tanto difícil tratar temas partidarios en las presentes circunstancias. Y, aunque he conversado con amigos sobre el tema y me han aconsejado no hacerlo, ya que pudiera ser mal interpretado, he decidido aceptar mi propio reto. Puesto que desde que estoy escribiendo en los medios, ya por medio siglo, he insistido en la necesidad de que los partidos se fortalezcan.
Si. Que se fortalezcan, porque la experiencia y el aprendizaje ha enseñado que existe una íntima relación entre la fortaleza de los partidos y la fortaleza de la democracia y la institucionalidad. Pues mientras más débiles son los partidos, mayor grado de debilidad existe en el desarrollo democrático e institucional de los países. Es decir que todos debemos hacer lo posible para que los partidos sean fuertes, pero sobre todo coherentes. Tanto si están en la oposición, como cuando tienen el control del Gobierno.
Una de las grandes preocupaciones en el mundo de hoy, con relación a los partidos, está vinculada con el pensamiento que debe identificarlos. Porque desde hace bastante tiempo se ha producido una especie de generalización o simbiosis, que podría no permitirles convivir. Dando paso a la atomización.
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Existen medicamentos genéricos. Algo así como un conjunto de elementos del mismo género. Y eso precisamente hay que evitar que se produzca en el campo político. Que los partidos, por la ausencia de una formación específica entre unos y otros, se conviertan en genéricos. Por tanto, deben ponerle más atención a la formación política de su militancia. En la actualidad hay muchas más personas egresadas de universidades, pero eso no significa que conozcan el ABC de la política. De las ideas. De aquello que identifique su partido con las aspiraciones del pueblo.
Algunas décadas atrás, cuando tuvimos el honor de dirigir el Instituto de Formación Política Jacques Maritain, pasaron por allá excelentes profesores del pensamiento humanista cristiano. Nacionales e internacionales. Pero también muchos líderes de otras organizaciones con pensamientos diferentes. Participando en debates, tertulias, exposiciones sobre diferentes teorías. Discusiones que enriquecían a unos y otros.
Con el apoyo de los años, quiero expresar la preocupación de que, producto de las aperturas y la ausencia de ideas, los partidos puedan llegar a descuidarse tanto en hacerles tipificación sanguínea a sus militantes, que puedan quedar sin un ADN que los identifique.
No quiero referirme a algún partido en especial. No tengo ligazón partidaria con ninguno. Me refiero a todos. Pero como estoy colaborando con el Gobierno, por un compromiso exclusivo con Luis Abinader, me atrevo a sugerirle que como viene de un partido con pensamiento y tradición familiar social demócrata, con Hipólito Mejía y Milagros Ortiz, aproveche sus influencias para que su partido tome la iniciativa de reconectarse con los cursos de formación política.
Comenzando ahora con los aspirantes a candidatos. Todos los cuales deberían conocer sobre geopolítica y fundamentalmente, como funciona la administración pública, municipal y congresual. Ética y moral. Pública y privada. Y muchos otros temas. Para esa tarea cuentan con muchas personas que desinteresadamente se sentirían honrados de colaborar con una labor de esa naturaleza.