“Desde al año pasado yo estoy detrás de una libreta. Cuando vine aquí me dicen que no hay libretas y que me pondrán un sello; casi una semana para esperar el sello. Pido una cita por internet y me ponen a esperar dos meses. Cuando llego aquí, que tengo una cita a las 8:30 de la mañana, me ponen a esperar cuatro horas más con un pago que tengo VIP”.
Si la reelección del presidente Luis Abinader dependiera del voto de ciudadanos que como la señora Antonia Rojas han tenido que pasar un auténtico calvario para renovar su libreta de pasaporte u obtener por primera vez el documento habría que decir que sería un fracaso estrepitoso, pero también que pasará mucho tiempo antes de que los que han pasado o están pasando por esa experiencia olviden el mal rato y de quién es la culpa de que ese servicio se haya deteriorado de manera tan dramática y significativa.
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Se ha dicho que el problema se originó por un retraso de parte de la empresa suplidora de las libretas, a lo que se agrega una supuesta sobredemanda de parte de la población. Pero en el pasado mes de abril se suponía que llegarían al país 400 mil nuevas libretas y las filas y aglomeraciones en procura del documento continúan; y también la desesperación de los solicitantes, que actualmente tienen que esperar entre dos y tres meses para cumplir un procedimiento que normalmente no pasaba de los ocho días.
Por eso resulta inevitable que los que han tenido que pasar por esa desagradable y frustrante experiencia comparen la forma en que funcionaba antes ese servicio y como lo hace ahora y saquen sus conclusiones, que desde luego dejarían muy mal parado al llamado Gobierno del Cambio. Que debería ponerse las pilas y resolver ese problema, que puede ser calificado como un retroceso vergonzoso en un servicio público vital, antes de que el resto de los ciudadanos terminemos convencidos de que los responsables de ese desorden no merecen que los reelijan.