Para muchos perredeístas de la vieja guardia, la mayoría de los cuales están hoy en el PRM, el PRD del Jacho Prendío y Peña Gómez, alguna vez considerado el mayor partido de masas de la República Dominicana, no podía caer más bajo cuando alcanzó el 4.99% de los sufragios en las elecciones del 2020, la votación más baja de su historia. Las elecciones del pasado domingo demostraron, sin embargo, que estaban equivocados, pues el PRD de Miguel Vargas Maldonado, que junto al PLD y la Fuerza del Pueblo conformaron la alianza Rescate-RD, recibió apenas 86,496 votos, para un 2.42%
El estrepitoso fracaso de esa alianza, que al menos dejó bien claro que el PLD es la principal fuerza opositora del país, ha impedido que se ponga la debida atención al proceso de degradación que ha venido experimentando, elección tras elección, el PRD, pues ahí hay lecciones importantes a las que nuestra anquilosada partidocracia debería prestarle atención ya que en ese espejo pueden verse todos los partidos.
Puede leer: Tonto consuelo
La experiencia ha demostrado que en la democracia dominicana los partidos pequeños son un gran negocio tanto económica como políticamente, de lo cual el PRSC es el ejemplo más ilustrativo pero de ninguna manera el único. Muchos estarán de acuerdo, aunque no hayan militado nunca en el PRD ni lo hagan ahora en el PRM, en que ese no es el destino que merece una organización que libró tantas gestas gloriosas en favor de nuestra democracia, pero así es la política dominicana.
Que no debería ser tan costosa pero tampoco tan buen negocio, pues eso ha desnaturalizado sus fines y propósitos, por lo que demasiada gente busca servirse de ella para hacer fortuna y enriquecerse. Desgraciadamente, estamos en el punto en que eso puede ser posible con un ventorrillo pintado de blanco y una militancia de cuatro gatos. ¿Y saben qué es lo peor? Que encima de todo eso tenemos que amamantarlos con dinero público, sacado de nuestros bolsillos, dizque para fortalecer la democracia.